6
De regreso en su habitación, el viejo Soth se sintió cansado y tosía a causa del exceso de ese día. Jonnie se sentó en un banco improvisado y esperó que recuperara el aliento.
Finalmente, Soth dijo:
—No puedo desmantelar ni armar un equipo de teletransporte; sólo Terl podía hacerlo. Y, por supuesto, tampoco puedo construir uno, de modo que tal vez no debería coger este contrato.
Lo levantó entre dos garras, lo miró anhelosamente y se lo tendió a Jonnie.
—No, no —dijo éste, devolviéndoselo—. Lo ha hecho muy bien. En realidad, la clave que me ha dado para descifrar las matemáticas psiclo ha abierto tal vez la puerta a una infinidad de inventos cuyas patentes poseía la Intergaláctica. Es posible que haya ayudado a traer prosperidad a muchos, muchos mundos.
—¿De veras? —preguntó Soth, y lo pensó—. Eso es agradable; sí, muy agradable. —Y se quedó pensando—. ¿Sabe? —dijo después de una pausa—, también tiene un problema de seguridad. Hay mucha gente y muchas razas que harían cualquier cosa por ponerle la mano encima a las matemáticas psiclo y algunas cosas que robaron. Supongo que sabrá que el profesor Eno, que inventó el teletransporte, era un boxnard. ¿No? Pues lo era. Sí, la gente tratará de obtener estos datos. Pero creo que puedo ayudar. —Y permaneció en silencio un rato—. Sí, creo que puedo hacerlo —y sonrió—. Como cualquier coleccionista, soy aficionado a fisgonear, y hace unos cincuenta años, cuando estaba en un planeta espantoso donde no había ni siquiera un árbol, me planteé el problema de poner las altas matemáticas psiclo en una computadora. Si se hubieran enterado, la compañía y el gobierno hubieran tenido un ataque. Pero recuerdo los circuitos que inventé. Trabajaría bien, pero necesitaría algunas instalaciones y repuestos.
¡Una computadora! A Jonnie había estado asustándolo la idea de resolver cientos de miles de fórmulas para poder hacer funcionar los inventos que encontraran. ¡Si tenía una computadora, cualquier miembro del equipo podría resolverlo!
—Si lo hace —sugirió Jonnie—, le daré un millón de créditos de mi bolsillo.
—¿Un millón de créditos? —borbotó Soth—. ¡No hay tanto dinero!
Estaba rebuscando entre los papeles y Jonnie pensó que trataba de encontrar alguna referencia, pero después vio que trataba de encontrar un cazo de kerbango. ¡Era evidente que Soth sentía que necesitaba un estimulante! El cazo estaba vacío. Jonnie sacó un paquete de kerbango de su bolsillo y lo puso dentro del cazo.
Agradecido, Soth masticó un trozo. Después recordó sus modales y ofreció un poco a Jonnie que, por supuesto, no aceptó.
—Me ha sobresaltado —indicó Soth—. pero eso no era todo lo que iba a decirle. —Y masticó un momento hasta que recuperó un ritmo cardíaco satisfactorio—. He estado tonteando, convirtiendo lo más sencillo de las matemáticas psiclo al sistema decimal.
Volvió a rebuscar entre los montones de papeles y encontró lo que buscaba en el suelo, y se lo mostró a Jonnie:
—Es un sistema bastante sorprendente. Los niños y la gente lo aprenden con gran facilidad. En realidad, el imperio psiclo eligió el sistema del onceno sólo para confundir a los otros.
—Pues a mí me confundieron —reconoció Jonnie.
—Supongo que podría decirse así, pero era parte del programa de seguridad. Aun así, todas las funciones aritméticas básicas y las fórmulas menores pueden convertirse al sistema decimal. Después tal vez pongan el dinero en el sistema decimal…, porque veo que la nueva emisión del Banco Galáctico mantiene el sistema del once. Lo bueno es esto: el sistema decimal se hará de uso general. ¡Nadie querrá tener nada que ver con el torpe sistema del once, que caerá en desuso! —Y lo miró triunfante—. Tendrá su computadora. El sistema del once pasará. La gente lo considerará una especie de antigualla curiosa y lo olvidará. Y eso en sí mismo es una medida de seguridad.
Jonnie había encontrado un trozo de papel y escribía rápidamente.
—¡Un segundo contrato! —dijo Soth, leyendo al revés.
—Para agregar al primero —repuso Jonnie—. Dos millones de créditos si hace la computadora y otro millón si convierte las matemáticas básicas psiclo al sistema decimal.
—¡Ay, caramba! —exclamó Soth—. ¡Con eso podría tener un almacén lleno de textos matemáticos! Diez almacenes. ¡Cincuenta! Rápido: no vaya a cambiar de opinión. ¡Déjeme firmarlo!
Cuando terminaron, Soth lo miró durante un rato.
—¿Sabe? En Psiclo esto haría de mí un hombre muy rico. Podría tener una docena de hembras, criar una gran familia, transformarnos casi en una dinastía noble. Pero todo ha terminado.
—Todavía hay aquí algunos psiclos —le informó Jonnie—. Y varias hembras. La raza no está aniquilada.
—¡Ah, usted no sabe! —dijo Soth, y pareció desinflarse—. Hace mucho tiempo, los catristas hundieron las únicas colonias psiclo que habían comenzado a desarrollarse. Convencieron al trono de que las colonias en otros planetas podían mutar, ser capaces de vivir en otras atmósferas y constituir una amenaza para la corona. De modo que insistieron en que todos los bebés debían nacer en Psiclo.
Donde podían ponerles cápsulas en la cabeza, pensó Jonnie.
—En ocasiones, pero muy raramente —continuó Soth—, un noble de sangre real podía llevar sus hembras a otros planetas, pero llevando también un equipo completo de catristas. Hace tiempo éstos ordenaron que todas las empleadas de la compañía debían ser esterilizadas permanentemente antes de ser embarcadas a otros planetas.
—¿Quiere decir…? —Y Jonnie señaló el resto de la zona del complejo.
—Si —asintió Soth—. Todas esas hembras están esterilizadas. No pueden tener cachorros. —Y quedó un rato pensativo—. Tal vez crea que lo acuso de haber destruido ese planeta. Pero no es así, ¿sabe? Desde el momento en que los catristas empezaron a adquirir poder, la raza empezó a ir mal. En mi opinión —continuó—, su programa de degradación general, de supresión de cualquier grupo que buscara una moralidad nueva, el hecho de llamarlos a todos animales, transformó a los psiclos en bestias. Los seres de todos los universos y todas las épocas rogaban porque llegara el final de ese imperio. ¡Lo odiaban! —Y miró a Jonnie—. Tarde o temprano alguien iba a librar de Psiclo a las galaxias. Razas enteras han soñado con ello. Usted —dijo, señalando a Jonnie con una garra— puede pensar que lo hizo. No es así. Esa civilización estaba condenada desde el momento en que los catristas empezaron a ejercer su influencia sobre ella. No fue usted. Fueron ellos quienes destruyeron Psiclo y a todo el imperio. Terl era producto de ellos y creo que de alguna manera tuvo participación en su destrucción. ¿Sabe? He oído decir que solía sentarse en la sala de recreación y decir a los demás que el hombre era una especie en peligro. A causa de los catristas, los psiclos han sido una especie en peligro durante milenios. Y ahora ya no están simplemente en peligro; han dejado de existir. —Y suspiró y miró los montones de papeles—. Bueno: tal vez pueda ayudar a compensar alguno de los errores que han cometido. —Y miró a Jonnie—. En cuanto a usted, Jonnie Goodboy Tyler, no sienta escrúpulos. Cuando destruyó Psiclo dio a todas las galaxias una oportunidad para modificar las cosas. No necesitaba estos contratos. Usted los ha ofrecido y los acepto, pero es un privilegio ayudarlo y le doy gracias por esta oportunidad que me ofrece.