Epílogo
Lea cuelga el teléfono y se gira hacia mí.
—¿A que no sabes qué? —me pregunta sonriente.
—¿Qué? —digo.
—Lissa y Michael han comenzado una relación.
Alzo una ceja en gesto interrogativo.
—¿En serio?
Lea asiente reiteradamente con la cabeza.
—Me lo acaba de decir Lissa. ¡Está pletórica! —exclama—. Creo que nunca la había visto así, ni siquiera con Joey.
—Me alegro mucho por ellos —afirmo.
—Y yo. Tanto Lissa como Michael se lo merecen. Según me ha explicado, coincidieron en un bar, Michael se acercó a ella y bueno…
—Ya sabemos cómo es Michael —intervengo con una sonrisa de medio lado en los labios—. Es un seductor nato. Lo lleva en la sangre. Además, siempre ha mostrado un especial interés por Lissa. Acuérdate que me preguntó por ella el día de nuestra boda.
—Es cierto. Pero le prohibiste que se acercara —bromea Lea.
—Por aquel entonces Lissa tenía novio y Michael unas ganas locas de conquista, nada más.
—Pues ahora están enamorados como dos tortolitos.
—Cumpleaños feliz, cumpleaños feliz. Te deseamos papá, cumpleaños feliz.
Abro los ojos. Al lado de la cama está Lea junto con James y Kylie, que tienen en las manos una pequeña tarta hecha de galletas Oreo. Ya andan solos, pero Lea les ayuda a sujetar la tarta porque sino mucho me temo que acabaría en el suelo.
—Felicidades, mi amor —dice Lea.
Se inclina y me da un beso en los labios.
—Gracias —digo.
James y Kylie también me felicitan con su lengua de trapo y, cariñosos, me regalan un beso.
—Gracias, pequeños —les agradezco, devolviéndoles en la mejilla el beso que me han dado.
Mientras Lea coloca la tarta sobre mis piernas. James y Kylie se suben de un salto a la cama y se sientan a mi lado, sin quitar el ojo de ella. Juraría que se están relamiendo.
—No sabía qué regalarte, porque tienes de todo —dice Lea—. Así que he pensado que una tarta de lo que más te gusta sería una buena idea.
—Es una excelente idea —atajo—. Aunque lo que más me gusta eres tú —afirmo, acercándola a mí y robándole un beso.
—Bueno… esta noche te tengo preparada otra sorpresa —susurra con voz pícara—. Pero no lo pueden ver los niños —agrega cómplice.
—Mmmm… Qué bien suena eso —ronroneo. Lea sonríe traviesa—. Te quiero. No me canso de decírtelo.
—Yo también te quiero, Darrell, y tampoco me canso de decírtelo.
Sonrío feliz.
—¿Queréis un trocito de tarta, pequeñines? —pregunto a James y a Kylie, volviendo la atención a ellos.
Ambos asienten rápidamente con la cabeza.
—He traído platos y cucharillas —anuncia Lea.
¿Se puede ser más feliz?, me pregunto mientras contemplo la estampa familiar que se despliega a mi alrededor. Lea, los pequeños y yo comiendo tarta de galletas Oreo encima de la cama el día de mi cumpleaños. Y la cosmopolita Madrid de telón de fondo.
No, no se puede ser más feliz, me respondo. ¿O quizás sí?
Mi teléfono móvil suena. Lo cojo de encima de la mesilla y miro la pantalla.
—Michael… —musito.
Lea abre los ojos de par en par.
—Feliz cumpleaños, Darrell —dice Michael nada más de descolgar.
—Gracias, Michael —digo.
—No sé si te has dado cuenta, pero te estás haciendo mayor —bromea.
En su tono de voz reconozco el humor que siempre le ha caracterizado.
—Te recuerdo que eres un año mayor que yo —le sigo la broma.
Michael ríe al otro lado de la línea.
—¿Cuándo me vas a invitar a tu casa de Madrid? —me pregunta.
—Tú no necesitas invitación —digo—. Puedes venir cuando quieras y sin avisar.
—Cuando vaya, iré con compañía —afirma.
—Ya sé que has conquistado a Lissa —me adelanto a decir.
—Mi trabajo me ha costado, no te creas —comenta.
—¿Eres feliz, Michael? —le pregunto en tono serio.
—Mucho —responde—. Lissa me hace inmensamente feliz.
—Me alegro —apunto.
—Lo sé —dice Michael.
—Espero verte pronto por aquí —le animo.
—Lissa y yo estaremos en Madrid antes de lo que piensas.
—Eso espero. Si no, iré a Nueva York y te traeré de las orejas.
Michael lanza una carcajada.
—¿James y Kylie están bien? —me pregunta.
—Sí, creciendo —contesto—, y dando guerra.
—¿Y Lea?
—Bien, también.
—Dale recuerdos de mi parte.
—Ahora mismo.
—Hablamos —dice Michael.
—Hablamos.
Cuelgo la llamada. James y Kylie ya han dado buena cuenta de sus trozos de tarta. Miro a Lea, que sonríe.
—Lissa y Michael nos harán una visita pronto —anuncio.
—¿De verdad? —dice Lea.
—Sí.
—¡Cuanto me alegro! —Lea se lanza a mis brazos—. Soy tan feliz, Darrell.
—Y yo, Lea —digo.
James y Kylie se ponen de pie en la cama y se echan sobre nosotros, uniéndose a nuestro abrazo. Los cuatro caemos sobre el colchón hechos una suerte de bola mientras reímos sin parar.
Ahora no, ahora ya no puedo ser más feliz.