4

Había habido una demora mientras un técnico cambiaba los cartuchos del proyector atmosférico.

Los emisarios, viendo que Jonnie iba a hablar otra vez, se acomodaron en sus asientos.

—Señorías —dijo Jonnie—, agradezco su indulgencia al permitirme aclarar lo que resta de esta odiosa cuestión tolnepa. En realidad, la paciencia demostrada por ustedes me impresiona. Les aseguro que pronto podremos proseguir con las legítimas preocupaciones de un grupo de autoridades como éste.

La influencia de la cortés instrucción chinko le era de gran utilidad en ese momento. Decididamente, estos nobles estaban de su lado, con excepción de los combatientes.

Jonnie se detuvo bajo la luz del spot. Sus botones relampaguearon. El dragón del casco pareció moverse cuando volvió la cabeza hacia lord Schleim.

—Tolnepa —repuso Jonnie, poniendo desdén y desprecio en la palabra—, tengo algunas imágenes que fueron tomadas mientras la conferencia verificaba credenciales. Voy a pedirle que identifique ciertas cosas para mí.

Lord Schleim se repantigó tranquilamente, muy compuesto.

—¡Adelante, diablo! —masculló casi frívolamente.

Jonnie lo miró con atención. ¿Qué había producido esta súbita calma? ¿Era sólo una exhibición de supercontrol diplomático? Después de todo, lord Schleim era un diplomático inteligente y bien entrenado.

Con un ágil toque de interruptores, la luz del spot se apagó y apareció una nueva imagen que llenó el espacio vacío de la habitación que había a la izquierda de Jonnie. Era una instantánea notable. Los emisarios se incorporaron y miraron, muy interesados.

Allí, como si se lo viera desde la mirilla de una nave espacial, brillante y claro y proyectado en tres dimensiones en el aire, estaba todo el sistema por el cual viajaba el planeta Tolnep, en el noveno anillo. El inmenso sol de combinación, una estrella doble cuya pequeña compañera hacía el circuito de la órbita mayor, arrojaba su luz de doble sombra sobre el vasto sistema de planetas y sus lunas. El nombre del sistema era Batafor en los libros de coordenadas psiclo. «Sirio» o «la constelación del Can», según los antiguos gráficos humanos.

—¿Es esto Batafor? —preguntó Jonnie a lord Schleim.

El tolnepa rió.

—Si usted tomó la foto, sabrá qué es. ¿Por qué preguntarme?

Jonnie buscó, usando su clava como puntero, al hawvin que había en la segunda fila.

—¿Tal vez el regio emisario de los hawvin se dignaría ayudarnos? ¿Es éste el sistema Batafor?

Hacía un rato que el hawvin lamentaba haberse dejado involucrar en esto. Su nación era una tradicional enemiga de Tolnep y habían padecido mucho en el pasado por sus incursiones en busca de esclavos. Había empezado a sospechar que pronto llegarían condenas y reparaciones. Este «espíritu de la Tierra» parecía haberse tomado cierto trabajo para excluir a los otros combatientes y él había visto la posibilidad de escapar a la censura si las cosas salían mal allá…, como decididamente parecía estar sucediendo. Mejor adelantar algún favor. No veía que hubiera en ello ningún peligro.

Se puso en pie, se adelantó y Jonnie le tendió su clava con el rayo apuntador encendido.

El hawvin señaló el sistema con la luz.

—Reconozco y testifico que éste es realmente el sistema Batafor. Ése es el antiguo nombre psiclo. Localmente, llamamos a este doble sol «Twino», lo que quiere decir «Madre e hijo» en lengua hawvin.

Dio un golpecito al anillo planetario más cercano al sol.

—Esto es Jubo, deshabitado a causa del extremo calor y la excesiva fuerza gravitatoria. —Y señaló rápidamente el segundo, tercero, cuarto y quinto anillos—. Éstos tienen nombres, pero no son importantes. Están deshabitados porque están sujetos a terremotos y a erupciones volcánicas. —Y señaló el sexto anillo, el planeta casi escondido detrás del doble sol—. Éste es Torthutm, un planeta minero psiclo. Alguna vez tuvo una población, pero fue aniquilada. —Y el hawvin miró inquisitivamente a) hocknero—. Señoría, ¿le importa que prosiga?

El hocknero se encogió de hombros y lanzó una risa tensa.

—Como ya ha hablado usted tanto, mi querido colega, bien puede decirles que ese planeta es propiedad de Hockner.

—Muy bien —continuó el hawvin—, este séptimo planeta es Holoban, parte de la Confederación Hockner. El octavo planeta es Balor, uno de nuestros planetas hawvin.

Bajó la luz y miró a lord Schleim, pero éste se limitó a encogerse de hombros y dijo:

—Es usted un excelente conferenciante sobre astronomía, señor de los hawvin. Ha omitido parte de la fauna y de la flora, pero siga…

El hawvin enfocó la luz sobre el noveno anillo.

—Y puedo atestiguar que esto es Tolnep. —Y miró más de cerca—. Sí, estas manchas que lo rodean son las cinco lunas, aunque desde este ángulo una queda oculta. Tolnep es interesante por sus lunas, en un sistema donde los planetas raramente tienen más de una. La cualidad reflectora de estas lunas es notable debido a su composición. El sol doble puede despedir el espectro de luz normal, pero a causa de la reflexión de estas lunas, la luz asciende en el espectro. La civilización tolnepa prefiere trabajar a la luz de la luna y normalmente duerme durante el período de sol directo. Se dice que no son nativos…

—¡Oh, ahórrenos eso! —protestó lord Schleim—. ¡Terminará por explicar la cópula por huevo tolnepa! ¡Corte eso, hawvin!

Algunos de los emisarios no implicados rieron. Schleim intentaba recuperar su ascendencia sobre los concurrentes.

—El décimo planeta —continuó el hawvin— es un centro minero psiclo, Tun. Una vez estuvo poblado, pero antes de la ocupación psiclo ya habían sido cogidos por los tolnepas. El undécimo…

—Muchas gracias, señor de los hawvin —dijo Jonnie—. Me ha sido de gran ayuda.

El hawvin bajó de la plataforma y hubiera vuelto a su asiento si Jonnie no lo hubiera retenido. Jonnie apretó otro botón.

Mágicamente apareció en aire una vista clara de la ciudad. Era como si uno estuviera suspendido en el espacio, justo encima.

—Eso es Creeth —indicó el hawvin—. La capital tolnepa. Muy peculiar. Vean cómo las calles se entremezclan. —Regresó y cogió el puntero—. Ésta es la Casa de Pillaje, su centro legislativo; vea cómo estos sectores se cruzan y regresan juntos. Es inconfundiblemente tolnepa en cuanto a su arquitectura. Esto es Grath, su famosa combinación de parque público y lugar de subasta de esclavos. Esta colina rocosa con agujeros…

—Gracias —cortó Jonnie—. Esto es para lo que lo necesito realmente.

Apretó un botón y la fotografía cambió. La cámara se introdujo en el parque, dando a los emisarios la sensación de estar cayendo en el vacío. El parque estaba quieto, pero los alrededores se balanceaban hacia los lados y en la lejanía, haciéndolo parecer durante un momento como un cuenco. La cámara se estabilizó. Ahora la fotografía mostraba simplemente el parque.

Se veían los largos edificios de subasta de esclavos, los asientos confortables y los palcos para los compradores. Pero lo notable era el inmenso reloj construido en las laderas de la colina.

—El reloj —dijo Jonnie.

—¡Ah, sí, el reloj! —Y el hawvin suspiró y lanzó una mirada a lord Schleim, pero su señoría estaba allí sentado, con una sonrisa en la boca, bajo las gafas y acariciando su cetro.

—Se dice que el reloj está hecho de huesos de esclavos. Enormes masas de huesos han sido insertados en ruedecillas que giran y aparecen por unas ventanillas. Se dice que para hacer esa obra que ven asesinaron a cincuenta y ocho mil esclavas…

—Quería decir la hora y la fecha —dijo Jonnie—. Están escritas en tolnepa y supongo que usted lo lee.

—¡Ah! —exclamó el hawvin, contento de verse libre de la situación; tenía miedo de que lord Schleim lo atacara—. La hora, la fecha. Conozco el sistema numérico tolnepa. Esto fue tomado hace unas dos horas. —Y echó una mirada a su reloj—. Para ser exacto, hace alrededor de una hora y cincuenta minutos. Notable. ¿Fue tomada hoy con el equipo de teletransporte? —Y la miró—. Así debe ser.

—Le doy las gracias —dijo Jonnie y cogió el puntero de manos del hawvin, quien bajó de la plataforma, lanzando a Schleim una mirada algo temerosa.

Jonnie apretó otro botón. Apareció la imagen del planeta Tolnep y sus cinco lunas. Era muy precisa.

—¿Es éste el planeta Tolnep y sus cinco lunas, lord Schleim? —preguntó Jonnie. Schleim barbotó:

—Decir que no, no me ayudará en nada, ¿no es así? Sí, diablo; no se necesita un profesor de astronomía como nuestro amigo el hawvin para detectar que ése es Tolnep y sus cinco lunas —y rió.

—Muy bien —dijo Jonnie—. Entonces, como nativo de Tolnep y alguien indudablemente encariñado con sus lunas, ¿podría decirme qué luna prefiere?

Esta desviación repentina inspiró desconfianza a lord Schleim. Sólo le prestaba la mitad de su atención. Pasaría un tiempo antes de que la flota pudiera llegar, suponía, pero tal vez enviaran adelante un grupo explorador. Miró su reloj. Acarició el extremo del cetro. Le preocupaba cómo hacer para hacer salir a estos emisarios de modo que ellos y los guardias pudieran quedar sometidos a una sola vuelta del extremo del cetro.

—Bueno —gruñó Schleim—: Me temo que en casa tengo cosas más importantes que hacer que andar por allí contemplando lunas.

—¿Y cuál es la que menos le gusta? —insistió Jonnie.

—¡Oh! Cualquiera —dijo lord Schleim, negligente.

Jonnie sonrió. El dragón del casco relampagueó y pareció moverse cuando se volvió hacia los emisarios.

—Como lord Schleim no tiene preferencias —añadió Jonnie, estirando el brazo donde llevaba el puntero luminoso—, elegiremos ésta. ¡Asart! —Y dio un golpecito con la luz—. Observen los curiosos modelos de los cráteres, estas cinco elipses, que distinguen a esta luna.

Lord Schleim sintió un escalofrío repentino. ¡Asart! Bajo la superficie, a cubierto, estaban los enormes almacenes y hangares de la marina tolnepa. Hasta ese local los transportes locales llevaban los trozos de las naves espaciales y en Asart los ensamblaban. Las poderosas naves no atmosféricas tolnepas ni siquiera podían partir de una superficie planetaria. Antes de la entrega de cualquier material o tripulación, se peinaban los cielos buscando presencias hostiles. Antes del despegue de toda nave guerrera, naves espías que partían de la superficie del propio Tolnep revisaban los cielos. ¿Cómo había conseguido esos datos aquel demonio? ¿O era una elección desafortunada? Lord Schleim sintió aprensión.

Y entonces, de golpe, desaparecieron todas las preocupaciones que tenía. El diablo que llevaba la extraña bestia en el casco dijo:

—¿Podría pedir a sus señorías que me acompañaran fuera? Se han dispuesto asientos para la comodidad de ustedes. Y haremos lo que creo que resultará una demostración interesante.

¡Sin quererlo, acababa de resolver el problema de lord Schleim!

Campo de batalla: la Tierra. La victoria
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