2
Brown Limper Staffor se había enfurecido cuando Terl descubrió la ametralladora. Pero la visión del cañón doblado había hecho que se mantuviera tranquilo. Este inmenso monstruo era fuerte.
De modo que se quedó allí parado y aceptó el regalo. De hecho, debía de ser oro, porque era muy pesado. No tenía escrúpulos en aceptar oro, aun cuando pareciera un soborno. Se lo había ganado. Pero sólo pensaba tangencialmente en eso. Seguía buscando ávidamente a Tyler.
Decidió esperar hasta que Terl estuviera ante aquel panel. Vio saludar al capitán Arf Moiphy. Vio que los brigantes se preparaban y empezaban a sacar flechas envenenadas de las bandoleras. Vio todo aquel espectáculo que se desarrollaba en la plataforma. Terl tenía a alguien más allí, metido en un saco. ¿Sería Tyler? No, no podía ser Tyler, porque Terl hubiera gritado. Tal vez era Tyler. ¡Tal vez Terl estuviera engañándolo! No, no podía ser Tyler. ¿Quién era? Pero sí, podía ser Tyler. A quienquiera que fuera le pusieron una máscara de oxígeno. ¡Tenían la intención de llevar a alguien a Psiclo!
No, no podía ser Tyler. Pero tal vez lo fuera.
Al levantarse la nieve, Brown Limper se había sobresaltado un poco. Pero no sucedió nada, salvo que Terl se acercó al bulto.
¡Ah, finalmente Terl volvía hacia el panel! A Brown Limper le habían dicho que los alambres empezarían a temblar. Esperaría ese momento.
Era difícil ver en medio de tanta nieve. Su resplandor blanco y el hecho de que se levantaba con las ráfagas de viento, ocultaban las cosas.
Pero podía escuchar.
Le pareció oír el comienzo del ronroneo de los alambres. No podía estar seguro. El viento hacía ruido y la multitud de brigantes aullaba adioses al general Snith. Brown Limper pensó que lo mejor que podía hacer era esperar hasta que Terl regresara al centro de la plataforma antes de moverse.
En la parte trasera del coche había otra ametralladora. Brown Limper había pensado en todo.
En el momento en que Terl llegara al centro de la plataforma, Brown Limper buscaría en la parte trasera del coche, sacaría la Thompson, la cargaría y correría hasta el borde de la plataforma, disparando una ráfaga sobre el lugar. ¡Ese bulto debía ser Tyler!
Brown Limper se quedó allí, sosteniendo el «regalo», esperando que Terl se apartara del panel. Los aullidos de la tribu brigante y el silbido del viento hacían que fuera imposible escuchar si se había iniciado el zumbido. Tenía que estar seguro.
Era mejor esperar hasta el último momento. Entonces Terl no podría salir de la plataforma para detenerlo.
No escuchó el chapoteo de pies que corrían a su espalda.
¡De pronto, dos manos aparecieron y cogieron el «regalo»! Una cara con una máscara contra radiación y debajo otra máscara, de oxígeno.
Después, a través de todo ese vidrio emplomado, vio una barba rubia.
¡Tyler estaba encima de él!
—¡Corre! —gritó la cara.
Las manos arrancaron el regalo a Brown Limper.
—¡Ponte a salvo! —gritó el rostro medio escondido.
Después el hombre giró y, llevando el paquete, corrió hacia el hangar del complejo. La silueta se adelgazaba en la nieve y era difícil verla.
—¡Dispárale! —urgió Brown Limper a Lars.
Giró. ¡Lars huía! Ya estaba a cien pies de distancia y medio oculto por la nevisca. Corría a toda velocidad hacia Denver.
Entonces Brown Limper registró algo: ¡aquella voz! Conocía la voz de Tyler. Pese a haberla escuchado a través de máscaras, no creía que fuera la voz de Tyler. Había sonado como sueca.
Pero Tyler tenía que estar por ahí, en alguna parte.
Brown Limper se abrió paso hacia la puerta del coche, para conseguir la otra arma. La puerta de ese lado estaba cerrada.
Con cierta desesperación, se apresuró a dar la vuelta al coche. Tenía que conseguir la otra arma.
Y mientras caminaba, por encima de la nieve y los gritos, escuchó la voz de Tyler que venía desde la plataforma. ¡Inconfundible! Tenía que apresurarse.