Los soldados informaron de que eran vigilados desde lejos por un número impresionante de exploradores parshendi. Entonces advertimos un nuevo patrón en su estrategia de asalto nocturno a los campamentos, para retirarse luego rápidamente. Solo puedo suponer que, ya entonces, nuestros enemigos preparaban su estrategia para poner fin a esta guerra.

Del diario personal de Navani Kholin, Jeseses 1174

Estudiar la época anterior a la Hierocracia es una tarea frustrante y difícil —decía el libro—. Durante el reinado de la Hierocracia, la Iglesia vorin tenía un control casi absoluto sobre el este de Roshar. Las invenciones que promovían (y que luego perpetuaban como verdad absoluta) se grabaron en la conciencia de la sociedad. Más preocupante aún: se hicieron copias modificadas de textos antiguos para que encajaran con el dogma jerárquico.

Shallan leía en su camarote a la luz de un globo de esferas. El atestado cuarto carecía de una auténtica portilla y solo tenía por ventana una diminuta rendija en lo alto de la pared exterior. El único sonido que se oía era el agua entrechocando contra el casco. Esa noche, el barco no tenía puerto donde guarecerse.

«La Iglesia de esta época recelaba de los Caballeros Radiantes —decía el libro—. Sin embargo, confiaba en la autoridad que los Heraldos habían otorgado al vorinismo. Esto creó una dicotomía en que la Traición, y la deslealtad de los caballeros, se ensalzaba. Al mismo tiempo, los antiguos caballeros, que habían convivido con los Heraldos en los días de las sombras, eran celebrados.

»Esto hace particularmente difícil estudiar a los Radiantes y el lugar llamado Shadesmar. ¿Qué es verdad? ¿Qué registró la Iglesia, en su equivocado intento de limpiar el pasado de las contradicciones que percibía, reescribiéndolo para que encajara con su versión? Sobreviven pocos documentos del período que no pasaran por manos vorin para ser copiados de los pergaminos originales y ser convertidos en códices modernos».

Shallan dejó de leer el libro. Era una de las primeras obras publicadas por Jasnah como erudita de pleno derecho. Jasnah no le había mandado leerlo. De hecho, se había mostrado vacilante cuando Shallan le pidió un ejemplar, y tuvo que recuperarlo de uno de los numerosos baúles llenos de libros que llevaba en la bodega del barco.

¿Por qué se había mostrado tan reacia, cuando este volumen trataba de lo mismo que Shallan estaba estudiando? ¿No debería de habérselo mostrado al instante? Era…

El patrón regresó.

Shallan contuvo la respiración cuando la vio en la pared del camarote, junto al camastro, a su izquierda. Con cuidado, volvió a mirar la página que tenía delante. El patrón era el mismo que había visto antes, la forma que había aparecido en su libreta de bocetos.

Desde entonces, la había estado viendo con el rabillo del ojo, apareciendo en las vetas de la madera, en la camisa de un marinero, en el titilar del agua. En todas esas ocasiones, cuando la miraba directamente, el patrón se desvanecía. Jasnah no dijo nada más, excepto para indicar que probablemente era inofensiva.

Shallan pasó la página y procuró acompasar su respiración. Había experimentado algo parecido con anterioridad, con las extrañas criaturas con cabeza de símbolo que habían aparecido en sus dibujos. Permitió que sus ojos se apartaran de la página y se volvieran hacia la pared: no justo hacia el patrón, sino hacia el lado, como si no hubiera reparado en él.

Sí, estaba allí. Rugosa, como un bordado, un patrón completo de simetría asombrosa. Sus diminutas líneas se retorcían y rebullían a través de la masa, alzando de algún modo la superficie de la madera, como un repujado metálico bajo un mantel tenso.

Era una de aquellas cosas. Los cabezas de símbolos. Este patrón era similar a sus extrañas cabezas. Miró de nuevo la página, pero no leyó. El barco osciló y las brillantes esferas blancas de su globo tintinearon. Shallan inspiró hondo.

Entonces miró directamente el patrón.

De inmediato, esta empezó a desvanecerse; sus bordes se hundieron. Antes de que desapareciera, la observó con atención y tomó un recuerdo.

—Esta vez no —murmuró mientras se desvanecía—. Esta vez te tengo.

Apartó el libro y corrió a sacar su lápiz de carboncillo y una hoja de papel para hacer un boceto. Se agachó junto a la luz, con el pelo rojo suelto sobre los hombros.

Trabajó furiosamente, poseída por una frenética necesidad de terminar el dibujo. Sus dedos se movían solos, sujetando la carpeta con la mano segura desnuda ante el globo, que salpicaba el papel con fragmentos de luz.

Dejó el lápiz a un lado. Necesitaba algo más duro, que pudiera marcar mejor las líneas. Tinta. El lápiz era lo mejor para plasmar los suaves matices de la vida, pero esa cosa no era vida. Era algo distinto, algo irreal. Sacó pluma y tintero de su zurrón y volvió al dibujo, reproduciendo las diminutas e intrincadas líneas.

No pensaba mientras dibujaba. El arte la consumía, y los creacionspren cobraban vida alrededor. Docenas de formas diminutas pronto abarrotaron la mesita junto al jergón y el suelo del camarote, cerca de donde estaba arrodillada. Los spren se agitaban y giraban, ninguno mayor que el hueco de una cuchara, convirtiéndose en formas que habían encontrado recientemente. Ella los ignoró como pudo, aunque nunca había visto tantos a la vez.

Cambiaban de forma más y más rápido mientras ella dibujaba, concentrada. El patrón parecía imposible de capturar. Sus complejas repeticiones se retorcían hasta el infinito. No, una pluma nunca podría plasmarla a la perfección, aunque se acercaba. La dibujó en espiral desde un punto central, luego recreó cada rama a partir del núcleo, que tenía su propio remolino de líneas diminutas. Era como un laberinto creado para volver loco a su cautivo.

Cuando hubo terminado la última línea, descubrió que respiraba con dificultad, como si hubiera corrido una gran distancia. Parpadeó, advirtiendo de nuevo los creacionspren a su alrededor: eran centenares. Permanecieron allí antes de desvanecerse uno a uno. Shallan dejó la pluma junto al frasco de tinta, que había pegado con cera a la mesa para impedir que resbalara con las sacudidas del barco. Cogió la lámina, esperó a que las últimas líneas de tinta se secaran, y sintió que había conseguido algo importante… aunque no sabía qué.

Cuando la última línea se secó, el patrón se alzó ante ella. Oyó un claro suspiro en el papel, como de alivio.

Dio un brinco, soltó la lámina y corrió a la cama. A diferencia de lo ocurrido en otras ocasiones, el relieve no se desvaneció, aunque dejó el papel, floreciendo a partir del dibujo, y pasó al suelo.

No podía describirlo de otra forma. El patrón, de algún modo, pasó del papel al suelo. Llegó hasta la pata del camastro y se envolvió en ella, subió y llegó hasta la manta. No parecía algo que se moviera bajo la manta; eso sería una burda aproximación de lo que estaba sucediendo. Las líneas eran demasiado precisas para eso, y no había nada que se estirara. Algo bajo la manta habría sido solo un bulto indiferenciado, pero esto era exacto.

Se acercó. No parecía peligroso, pero Shallan se dio cuenta de que estaba temblando. Este patrón era distinto a los cabezas de símbolos de sus dibujos, pero al mismo tiempo era igual. Una versión aplanada, sin torso ni extremidades. Era una abstracción de una de ellas, igual que un círculo con unas cuantas líneas puede representar un rostro humano en una página.

Estas cosas la habían aterrorizado, acosándola en sus sueños, hasta el punto de temer que estaba volviéndose loca. Así que mientras la forma se acercaba, ella se levantó de la cama y se alejó de lo que fuera eso todo lo que pudo en el pequeño camarote. Entonces, con el corazón latiéndole con fuerza en el pecho, abrió la puerta para ir a buscar a Jasnah.

La encontró justo ante la puerta, intentando agarrar el pomo, con la mano izquierda extendida ante ella. Una pequeña criatura negra como la tinta, con la forma de un hombre con un traje elegante y largo abrigo, se alzaba en su palma. La figura se disolvió en las sombras al ver a Shallan. Jasnah miró a su pupila, luego al suelo del camarote, donde el patrón cruzaba la madera.

—Vístete, niña —dijo Jasnah—. Tenemos asuntos de que hablar.

—Al principio supuse que tendríamos el mismo tipo de spren —dijo Jasnah, sentada en un taburete en el camarote de Shallan. El patrón permanecía en el suelo entre ambas. Shallan estaba tendida en el camastro, adecuadamente vestida con una túnica sobre la bata y un fino guante blanco cubriendo su mano izquierda—. Pero, naturalmente, eso sería demasiado sencillo. En Kharbranth empecé a sospechar que seríamos de órdenes distintas.

—¿Órdenes, brillante? —preguntó Shallan, usando tímidamente un lápiz para empujar el patrón por el suelo. La forma se apartó como un animal lastimado. A Shallan le fascinaba ver cómo se levantaba del suelo, aunque una parte de ella no quería tener nada que ver con esa cosa y sus extrañas geometrías que mareaban al mirarlas.

—Sí —dijo Jasnah. El spren de tinta que la acompañaba antes no había vuelto a aparecer—. Cada orden tenía acceso a dos de las potencias, que se solapan. A los poderes los llamamos potenciación. Moldear almas es uno de ellos, y es lo que compartimos, aunque nuestras órdenes son distintas.

Shallan asintió. Potenciación. Moldear almas. Eran los talentos de los Radiantes Perdidos, las habilidades (supuestamente solo leyendas) que habían sido su bendición o su maldición, dependiendo del estudio y del cronista. O eso había aprendido de los libros que Jasnah le había dado a leer durante su viaje.

—No soy una Radiante —dijo Shallan.

—Pues claro que no —respondió Jasnah—, ni yo tampoco. Las órdenes de caballeros eran una invención, igual que toda sociedad es una invención, que las personas empleaban para definir y explicar. No todo hombre que empuña una lanza es un soldado, ni toda mujer que hace pan es panadera. Sin embargo, las armas, o el pan, se convierten en la marca distintiva de ciertas profesiones.

—Entonces estás diciendo que este don que tenemos…

—Fue una vez la definición de lo que te iniciaba en los Caballeros Radiantes —dijo Jasnah.

—¡Pero somos mujeres!

—Sí —dijo Jasnah animadamente—. Los spren no sufren los prejuicios de la sociedad humana. Es refrescante, ¿no te parece?

Shallan dejó de hurgar el patrón.

—¿Había mujeres entre los Caballeros Radiantes?

—Un número estadísticamente adecuado. Pero no te veas ya empuñando una espada, niña. El arquetipo de los Radiantes en el campo de batalla es una exageración. Por lo que he leído (aunque los registros son, por desgracia, poco dignos de confianza), por cada Radiante guerrero, había otros tres que se dedicaban a la diplomacia, el estudio u otras formas de ayudar a la sociedad.

—Oh. —¿Por qué se sentía Shallan decepcionada por eso?

«Tonta». De pronto la asaltó un recuerdo. Una espada plateada. Un patrón de luz. Verdades a las que no podía enfrentarse. Hizo caso omiso de ellas, cerrando los ojos con fuerza.

Diez latidos.

—He estado investigando esos spren de los que me hablaste —dijo Jasnah—. Las criaturas con cabezas de símbolos.

Shallan inspiró profundamente y abrió los ojos.

—Este es uno de ellos —dijo, señalando con el lápiz el patrón, que se había acercado a su baúl y subía y bajaba por él, como un niño que salta en un sofá. No parecía amenazadora, sino inocente, incluso juguetona, y sin apenas inteligencia. ¿Había sentido miedo de esta cosa?

—Sí, sospecho que así es —contestó Jasnah—. La mayoría de los spren se manifiestan de forma distinta aquí de como lo hacen en Shadesmar. Lo que dibujaste antes era su forma allí.

—Este no es muy impresionante.

—Sí. Admito que me siento decepcionada. Creo que estamos pasando por alto algo importante, Shallan, y eso me incomoda. Los crípticos tienen muy mala reputación, y sin embargo este, el primer espécimen que veo, parece…

El spren subió por la pared, luego se deslizó hacia abajo, volvió a subir, bajó de nuevo.

—¿Imbécil? —preguntó Shallan.

—Quizá simplemente necesita más tiempo —dijo Jasnah—. Cuando conecté por primera vez con Marfil… —Se detuvo bruscamente.

—¿Qué? —preguntó Shallan.

—Lo siento. No le gusta que hable de él. Se pone nervioso. La ruptura del juramento de los caballeros fue muy dolorosa para los spren. Muchos murieron, estoy segura. Aunque Marfil no quiere hablar del tema, supongo que otros de su especie consideran que lo que ha hecho es traición.

—Pero…

—Basta. Lo siento.

—De acuerdo. ¿Has mencionado a los crípticos?

—Sí —dijo Jasnah, buscando en la manga que ocultaba su mano segura y sacando un trozo de papel en el que aparecía uno de los dibujos de los cabezas de símbolos de Shallan—. Así es como se llaman a sí mismos, aunque probablemente deberíamos llamarlos mentiraspren. Pero a ellos no les gusta el término. Sea como fuere, los crípticos gobiernan una de las mayores ciudades de Shadesmar. Considéralos como los ojos claros del Reino Cognitivo.

—Entonces esta cosa —dijo Shallan, indicando el patrón que giraba en círculos en el centro del camarote— es como… ¿un príncipe, en su lado?

—Algo así. Hay una especie de complicado conflicto entre ellos y los honorspren. La política spren es algo a lo que no he podido dedicar mucho tiempo. Este spren será tu acompañante… y te concederá la capacidad de moldear almas, entre otras cosas.

—¿Otras cosas?

—Habrá que ir descubriéndolas. Depende de la naturaleza del spren. ¿Qué ha revelado tu investigación?

Con Jasnah todo parecía un examen de erudición. Shallan contuvo un suspiro. Por eso había venido con ella, en vez de regresar a su hogar. Con todo, a veces deseaba que su maestra le ofreciera respuestas en vez de obligarla a esforzarse tanto para encontrarlas.

—Alai dice que los spren son fragmentos de los poderes de la creación. Muchos estudiosos que he leído están de acuerdo.

—Es una opinión. ¿Qué significa?

Shallan trató de no dejarse distraer por el spren el suelo.

—Hay diez potencias o fuerzas fundamentales por las que funciona el mundo. Gravitación, presión, transformación. Ese tipo de cosas. Me dijiste que los spren son fragmentos del Reino Cognitivo que de algún modo han obtenido conciencia de sí mismos debido a la atención humana. Bueno, es razonable que antes fueran otra cosa. Igual que… igual que un cuadro fue un lienzo antes de cobrar vida.

—¿Vida? —dijo Jasnah, alzando una ceja.

—Naturalmente —respondió Shallan. Los cuadros vivían. No como vivía una persona o un spren, pero… bueno, era obvio para ella, al menos—. Bien, antes de que cobraran vida, los spren eran algo. Poder. Energía. Zen-hija-Vath hizo bocetos de spren diminutos que encontraba a veces en torno a los objetos pesados. Gravitacionspren: fragmentos del poder o la fuerza que nos hace caer. Es razonable que todo spren, antes de serlo, fuera un poder. En realidad, los spren se pueden dividir en dos grupos generales: los que responden a las emociones y los que obedecen a fuerzas como el fuego o la presión del viento.

—Entonces, ¿crees en la teoría de Namar de la categorización de los spren?

—Sí.

—Bien —dijo Jasnah—. Yo también. Personalmente, sospecho que estas agrupaciones de spren (los de emoción frente a los de naturaleza) es de donde surgen las ideas de los «dioses» primigenios de la humanidad. Honor, que se convirtió en el Todopoderoso del vorinismo, fue creado por los hombres que querían una representación de las emociones humanas ideales cuando vieron los spren de emoción. Cultivación, la diosa adorada en el oeste, es una deidad que encarna a la naturaleza y los spren naturales. Los diversos vaciospren, con su dios invisible, cuyos nombres cambian dependiendo de qué cultura hablemos, evocan a un enemigo antagonista. El Padre Tormenta, naturalmente, es un extraño producto de esto, y su naturaleza teórica cambia en cada época del vorinismo…

Guardó silencio. Shallan se ruborizó, advirtiendo que había desviado la mirada y había empezado a trazar en su manta una glifoguarda contra el mal de las palabras de Jasnah.

—Me he ido por las ramas —dijo Jasnah—. Pido disculpas.

—Estás muy segura de que no es real —contestó Shallan—. El Todopoderoso.

—No tengo más pruebas de su existencia que de las Pasiones de Thaylen, Nu Ralik de Lagopuro, o cualquier otra religión.

—¿Y los Heraldos? ¿Crees que no existieron?

—No lo sé. Hay muchas cosas en este mundo que no comprendo. Por ejemplo, hay indicios de que tanto el Padre Tormenta como el Todopoderoso son criaturas reales… simplemente spren poderosos, como la Vigilante Nocturna.

—Entonces el Todopoderoso sería real.

—Nunca he dicho que no lo fuera —replicó Jasnah—. Solo digo que no lo acepto como Dios, ni siento ninguna inclinación a adorarlo. Pero, de nuevo, me voy por las ramas. —Jasnah se puso en pie—. Quedas liberada de otros temas de estudio. Durante los próximos días, solo tienes que concentrarte en tu investigación. —Señaló el suelo.

—¿El patrón? —preguntó Shallan.

—Eres la única persona en siglos que ha tenido la oportunidad de interactuar con un críptico. Estúdialo y registra tus experiencias. En detalle. Probablemente será tu primer escrito significativo, y podría ser de gran importancia en nuestro futuro.

Shallan miró el patrón, que se había movido, había chocado contra su pie (la notaba muy débilmente), y seguía chocando una y otra vez.

—Perfecto —dijo Shallan.

Palabras radiantes
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