CAPÍTULO 91
Lissa frunce más el ceño. Su expresión es de gravedad.
—¿Qué? ¿Cómo? Pero, ¿por qué? —pregunta sin entender.
—Porque no le reconozco, Lissa —le respondo—. Porque no es mi Darrell. Está a años luz de la persona con la que me casé. Ahora Darrell es un completo extraño para mí.
—Lea, no te puedes separar de él —afirma Lissa—. Joder, estáis hechos el uno para el otro.
—Ya no —niego.
—Lea…
—Pero es que hay más —le corto suavemente en tono retraído.
—¿Más? —repite Lissa. Asiento con la cabeza en silencio—. ¿Tengo que agarrarme a la silla? —me pregunta—. Afirmo de nuevo—. Dispara —dice, trascurridos unos instantes.
—Michael me ha besado.
Lissa abre los ojos como platos, atónita.
—¿Que qué?
—Que Michael me ha besado —repito.
—¡Júralo!
—Lo juro, y Darrell nos ha pillado —añado.
—¡¿Quéee…?!
Lissa no da crédito.
—No sé cómo ha pasado, Lissa —respondo, en un intento por justificarme—. Estábamos en el salón de casa, le estaba contando que ya no aguanto más la situación con Darrell, que me siento muy sola y… y bueno, me ha besado. —Levanto los ojos y miro a Lissa—. Darrell se ha puesto furioso. Le tenías que haber visto... Si no llego a ponerme entre medias, hubieran llegado a las manos.
—¿En serio?
—Nunca he hablado tan en serio.
—¡Madre mía! Los dos hombres más guapos de Nueva York peleándose por ti.
—Lissa, no es gracioso —le reprendo suavemente.
—Lo sé, Lea. Sé que no es gracioso. Pero es que necesito poner un poco de humor a nuestros dramas —dice—. Esto es de locos.
—Lo siento —me disculpo—. Soy yo, que estoy demasiado sensible.
—Es lógico —dice Lissa—. Pero sigue contándome qué ha pasado.
—Darrell se ha encarado a Michael y Michael no se ha quedado atrás —continúo hablando—. Le ha soltado que está enamorado de mí. Así, sin anestesia ni nada.
—¡¿Qué?! ¡¿Qué?! ¡¿Qué?! —exclama Lissa, que no sale de su asombro, y no me extraña, porque yo en su lugar estaría igual—. ¿Michael, el tío que está más bueno después de Darrell Baker, está enamorado de ti? —pregunta.
—Eso ha dicho, pero… yo no creo que esté enamorado de mí, Lissa —opino sinceramente—. Creo que lo que siente es compasión, lástima, incluso ternura, por todo lo que estoy pasando, pero no amor. Eso son palabras mayores.
Además, Michael es un mujeriego, me digo a mí misma.
Lissa clava sus ojos azul oscuro en mí.
—¿Y tú que sientes por él, Lea?
Su tono es serio.
—Yo quiero a Darrell —respondo.
—No te he preguntado qué es lo que sientes por Darrell, sino qué es lo que sientes por Michael.
—Nada —atajo rápidamente.
Lissa alza una ceja en un gesto interrogativo.
—¿Por qué será que tu respuesta no me convence? —dice.
De manera inconsciente comienzo a morderme insistentemente el interior del carrillo.
—No voy a negar que Michael ha estado muy pendiente de mí estos últimos meses. Me ha protegido y me ha apoyado con todo lo de la dirección de la empresa y los líos con el equipo de administración —empiezo a decir—. Pero de ahí a sentir algo por él… —digo con cautela, dejando la frase suspendida en el aire. Me quedo pensativa.
—¿Te gustó que te besara?
Desde luego Lissa sabe por dónde ir.
—No me quité —contesto.
—Cuando Matt intentó besarte, si te apartaste, ¿verdad? —me recuerda Lissa.
—Sí, claro. Matt es Matt.
—¿Y Michael no es Michael? —me pregunta, utilizando el mismo juego de palabras que yo—. Los dos querían besarte. A uno no le dejaste y al otro sí.
Me paso las manos por la frente.
—Estoy muy confundida —confieso finalmente.
—Quizás sientes por Michael más de lo piensan y más de lo que te gustaría —afirma Lissa.
Sacudo la cabeza.
—No. Yo no puedo estar enamorada de Michael —me apresuro a decir—. Yo no… —Mi voz se va apagando poco a poco.
¿Por qué de pronto me siento tan agobiada? Solo ha sido un beso. Niego para mí en un intento de ahuyentar los pensamientos que cruzan mi cabeza.
—Creo que tienes que pararte a pensar detenidamente en esto, Lea —dice Lissa.
—No tengo nada que pensar —apunto—. Yo quiero a Darrell. Lo amo más que a mi propia vida, aunque no podamos estar juntos.
—Entonces, ¿definitivamente vas a separarte de él?
—Sí —respondo en un hilo de voz.
—Lea, es Darrell. Sinceramente, no me imagino tu vida sin él.
Antes de que Lissa termine de hablar, tengo los ojos arrasados de lágrimas.
—No puedo… No podemos hacer otra cosa, Lissa —digo con voz emocionada—. No me siento cómoda con él, ni siquiera cuando hacemos el amor. Vuelvo a tener la sensación de que solo estoy para satisfacer sus necesidades sexuales y poco más.
—Como cuando estaba el contrato de por medio —comenta Lissa.
—Exacto. Como cuando estaba el contrato de por medio —corroboro—. Y yo quiero de él más que su pasión urgente —concluyo.
Lissa lanza un suspiro al aire.
—¿Por qué todo tiene que ser tan difícil, Lea? —me pregunta.
Hundo la cabeza entre los hombros.
—No lo sé, Lissa. No sé por qué el destino se empeña en jugar con la vida de la gente del modo que lo hace.
—Contigo el destino se está dejando la piel —anota.
Resoplo y pongo los ojos en blanco.
—Estoy cansada, Lissa. Cansada de todo. —Sorbo por la nariz—. Desde que conozco a Darrell mi vida se ha complicado de mala manera, y la suya también. Se supone que el amor nos tiene que facilitar la existencia, no complicarla. Por eso pienso que quizá lo mejor es que nos separemos.
—Yo no estoy de acuerdo, Lea. Ya lo sabes —dice Lissa—. Pero también sabes que cuentas con todo mi apoyo y que estaré contigo hagas lo hagas.
—Gracias, Lissa —le agradezco, con el corazón en la mano—. Tú también puedes contar conmigo para todo lo que necesites —me ofrezco.
—Lo sé, corazón. Lo sé.