CAPÍTULO 50
Alzo las cejas en un gesto entre interrogativo y expectante.
—Estás ante la nueva Licenciada en Matemáticas Leandra Baker —dice Lea, con un brillo superlativo en los ojos.
—¡Enhorabuena, pequeña! —exclamo.
La cojo por la cintura y la levanto en vilo mientras un montón de universitarios nos sortean para no chocarse con nosotros. Cuando la dejo en el suelo, me inclino, le beso con dulzura en los labios y le susurro:
—Estoy muy orgulloso de ti, mi amor.
—Gracias —dice Lea.
—¿Cuándo es la graduación? —le pregunto.
—Dentro de una semana.
Una semana después, Lea está sentada a mi lado, en el coche, camino de la Universidad, ataviada con la tradicional indumentaria académica, la toga hasta los pies, el birrete y la banda azul turquesa sobre los hombros, color distintivo de la Universidad de Matemáticas.
—¿Estás nerviosa? —le pregunto en voz baja mientras conduzco por las calles de Nueva York.
—Emocionada, más bien —responde.
Busco su mano y entrelazo mis dedos con los suyos. Le dedico una sonrisa que Lea corresponde con una mirada radiante. Está feliz.
Cuando llegamos, Lea se dirige a las primeras filas para sentarse con el resto de compañeros. Yo me quedo de pie al fondo.
La celebración está teniendo lugar al aire libre, en la explanada de verde césped de la universidad, donde se han colocado varias filas de asientos para los estudiantes y sus familiares o acompañantes.
Desde mi sitio, escucho atentamente el discurso del rector, solemne y pomposo como suele ser en estos casos. Aunque en ningún momento dejo de mirar a Lea. Cuando el rector termina su perorata, uno a uno, va llamando a los estudiantes que han conseguido la licenciatura.
—Leandra Baker Swan —la nombra finalmente.
Lea se levanta, gira el rostro hacia donde me encuentro y me mira de manera fugaz. En silencio, le guiño un ojo.
Sube al escenario que han preparado para la ocasión y saluda con la mano a la fila de autoridades académicas que se extiende de un lado a otro, y que le dan la enhorabuena hasta que llega al rector, la persona que le hace entrega del diploma. Lea musita un «gracias» y sonríe con un gesto que se extiende de oreja a oreja.
En la celebración que tiene lugar después de la ceremonia, tan popular como la propia graduación, se encuentran Lissa, con su novio, y Matt. Ninguno de los dos ha querido perderse la oportunidad de acompañar a Lea en este día tan importante para ella.
Agradezco el detalle, igual que Lea, pero hubiera preferido que Matt no hubiera venido. Sigo sin tragarlo, pese a que lo intento. O quizás en el fondo solo quiero creer que lo intento, porque en realidad ni siquiera lo hago.
—Felicidades, cariño —le dice Lissa a Lea, fundiéndose con ella en un caluroso abrazo.
—Mil gracias, Lissa.
Lissa mira a su alrededor.
—¿No habéis traído a James y a Kylie? —pregunta.
—No —niega Lea—. Es mucho trajín para ellos. Todavía son muy pequeños y se acaban cansando. Se han quedado con Gloria.
—Ohhh… Tenía tantas ganas de verlos —se lamenta Lissa.
—No te preocupes —dice Lea—. Ahora que ya me he graduado y que no tengo que estudiar, quedaremos una tarde para que los veas.
—Sí, por favor. ¿Qué te parece mañana? —se adelanta a preguntar Lissa.
Lea sonríe.
—Sí…, vale…
—Quiero… besarlos, abrazarlos, tenerlos en brazos. Ohhh… los adoro —comenta Lissa.
Desvío la mirada de Lea y de Lissa y busco a Matt. Lo veo al fondo. Está hablando con Joey, el novio de Lissa. Observo que de vez en cuando, le dedica su atención a Lea.
Entorno los ojos.
Me pregunto por qué no tendrá novia, por qué en este tiempo no ha encontrado a nadie, es un chico atractivo; y también me pregunto si la razón será porque está esperando el momento de caer sobre Lea. No hay nada que me quite esa idea de la cabeza.
Matt gira el rostro. Nuestros ojos se encuentran e intercambian una mirada muda.
—¿Todo bien?
La voz de Lea me devuelve a la realidad.
—Sí, todo bien —digo con voz pausada, bajando la vista hacia ella.
Le paso las manos por la cintura y la atraigo hacia mí.
—¿Sabes que a partir de ahora empieza una nueva etapa para ti? —le pregunto.
—Sí —responde Lea—. A propósito de nuevas etapas… —comienza a decir. Por su entonación, cauta y retraída, sé que lo que me va a decir no me va a gustar—. En la multinacional de seguros en la que trabaja Matt están buscando personas que se encarguen de los modelos de predicción de riesgos de la empresa…
¿Ha dicho Matt? ¿He oído bien? ¿No hay otra jodida empresa?
—¿En la multinacional en la que trabaja Matt? —repito, interrumpiéndola.
Me separo un par de pasos de ella.
—Sí —responde exaltada—. Es interesante. El perfil se ajusta muy bien a lo que busco y creo que está bien para empe…
—No quiero que trabajes con Matt —asevero, con cara de pocos amigos.
—No voy a trabajar con Matt —arguye Lea.
—Me da igual. No quiero que trabajes en la misma empresa en la que trabaja él —objeto.
—Pero, Darrell…
—Pero nada, Lea —corto rotundo.
—Las condiciones son muy buenas —me rebate, tratando de convencerme.
—Si es por las condiciones, las igualo —atajo—. Todas y cada una de ellas. Sueldo, horario… ¿Quieres trabajar en el departamento que se encarga de hacer los modelos de predicción de riesgos? Bien. Yo tengo más de una docena de ellos.
Lea se mordisquea el interior del carrillo.
—Creí que ya había quedado claro que no quiero empezar mi carrera profesional en tu empresa —dice Lea, haciendo gala de su tozudez.
—Pues tampoco lo harás en la multinacional en la que trabaja Matt —afirmo, visiblemente molesto.
Lea aprieta los labios formando una línea.
—Tú trabajas con Susan y yo no digo nada —comenta para contrarrestar mi postura.
Me inclino ligeramente hacia ella.
—¿Quieres que la despida? —le pregunto indiferente, encogiéndome de hombros—. Si quieres que la despida, solo tienes que decírmelo. Mañana mismo estará en la puta calle.
No tengo ningún problema en echar a Susan. Es eficiente, pero que esté o no en la empresa es algo que me trae sin cuidado.
Lea baja la mirada y se observa las palmas de las manos. Vuelve a mordisquearse el interior del carrillo.
—No, no quiero que la despidas —dice a media voz.
Exhalo aire pacientemente y relajo el rictus.
—Lea, hay centenares de empresas en Nueva York. Centenares —digo con la voz un poco más suave—. Cualquiera querrá contratarte. ¿Por qué tienes que trabajar precisamente en la empresa en la que trabaja Matt?
Lea sacude la cabeza lentamente, negando.
—Da igual lo que te responda. Nada de lo que diga va a parecerte bien —contesta.
—Desde luego no mientras Matt esté por medio. Ya sabes lo que pienso de él y de las intenciones que tiene contigo —repongo.
Lea suspira.
—No quiero… —Su voz se apaga—. No quiero discutir, Darrell… Es el día de mi graduación.
Entre nosotros se hace un silencio casi sepulcral.
—¡Lea…, Lea…! —Lissa se acerca corriendo—. Judy Wilfrid quiere felicitarte. Se graduó conmigo hace un par de años, pero fue a nuestra clase en primero —le dice a Lea cuando llega a nuestra altura.
Lea se gira hacia la chica morena de piel pálida que señala Lissa al otro lado del jardín. Cuando la identifica, vuelve el rostro y me mira sin decir nada. Yo tampoco pronuncio palabra. Nuestros ojos ya dicen bastante; ya lo dicen todo.
—Vamos —le insta a Lissa. De pronto tiene ganas de irse.
La veo alejarse en silencio junto a Lissa.
¡Puta mierda! Estoy hasta los cojones de que Matt siempre esté en medio de la mitad de nuestras discusiones.
Lo miro de nuevo, lo pillo observándome por encima del hombro de Joey. Sus ojos negros parecen mirarme como si se sintiera ganador de algo. Contraigo las mandíbulas.
¿Por qué no se lo tragará la Tierra?, pienso, sosteniéndole la mirada.