CAPÍTULO 21
—Os agradezco mucho que os estéis ocupando de James y de Kylie —les digo a Janice y a Jenna.
—No tienes absolutamente nada que agradecernos, Lea. Por Dios. Para mi madre y para mí es un placer —dice Jenna—. Además, mira qué bien se están portando… Son unos angelitos.
—No lo son tanto cuando tienen hambre —la contradigo en broma—. Pero la verdad es que hoy se están comportando muy bien.
—Son un amor —añade Janice con los ojos embelesados, propios de una abuela.
Mientras hablo con Janice y con Jenna, Michael se acerca a Darrell.
—Me he estado fijando en Lissa, la amiga de Lea… —le oigo decir, y aunque lo hace en un tono discreto, no puedo evitar escucharle.
—Michael… —lo amonesta Darrell.
No puedo evitar poner la oreja.
—¿Qué? —increpa Michael, encogiéndose de hombros—. Es… encantadora —comenta con malicia—. Lo pude comprobar el día que me la encontré en el hospital, cuando Lea sufrió la amenaza de aborto y, además, es muy mona. Hoy está preciosa —observa.
En mi interior, abro los ojos como platos. ¿A Michael le gusta Lissa? ¡Oh, Dios! ¡Oh, Dios!
—No voy a permitir que le eches tus zarpas encima a Lissa —le advierte Darrell en broma.
—¿Por qué? —pregunta Michael con voz inocente, como si no supiera por qué Darrell le dice lo que le dice.
—Porque te conozco —le responde Darrell—. Sé lo que harás con ella. Te la tirarás un par de veces, tres a lo sumo, y después la dejarás sin más, como haces con todas. —Darrell hace un silencio—. Que no se te olvide que no es cualquier chica, es la mejor amiga de Lea, es como su hermana. No voy a consentir que le hagas daño.
—Que mal concepto tienes de mí —se burla con ironía Michael.
—Cría fama y échate a dormir —apunta Darrell—. Además, Lissa tiene novio —arguye—. ¿Ves a ese chico de allí? —No puedo ver hacia dónde apunta Darrell, pero me imagino que lo hace en dirección a Joey, que está al otro del jardín—. Pues es su pareja desde hace algunos meses, y según me ha contado Lea, están muy enamorados. Así que no vayas a estropear su historia por un polvo.
Michael suspira.
—Es una lástima… —se lamenta resignado. Sin embargo, parece poco convencido—. Una verdadera lástima… Seguro que nos hubiéramos divertido mucho juntos.
—Búscate a otra para divertirte —dice Darrell.
¡Madre mía! ¿Debería decirle a Lissa que le gusta a Michael? Me paro a pensar durante unos instantes. No, me respondo a mí misma. ¿Para qué? Darrell tiene razón; Michael es un mujeriego empedernido. Para él las mujeres son solo un capricho. No se toma a ninguna en serio. Además, Lissa está loca por Joey.
En esos momentos alzo la mirada y la veo correr hacia él, abalanzarse a su cuello y darle un beso, que el corresponde con dulzura. Sonrío mientras observo la escena a lo lejos.
Michael no está enamorado de Lissa. Simplemente quiere pasar un buen rato con ella. Lo mejor es que guarde silencio. Por nada del mundo quiero que le hagan daño a Lissa. Mucho menos ahora, que ha conseguido una estabilidad emocional con Joey. Aunque sé sobradamente que Michael le gustaría; es guapo y varonil. Tiene el cabello rubio oscuro, los ojos grises y penetrantes, sonrisa seductora y rasgos marcados. Vamos, el hombre perfecto para Lissa. Tan perfecto para ella como lo es Joey.
—Lea… Lea…
La voz de Jenna me saca de mi ensimismamiento. Giro el rostro hacia ella, mientras vuelvo en mí. Jenna me mira con expresión interrogativa.
—Lo siento —me disculpo—. Se me ha ido el santo al cielo...
—No importa —dice Jenna con una sonrisa afable asomando a los labios—. Es normal, es tu boda. Los nervios, la emoción… Tienes que tener mil cosas en la cabeza. ¿Te preguntaba cuándo os vais de luna de miel?
—Mañana por la tarde —contesto.
—¿Y dónde vais?
—No lo sé. Tu hermano no ha querido decírmelo. Es una sorpresa.
—Con Darrell nunca se sabe —interviene Janice, su madre—. A saber dónde te lleva…
—Lo malo es que no sé si tengo que llevar ropa de verano o de invierno —bromeo.
Nos echamos a reír.
El pequeño cuarteto de cuerda que hemos contratado y que está tocando en el kiosco de madera y hierro forjado situado en mitad del jardín, comienza a elevar al aire las notas de un vals.
Darrell se acerca a mí y me tiende la mano con una sonrisa que se extiende a lo largo de su rostro de rasgos angulosos. Me recojo la cola del vestido, tomo la mano de Darrell y me levanto de la silla.
—Pensé que no sabías bailar —le digo cuando empezamos a danzar a la derecha y a la izquierda.
—Y no sé. Esa es una de las cosas que tampoco ha cambiado en mí. Sigo teniendo dos pies izquierdos, como dices tú —ríe—. Pero cualquier cosa me viene bien como excusa para tenerte cerca —afirma, tirando de mi cintura y pegándome a él.
—¿Estás tratando de llevarme a la cama? —le pregunto traviesa.
—Siempre —responde tajante, dedicándome una mirada felina.
Rodeo su nuca con mis manos, lo atraigo hacia mí y lo beso dulcemente. Alguien me toca el hombro por detrás.
—¿Me concedes esté baile? —me dice Andrew.
—Por supuesto —respondo.
Lissa se acerca a Darrell y comienza a bailar con él, o a intentarlo. Transcurrido un rato, Jenna sustituye a Lissa y en el lugar de Andrew, aparece Michael. Podría aprovechar y comentarle algo de Lissa, pero creo que Darrell se lo ha dejado bastante claro y, además, reconozco que yo no quedaría en un buen lugar, visto que lo sé porque los he estado escuchando, pese a que no ha sido intencionadamente. Lo mejor es dejarlo correr. Estoy segura de que mañana mismo Michael le habrá echado el ojo a otra chica, o a otras dos.
Antes de que me dé cuenta, estoy bailando con tío Rod y tía Emily no ha desaprovechado la ocasión para agarrar a Michael. Hay que reconocer que no tiene mal gusto.
Miro por encima del hombro de tío Rod y veo que Darrell está bailando con su madre y compartiendo con ella alguna confidencia.
—¿Cómo estás? —me pregunta tío Rod.
—Muy bien —respondo sonriente—. Todo está saliendo bien y eso me tranquiliza.
—¿Ya se han pasado los nervios?
—Sí —asiento—. Por cierto, tío, muchas gracias por haber sido mi padrino —le comento.
—No tienes que darme las gracias por nada, Leandra. Lo he hecho encantado. Para mí ha sido un placer —dice, guiñándome un ojo con complicidad.
Sonrío.
En esos momentos se acerca Matt.
—¿Bailas conmigo? —me pregunta.
—¡Claro, Matt! —respondo, agarrándole del brazo.
Empezamos a movernos por la improvisada pista de baile. Mientras vamos de un lado a otro con más o menos ritmo, reparo en que Darrell, que está bailando con tía Rosy, no nos quita los ojos de encima o, más bien, no se los quita de encima a Matt.
No puso ninguna objeción cuando le dije que iba a invitarlo a la boda —es lógico que lo invitase, es mi amigo—, pero soy consciente de que no le hizo mucha gracia. Todavía no acaba de entender que Matt es inofensivo.
Le veo decir algo a tía Rosy mientras me mira de reojo. Segundos después se separa de ella. Seguro que se ha disculpado por detener el baile. Para mi sorpresa, viene hacia nosotros. Trago saliva y pienso rápidamente en una excusa que poder dar a Matt para dejar de bailar con él. Afortunadamente la canción se acaba. Respiro aliviada y nos apartamos el uno del otro.
—Gracias, Matt —le digo con voz precipitada.
—Es un placer bailar contigo, Lea —apunta Matt, sonriéndome con algo de timidez.
Le devuelvo el gesto.
—Tenemos que irnos —dice Darrell cuando finalmente nos alcanza.
—Nos vamos ya —le digo a Matt.
Matt asiente con una ligera inclinación de cabeza.
—Que te vaya bien —me desea.
—Gracias.
Darrell me coge de la mano y tira de mí.