CAPÍTULO 47
Lea coge a Kitty, su vieja gata de peluche, y se queda mirándola durante un rato mientras le atusa los bigotes.
—¿Está todo? —pregunto.
—Sí —responde.
La introduce en la caja de cartón que permanece abierta a su lado y cierra las solapas. Se incorpora y suspira en medio del salón, con los muebles de diseño italiano que compré cuando adquirí el ático, pero vacío ya de nuestros objetos personales y de los juguetes de James y Kylie.
—Con esta mudanza se cierra una etapa en nuestras vidas y se abre otra nueva —comenta.
La abrazo por detrás, pasando las manos por su tripa y apoyo la barbilla en su hombro.
—La etapa que se abre va a ser mucho mejor —anoto con optimismo.
—¿Más? —dice Lea, acariciando mis manos con las suyas—. No podemos ser más felices de lo que ya somos, Darrell.
—¿Tú crees? —la desafío—. Yo voy a luchar cada día para que seas un poquito más feliz.
Lea se gira hacia mí y pasa los brazos por mi cuello.
—En este ático se quedan muchos de nuestros recuerdos —dice.
—Así es…
—Nuestros primeros contactos, nuestro primer encuentro, las comidas juntos, los desvelos de James y Kylie durante la noche… —enumera.
Sonríe.
Entonces me vienen a la cabeza otros recuerdos que forman parte de nuestras vidas pero que no son tan agradables.
—Cuando vino la policía a registrar la casa, cuando me detuvieron por la implicación en la red de tráfico de drogas, cuando regresé una tarde del despacho y tú te habías marchado…
Mi expresión se ensombrece.
—Pero eso tenemos que dejarlo atrás —me aconseja Lea. Se pone de puntillas y me besa—. Te quiero, Darrell —me dice, regalándome una de sus hermosas sonrisas.
—Yo también te quiero, Lea.
Los empleados de la mudanza meten las últimas cajas en el camión.
—Ya está todo, señor Baker —dice el encargado del grupo.
Cuando cierran las puertas, Lea y yo nos montamos en el coche.
—¿Nos vamos? —le pregunto, cómplice.
Lea aprieta los labios y asiente.
—Sí —dice.
James y Kylie balbucean alegres en la parte de atrás. Arranco el Jaguar y nos ponemos en marcha rumbo a nuestra nueva casa.
Los días siguientes, aunque tratamos de tomárnoslo con calma, son una vorágine. Pero al final de la semana, gracias también a la ayuda de Gloria, conseguimos que todo esté más o menos en orden. Hemos hecho la mudanza a contrarreloj para que no le pille a Lea con el comienzo del curso universitario.
El día que oficialmente nos instalamos en la casa nueva, por la noche, aprovechando que James y Kylie están dormidos y que reina una calma casi absoluta, descorcho una botella de un vino de reserva y sirvo un poco en un par de copas. Cojo una en cada mano y me dirijo al salón principal. Entro y me acerco a Lea, que está sentada en uno de los sofás.
—Ya está —le digo con una sonrisa, mientras le tiendo la copa.
Lea la coge.
—Sí, ya está. Por fin —suspira satisfecha.
—¿Te sientes cómoda? —le pregunto, consciente del esfuerzo que ha hecho por hacer que parezca un hogar y no una tienda de muebles de diseño.
Me siento a su lado.
—Mucho —contesta.
Lea da un sorbo de vino. Yo imito su gesto.
—Sobra decir que puedes cambiar todo lo quieras —digo.
—No, Darrell. Todo está perfecto.
—¿De verdad?
—Sí, de verdad.
Da otro sorbo de vino.
—¿Te preocupa algo? —le pregunto, al reparar en su expresión poco clara.
—Tengo dudas sobre qué asignaturas coger en el primer cuatrimestre —responde, cambiando de tema.
—¿Despejamos esas dudas? —la animo.
Asiente lentamente.
—¿Qué optativas cogerías? —me pregunta—. ¿Integral de Lebesgue o Geometría Diferencial?
—Integral de Lebesgue —respondo. Me llevo la copa a los labios y bebo.
—¿Análisis Multivariante o Introducción a la Astronomía? —continúa.
—Introducción a la Astronomía.
—No me gusta demasiado la Astronomía —comenta, arrugando la nariz.
—Entonces nos olvidamos de los astros, los planetas y las galaxias —digo— Análisis Multivariante.
—¿Teoría de la decisión o Teoría de los Juegos?
—Teoría de los Juegos, es más entretenida —alego.
—La verdad es que lo que más miedo me da es el trabajo fin de grado —dice—. Es obligatorio y tiene quince créditos.
—No te preocupes —la tranquilizo—. Cuando termines el curso te resultará más fácil realizarlo, porque tus conocimientos serán mayores.
—¿Tú crees?
—Sí.
—¿Sobre qué lo hiciste tú? —me pregunta.
—Sobre los procesos estocásticos.
—Buena elección y… compleja —comenta—. He estado pensando… Quizá lo haga sobre los espacios de Hilbert.
Alzo las cejas.
—¿Y hablas tú de que mi elección fue compleja? —digo, asombrado y consciente de que los espacios de Hilbert es uno de los temas más complicados dentro de las matemáticas.
Lea chasquea la lengua y hace una mueca con la boca.
—La verdad es que no lo sé… —murmura.
Resopla.
—Lea, si quieres hacerlo sobre los espacios de Hilbert, hazlo. Tienes una mente brillante —afirmo—. Puedes con eso y con más. De todas formas, no te agobies ahora por el trabajo de fin de grado. Ya sabrás sobre qué hacerlo cuando llegue el momento.
Levanta los ojos hacia mí y me mira por debajo de la densa línea de pestañas de color bronce.
—¿Me ayudarás? —sondea.
Su voz es cálida y dulce como el caramelo.
Oh, pequeña, ¿cómo no te voy a ayudar?
—Si me lo pides de esa forma… —digo.
Lea me sonríe tímidamente.
—Te lo compensaré… —se apresura a indicar.
La miro con un gesto sesgado en los labios.
—Creo que me lo cobraré en especie —asevero en tono sugerente.
—¿Me estás proponiendo que pague tu ayuda con sexo? —bromea.
—Exactamente —respondo.
—Usted y sus proposiciones, señor Baker —dice, poniendo los ojos en blanco
Sonrío mientras recorro su rostro con los ojos entrecerrados. Sin mediar más palabra, tomo su mano y tiro de ella.
—Creo que es hora de estrenar la cama —afirmo con voluptuosidad en la voz, arrastrándola escaleras arriba y llevándola al dormitorio.