CAPÍTULO 7

 

 

 

 

 

Cuando llego al ático, Gloria está preparando la mesa en el comedor. Desde que nacieron James y Kylie, la hemos contratado más horas para que nos ayude con los pequeños. Pese al suceso que tuvo lugar cuando entré en la cárcel, y a que no confesó hasta meses después la extorsión a la que le había sometido el cabrón de Paul, Lea y yo confiamos en ella porque es una buena mujer y por las profundas muestras de arrepentimiento que nos demuestra siempre que tiene ocasión.

—Buenas días, Gloria —saludo.

—Buenos días, señor Baker —me dice, levantando la mirada.

—¿Dónde está Lea? —pregunto.

—En la habitación de los bebés.

—Gracias.

Enfilo los pasos hacia la escalera y asciendo los peldaños mientras un balbuceo me llega hasta los oídos. Cruzo el pasillo y me dirijo a la habitación de James y Kylie.

La puerta está abierta de par en par. Me asomo y me quedo de pie en el umbral, observando cómo Lea cambia el pañal a Kylie mientras James patalea despierto en la cuna, esperando su turno. Lea sonríe con un gesto amplio, embobada con la pequeña.  

—Tú ya estás limpia, princesa —le dice al tiempo que la coge en brazos.

Ajena a mi presencia, se inclina y le da un tierno beso en la mejilla. Se aproxima a la cuna y deja en ella a Kylie. Cuando coge a James digo, ladeando la cabeza:

—¿Necesitas ayuda?

Lea gira el rostro hacia mí.

—Creo que lo tengo controlado —comenta en tono distendido, dirigiéndose al cambiador con James.

Me adentro en la habitación y me acerco a la cuna. Al asomarme, Kylie percibe mi presencia y rueda los ojos hacia mí. Le sonrío y le hago un par de carantoñas, a las que responde con un alegre pataleo.

  —¿Y tú cómo estás, campeón? —le digo a James mientras Lea termina de colocarle el pañal. James balbucea como respuesta. Me agacho y le beso en la mejilla de piel suave y tibia.

Levanto el rostro y durante unos instantes me quedo mirando a Lea.

—¿Qué? —dice con voz tímida.

—¿No me vas a dar un beso? —le pregunto.

Lo hago en tono serio, pero en el fondo solo quiero ver su reacción. No me equivoco cuando compruebo que un ligero golpe de rubor colorea su cara. Ignoro la razón, pero me sigue gustando provocar ese tipo de efecto en ella. Me gusta sonrojarla, incluso intimidarla en algunos casos. Ser a la vez ángel y demonio. Su timidez es una de las cosas que más me pone de ella.

—Sí… —responde titubeante, y apresuradamente acerca su rostro al mío y posa los labios en mi boca. Cuando se separa la miro con los ojos entornados.

—Así está mejor —digo.

Lea se muerde el interior del carrillo, nerviosa.

—¿Estás enfadado? —me pregunta.

Me quedo mirándola durante unos instantes.

—No puedo evitar sentir celos —le ofrezco como respuesta.

—Matt es solo mi amigo. Siempre lo ha sido —apunta mientras termina de vestir a James—. Además, se portó muy bien conmigo cuando sufrí la amenaza de aborto.

—Yo no podía estar contigo en esos momentos; estaba en la cárcel pagando por un delito que no había cometido —arguyo molesto.

—Lo sé, Darrell. Sé que no podías, que estabas en la cárcel injustamente. No quería… —titubea—. No te estoy echando nada en cara. No te lo tomes así. Solo quiero decir que no voy a dejar de… —Se interrumpe súbitamente.

—¿Qué no vas a dejar de verlo? —termino la frase por ella, intuyendo que es eso lo que iba a decir.

Lea coge en brazos a James, pasa justo a mi lado y lo deja en la cuna. Al girarse de nuevo hacia mí, suspira.

—Solo somos amigos —apunta, sin contestar a mi pregunta.

Respiro hondo e intento tratar el tema con un poco de sentido común, si es que soy capaz de tener algo de sentido común todavía.

—No dudo de que tú lo veas solo como un amigo, Lea —digo—. Pero sé que Matt está enamorado de ti. He visto cómo te mira…

—¿Y qué si está enamorado de mí? —inquiere Lea—. Eso es… —Hace una pausa para buscar las palabras—… problema suyo.

—Y nuestro —atajo categóricamente, aunque no levanto la voz para no asustar a los bebés.

Lea arruga la nariz.

—¿Nuestro? —pregunta extrañada.

—Sí, nuestro —ratifico—. Porque estoy completamente seguro de que está esperando la ocasión para lanzarse a ti.

—No digas tonterías, Darrell. Si Matt se hubiera querido lanzar, como tú dices, lo hubiera hecho ya. Ha tenido oportunidades.

Me quedo muy quieto al escuchar sus últimas palabras. ¿Qué ha tenido oportunidades? ¿Qué diablos ha querido decir con eso? ¿Acaso ella le ha brindado esas oportunidades? Mis celos se acentúan.

—¿Le has dado tú esas oportunidades de las que hablas? —le pregunto sin rodeos.

—¡¿Qué?!

Lea parece desconcertada ante mi pregunta.

—¿Le has dado tú a Matt esas oportunidades? —repito.

Lea bufa ligeramente y sacude la cabeza.

—No voy a seguir con esta conversación —dice.

Que no responda a mi pregunta me hace pensar seriamente que mientras estuve en la cárcel, ella se insinuó a Matt. ¡Maldita sea!

—No me has contestado —la presiono.

Tengo que saber qué pasó durante el tiempo que permanecí en la cárcel. Tengo que saberlo. La duda me está corroyendo por dentro.

—No me lo puedo creer…  —masculla Lea, moviendo las manos.

—La pregunta no es tan difícil —insisto enfadado.

Lea se da media vuelta y se encara a mí. Sus pupilas vibran.

—Sé que la pregunta no es difícil… —me dice, controlando el tono de voz.

—¿Entonces?

Resopla.

—Vamos a despertar a los bebés —comenta.

—Salgamos al pasillo —sugiero.

Me giro y me encamino hacia la puerta.

—Pensé que habrías recapacitado —dice Lea ya fuera de la habitación.

—¿Recapacitado? ¿Qué tengo que recapacitar? —le pregunto.

—Que no puedes montar una escena de celos siempre que nombre a Matt. Es solo mi amigo —afirma.

—Sí, solo es tu amigo, pero, ¿quisiste que fuera algo más cuando estuve en la cárcel?

La respuesta tarda unos segundos en llegar a sus labios. Unos segundos que se me antojan una eternidad.

—¡No, Darrell, no! —dice finalmente, y siento un fugaz alivio—. ¿Crees que después de dejarme del modo en que lo hiciste, me quedaban ánimos para empezar otra relación? Así, ¿sin más? ¿Lo crees?

—No lo sé —digo.

Miro a Lea, tiene las cejas arqueadas y parece sorprendida.

—¿No lo sabes? —Suelta una risilla sarcástica—. ¿Eso es todo lo que me conoces? —Niega para sí misma—. Es increíble.

—No es una cuestión de que te conozca o no —le rebato—. Cuando se pasa por una época de vulnerabilidad, hay personas que se refugian en otras…

—¡Pues yo no soy una de esas personas! —me corta—. Bastante tenía encima. —Hace una pausa y clava sus ojos de color bronce en los míos—. De todas formas, podía haber hecho lo que hubiera querido. Era libre; tú ya habías roto nuestra relación.

—Sabes por qué lo hice —intervengo.

—Sí, lo sé… Lo sé… —dice en un suspiro.

Su voz denota cansancio. Al ser consciente de la situación y de la presión a la que le estoy sometiendo, relajo la tensión de los hombros. Me adelanto un paso, pero Lea no reacciona a mi intento de acercamiento.

—Voy a ver si Gloria tiene lista la comida —dice, rompiendo el silencio que se ha instaurado entre nosotros y dando por concluida la conversación.

Baja la cabeza, se da media vuelta y se aleja por el ancho pasillo. La sigo con la mirada hasta que su figura desaparece por el hueco de la escalera.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

La decisión del señor Baker
titlepage.xhtml
part0000_split_000.html
part0000_split_001.html
part0000_split_002.html
part0000_split_003.html
part0000_split_004.html
part0000_split_005.html
part0000_split_006.html
part0000_split_007.html
part0000_split_008.html
part0000_split_009.html
part0000_split_010.html
part0000_split_011.html
part0000_split_012.html
part0000_split_013.html
part0000_split_014.html
part0000_split_015.html
part0000_split_016.html
part0000_split_017.html
part0000_split_018.html
part0000_split_019.html
part0000_split_020.html
part0000_split_021.html
part0000_split_022.html
part0000_split_023.html
part0000_split_024.html
part0000_split_025.html
part0000_split_026.html
part0000_split_027.html
part0000_split_028.html
part0000_split_029.html
part0000_split_030.html
part0000_split_031.html
part0000_split_032.html
part0000_split_033.html
part0000_split_034.html
part0000_split_035.html
part0000_split_036.html
part0000_split_037.html
part0000_split_038.html
part0000_split_039.html
part0000_split_040.html
part0000_split_041.html
part0000_split_042.html
part0000_split_043.html
part0000_split_044.html
part0000_split_045.html
part0000_split_046.html
part0000_split_047.html
part0000_split_048.html
part0000_split_049.html
part0000_split_050.html
part0000_split_051.html
part0000_split_052.html
part0000_split_053.html
part0000_split_054.html
part0000_split_055.html
part0000_split_056.html
part0000_split_057.html
part0000_split_058.html
part0000_split_059.html
part0000_split_060.html
part0000_split_061.html
part0000_split_062.html
part0000_split_063.html
part0000_split_064.html
part0000_split_065.html
part0000_split_066.html
part0000_split_067.html
part0000_split_068.html
part0000_split_069.html
part0000_split_070.html
part0000_split_071.html
part0000_split_072.html
part0000_split_073.html
part0000_split_074.html
part0000_split_075.html
part0000_split_076.html
part0000_split_077.html
part0000_split_078.html
part0000_split_079.html
part0000_split_080.html
part0000_split_081.html
part0000_split_082.html
part0000_split_083.html
part0000_split_084.html
part0000_split_085.html
part0000_split_086.html
part0000_split_087.html
part0000_split_088.html
part0000_split_089.html
part0000_split_090.html
part0000_split_091.html
part0000_split_092.html
part0000_split_093.html
part0000_split_094.html
part0000_split_095.html
part0000_split_096.html
part0000_split_097.html
part0000_split_098.html
part0000_split_099.html
part0000_split_100.html
part0000_split_101.html
part0000_split_102.html
part0000_split_103.html
part0000_split_104.html
part0000_split_105.html
part0000_split_106.html
part0000_split_107.html