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Chong-won sirvió más té.
—No debe sacar la impresión de que somos gente violenta —advirtió Dries, tomando un largo trago.
Sólo poderosos y letales, pensó Jonnie.
—Nuestra raza se llama «selachee» —continuó Dries—. Somos nativos de los únicos tres planetas habitables del sistema Gredides. Los planetas son agua en su mayor parte… Como término medio hay nueve partes de agua por cada dos de tierra. Y nuestra única industria es el negocio bancario. —Sonrió y tomó más té—. Somos los banqueros ideales. Podemos comer cualquier cosa, beber cualquier cosa, respirar casi cualquier atmósfera, vivir con casi cualquier gravedad. Nuestras costumbres tribales incluyen la adoración de la honestidad total y la rectitud en el cumplimiento de las obligaciones.
Jonnie pensó que eso probablemente fuera verdad, pero también que no estaban diciéndole todo lo que sabían y en especial lo que querían hacer. La «honestidad» puede no incluir la verdad completa y allí podía haber claves reales sobre lo que estaba sucediendo. Sonrió cortésmente y escuchó con atención.
—Tenemos alrededor de cinco mil millones de habitantes en cada planeta —continuó Dries—, y es una población muy ocupada. Aunque la mayoría se dedica al negocio bancario, tenemos también, por supuesto, nuestros ingenieros y especialistas y, naturalmente, montones de matemáticos. Hace casi quinientos mil años, conseguimos el vuelo espacial. Es más o menos la cifra exacta, ¿eh, su señoría?
Lord Voraz seguía algo perturbado ante la idea de que los planetas podían volver sobre sus obligaciones, pero puso una buena cara profesional.
—Cuatrocientos noventa y siete mil cuatrocientos treinta y dos años en el próximo día sideral, día ciento tres para este universo —señaló.
—Gracias —dijo Dries, que había conseguido volver a incluir a su señoría en la conversación—. Y hace trescientos dos mil años…
—Trescientos dos mil tres —rectificó Voraz.
—Gracias… ¡Nos encontramos con los psiclos! No se alarme. No fuimos conquistados, ni siquiera libramos una guerra. En aquellos días los psiclos no eran tan malos como llegaron a ser unos cien mil años más tarde. En aquella época no habían empezado a matar por placer… Estoy seguro de que no es necesario que le dé detalles sobre los psiclos.
—¡No, ciertamente! —murmuró Jonnie. Todo esto iba en una dirección que terminaría como malas noticias. Podía sentirlo, pese a sus sonrisas.
—Precisamente —continuó Dries—. ¿Dónde estaba? De todos modos, y esto lo divertirá, no estaban realmente interesados en nosotros porque no teníamos metales. Siendo en su mayor parte agua, nuestros planetas hubieran planteado problemas mineros formidables. Nosotros necesitábamos metales y los psiclos necesitaban tecnología de computación que nosotros teníamos, de modo que nos transformamos en un mercado. Esto era algo nuevo en la experiencia psiclo. Tenían mucho que aprender sobre finanzas y ese tipo de cosas. De modo que les enseñamos. Internamente estaban bastante mal. Se reproducen como… (¿Cuál sería el pez de su planeta que usted puede conocer?), como arenques. Siempre les ha aterrorizado fundar verdaderas colonias psiclo, por miedo a que se amotinen contra el planeta central. Tenían disturbios y desempleo. Grandes depresiones. Eran un desastre económico. De modo que los ayudamos a construir mercados para metales. Les resultaba muy fácil hacerlo con sus arreglos de embarcos de teletransporte. Llegó la prosperidad, encontraron nuevas maneras de extracción y nosotros nos ocupamos de que fueran económicamente estables. Entonces, de pronto, algo terrible sucedió, desde el punto de vista psiclo. Esto los aterrorizó. Es algo que sucedió hace unos doscientos mil años.
—Doscientos nueve mil cuatrocientos sesenta y dos —corrigió lord Voraz.
—Gracias. ¡Otra raza robó o inventó el teletransporte!
—Los boxnard, del universo seis —precisó lord Voraz.
—No está claro qué sucedió entonces —dijo Dries—. No siempre tenemos acceso a los archivos militares y jamás tuvimos acceso a estos, nunca. Pero creo que los boxnard intentaron usar militarmente el teletransporte. Los psiclos llegaron antes y barrieron los siete planetas boxnard y hasta el último boxnard. Esto les llevó años.
—Tres años y dieciséis días —indicó lord Voraz.
—Eliminaron incluso a seres y razas que habían estado asociados o aliados con los boxnard, porque después de eso nunca volvimos a saber de ellos. Esa guerra —continuó Dries— también pareció cambiar a los psiclos. Durante casi medio siglo prácticamente interrumpieron el contacto con otros mundos. Para nosotros también fueron malas épocas. Nuestra economía estaba ligada a la de ellos. Deben de haber estado ocupados en alguna guerra interna, porque lo siguiente que supimos de su población es que había decrecido en las seis onceavas partes. A Psiclo le llevó otro siglo recuperarse. Pero para entonces era un pueblo muy cambiado.
¡Ajá!, pensó Jonnie. Ya conozco la fecha en la que empezaron a poner esas cápsulas en la cabeza de los bebés psiclo. Y por qué: para proteger su tecnología de teletransporte y sus matemáticas.
—Habían quemado todos sus libros —prosiguió Dries—. Habían perdido toda clase de arte que tuvieron. Por sus diccionarios era posible advertir que la lengua que habían desarrollado a través de las épocas había dejado de usarse completamente. Abandonaron palabras tales como «compasión» o «piedad» e incluso parecía que habían abandonado la expresión «sentido común». Aunque ahora los llamamos «psiclos», ese nombre no comenzó a usarse hasta esa época. Antes se llamaban según el nombre del rey que estuviera en el trono imperial. De todos modos, para no aburrirlo, porque veo que sabe algo de esto, los siglos siguientes fueron muy malos para todos, especialmente para los psiclos. Se hicieron con la reputación de ser los opresores más crueles y sádicos que hubiera visto cualquier universo. Pero tenían problemas internos. Un exceso de población. Económicamente, era el caos. Nueve de cada once psiclos carecían de empleo. La casa real estaba aterrorizada por la posibilidad de una revolución y en realidad padecieron, creo, cuatro asesinatos de príncipes…
—Siete —puntualizó lord Voraz—. Y dos reinas.
—Gracias —dijo Dries y continuó—: Totalmente desesperados, fueron al sistema Gredides y rogaron a los selachees que los ayudaran. Querían dinero para alquilar soldados y comprar armas. Pero nuestro parlamento, el loable cuerpo, junto con todas las otras razas de dieciséis universos, no querían saber nada con ellos, y eso tenía el aspecto de una guerra inmediata. Pero alguien del loable cuerpo…
—Lord Finister —añadió lord Voraz.
—Gracias. Tuvo el buen sentido de pasárnoslos a nosotros. Por entonces nosotros éramos un banco tan importante como ahora. El presidente de ese momento…
—Lord Loonger —informó lord Voraz.
—Gracias. Los llevó a la mesa de negociaciones y realmente consiguió ponerlos en disposición de firmar acuerdos. El banco se ocuparía de todas las conexiones económicas que tuvieran con otras razas, efectuaría todas las transferencias de fondos psiclo, realizaría todas las conferencias de paz. Y como pago, todo selachee sería inviolable; los planetas selachee y el sistema Gredides jamás serían agredidos y los psiclos proporcionarían al banco facilidades de teletransporte a través de los universos. Firmaron, consiguieron el dinero y se estabilizaron.
Lord Voraz habló:
—Las únicas dos veces que intentaron violar estos acuerdos, se dieron de narices con la realidad y cambiaron de actitud de inmediato.
—De modo —explicó Dries Gloton— que allí tiene todos los antecedentes sobre el Banco Galáctico. Lo llamamos «Galáctico», ¿sabe?, aun cuando debería llamarse «pangaláctico», porque abarca dieciséis universos; pero la palabra «galáctico» hace que los clientes piensen que es el banco de su galaxia. Más amigable, ¿no le parece?
Lo que Jonnie pensaba era que estaba enfrentándose con una organización más poderosa que la de los psiclos. Con la organización galáctica, que podía dar órdenes a monstruos y ser obedecida. Se mantenía muy alerta. Aquí, de alguna manera, había problemas.
—Entonces —indicó Jonnie— probablemente desean hablar con este gobierno sobre el servicio de teletransporte.
Dries y lord Voraz se miraron y después miraron a Jonnie.
—No con el gobierno —precisó lord Voraz—. Dudo que posea nada de eso. El teletransporte sería algo muy distinto y realmente no estamos comprometidos a tener una charla para arreglar esto ahora. Verá: existe el viaje espacial. Es lento y consume tiempo, pero existe.
Jonnie sintió que no lo estaban diciendo todo, pero no iba a presionar. Evidentemente, no era allí donde estaba el peligro…, ¡porque era evidente que estaba en alguna parte! Lo presentía. Se acomodó en su silla y dijo:
—Tal vez se trate del pago de dietas para esta conferencia. Tal vez sea mucho mayor del que habíamos anticipado.
—¡Oh, cielos, no! —exclamó burlonamente Dries.
Y se puso a trabajar con un anillo que tenía. Los dedos volaban, salió un cordel y se expandió. Lo miró.
—Despreciable. Las dietas varían según los emisarios, porque sus gobiernos tienen diferentes tamaños e incluso les pagan de manera diferente. Pero sólo suman unos ochenta y cinco mil créditos…; por supuesto, podría ser más si se retrasan. Pero no mucho. La cuota del banco es estándar: sólo veinticinco mil créditos. Por supuesto, está la cuestión de mi yate…
—El banco —continuó lord Voraz— paga los gastos del yate espacial si se utiliza en negocios del banco. Creo que sería justo, Dries, que cargara usted los meses de búsqueda…
Dries lo interrumpió:
—Solo cargaré los gastos del yate desde el planeta Batafor de Balor… Ésa es la sucursal del Banco Galáctico que corresponde a esta zona —agregó; en beneficio de Jonnie—. Es un planeta hawvin. Realmente, no son mala gente. Individualmente, son bastante honestos De modo que pongamos sesenta mil créditos. El total asciende a unos ciento setenta mil créditos.
Eso lo tenían, pensó Jonnie.
Pero Dries vacilaba.
—Todavía no estamos completamente seguros de que vayamos a darle esta cuenta. En realidad depende del resultado de la conferencia.
Aquí hay algo, se dijo Jonnie. Ahora empezaban a acercarse.