6
Estaba oscuro cuando aterrizaron en la vieja Academia. Habían volado cerca del polo Norte, rodeando por detrás al sol y llegando antes del amanecer.
Había pocas luces. Nadie había iluminado el campo, porque no era el campo operacional de la zona, y habían tenido que aterrizar confiando en los instrumentos y las pantallas visoras.
El oficial cadete que estaba de servicio dormía profundamente y lo despertaron para que los registrara: «Stormalong, Stam Stavenger, piloto, y Darf Mac Nulty, copiloto, de regreso de Europa, avión de combate para estudiantes 86290567918. Ningún problema, ningún comentario». El cadete de guardia lo escribió. No se molestó en pedir que firmaran.
Jonnie no sabía dónde se alojaban Stormalong y Darf. No se había acordado de preguntar. Probablemente, Stormalong en los dormitorios de los superiores. ¿Y Darf? Pensó rápido. «Darf» llevaba todavía la pesada bolsa de comida y una caja de herramientas. Después de todo, aquí Stormalong era un as.
De pronto, Jonnie cogió la bolsa de comida y la caja de herramientas y se las dio al cadete.
—Por favor lléveme esto a mi habitación.
El cadete lo miró con extrañeza. En este lugar, hasta Stormalong se ocupaba de coger y llevar sus propias cosas.
—Hemos estado volando durante días sin dormir —explicó Jonnie, fingiendo que se tambaleaba.
El cadete se encogió de hombros y levantó los bultos. Jonnie esperó que lo guiara y lo hizo.
Llegaron a un dormitorio separado y entraron. Era el de Stormalong. En una pared tenía un tapiz noruego con un paisaje. Stormalong se había puesto cómodo.
El cadete dejó caer la bolsa de comida y las herramientas sobre la mesa y se dispuso a marcharse. Pero aunque era Angus quien originalmente había reconstruido esta base y la conocía bien, no podía saber dónde se alojaba Darf. Rápidamente, Jonnie cogió la mitad de la comida y la caja y volvió a ponerlas en los brazos del cadete.
—Ayude a Darf a llegar a su habitación. El cadete pareció estar a punto de protestar.
—Se hirió el brazo jugando a los bolos —dijo Jonnie.
—Parece como si usted también se hubiera lastimado la cara, señor —advirtió el cadete. Estaba bastante malhumorado por perder tiempo de sueño, pero salió.
Hermoso comienzo, pensó Jonnie. Para entonces, sir Roberto estaría seguramente hablando de que hay que planear bien las incursiones. Una incursión se planea, estaría diciendo. Una misión tan peligrosa como ésta y no se había empleado tiempo en planearla.
El cadete y Angus no habían regresado, de modo que tenía que suponer que todo había salido bien. Se sacó la ropa y se acostó en el camastro de Stormalong. Se obligó a dormir. Lo necesitaría.
Pareció que habían transcurrido sólo segundos cuando despertó alarmado, porque alguien lo sacudía del hombro. Se sentó bruscamente, metiendo la mano bajo la manta para coger el revólver explosivo. Una máscara facial. Una máscara respiratoria. La «mano» era una pata.
—¿Ha entregado mi carta? —susurró Ker. Era completamente de día. El sol del fin de la mañana entraba por el cristal descolorido de la ventana.
Ker dio un paso atrás, mirándolo de manera extraña. Después, el psiclo enano fue cautelosamente hasta la puerta para asegurarse de que estaba cerrada, miró en torno buscando micrófonos u otros dispositivos de vigilancia y regresó a la cama, donde Jonnie ya se había sentado.
¡Ker lanzó una carcajada!
—¿Es tan evidente? —preguntó Jonnie, un poco malhumorado y apartándose el cabello de la frente.
—Para un idiota poco observador, no —dijo Ker—, pero para alguien que ha sudado en tantos asientos de conductor y en tantos pozos como yo contigo, sí. ¡Te conozco, Jonnie! Puso su pata en la palma de Jonnie.
—¡Bien venido al profundo pozo, Jonnie!… Quiero decir, Jonnie transmutado en Stormalong. ¡Que el metal vuele y los carros rueden!
Jonnie tuvo que sonreírle. Ker era muy payaso, y en cierta forma le tenía afecto.
Ker se acercó mucho y susurró:
—Sabes que aquí podrías hacerte matar. La noticia se difunde y pasa por las grietas de los dormitorios…, los dormitorios de la gente importante. Tú y yo también, si nos atrapan. Cautela es la consigna. ¿Tienes antecedentes criminales? ¿No? Bueno; los tendrás cuando hayan terminado contigo. ¡Es buena cosa que estés en manos de un verdadero criminal como yo! ¿Quién vino contigo? ¿Quién es Darf ahora?
—Angus Mac Tavish —contestó Jonnie.
—¡Ajá! Ésa es la mejor noticia que me podías dar, aparte de tu presencia. Angus tiene un don para desenredar las cosas complicadas. Yo controlo las cosas. ¿Qué hacemos primero?
—Primero —respondió Jonnie— me visto y como algo. No pienso mostrar mi cara en ese comedor. Es Stormalong quien ha entrenado a la mayor parte de estos cadetes.
—Exacto, mientras yo entrenaba a los operarios de las máquinas. He estado haciendo un gran trabajo con eso, Jonnie —Jonnie estaba vistiéndose, pero Ker seguía charlando—. Esta Academia es lo más divertido que he conocido nunca, Jonnie. Estos cadetes…, les cuento historias sobre cómo te enseñé y las cosas que tú hacías…, la mayor parte mentiras, inventadas para obligarlos a trabajar mejor…, y les gusta. Saben que son mentiras. Nadie podría reunir treinta y nueve toneladas de metal por hora con una máquina de palas. Pero ya entiendes. Tú me conoces; me gusta este trabajo. ¿Sabes? Es la primera vez que me alegro de ser un enano. No soy mucho más alto que ellos y ellos creen…, Jonnie, esto te matará si no te matan antes… ¡Creen que soy medio humano! —Se había sentado en la cama, que se hundió bajo sus setecientas libras de peso y estuvo a punto de derrumbarse cuando se puso a rodar por ella, riendo—. ¿No es divertido, Jonnie? Medio humano, ¿comprendes? ¡Les digo que mi madre era una hembra psiclo que violó a un sueco!
Pese a la gravedad de su misión, Jonnie tuvo que sonreír. Se estaba poniendo las ropas de Stormalong.
Ker había dejado de reír. Estaba sentado allí, con aire pensativo.
—¿Sabes, Jonnie? —dijo, y suspiró tan fuerte que la válvula de su máscara susurró y se levantó—. Creo que es la primera vez en mi vida que tengo amigos.
Comiendo un poco de desayuno y bajándolo con algo de agua, Jonnie dijo:
—Lo primero que hay que hacer es ir a ver al comandante de la Academia y decirle que quieres que Stormalong y Darf sean asignados en seguida a tu proyecto especial. Estoy seguro que los de arriba te han dado autoridad.
—¡Oh, tengo autoridad! —dijo Ker—. La autoridad me sale por mis peludas orejas. Y los de arriba están encima mío para que termine con ese circulador de gas respiratorio. Pero les dije que necesitaba ayuda y repuestos de la mina de Cornwall.
—Bien —dijo Jonnie—. Diles que en un par de días llegará Dunneldeen para reemplazar a Stormalong en los entrenamientos. Di que tú lo has arreglado para evitar que la escuela padezca. Después te consigues un coche de superficie cerrado y lo traes frente a este edificio, metes dentro a Darf y regresas, me golpeas la puerta y nos vamos.
—Bien, bien, bien —repuso Ker mientras salía.
Jonnie revisó su revólver explosivo y lo puso dentro de su chaqueta. En una o dos horas sabría si Ker estaba jugando limpio. ¿Y hasta entonces…?