2

Jonnie miró al tolnepa y sacudió la cabeza con tristeza.

Miró a la asamblea. Estaban echados hacia atrás y empezaban a aburrirse. Por un rato había parecido que allí sucedía algo que les concernía.

—Señorías —dijo Jonnie—, por favor, perdonen esta digresión del principal objetivo de la reunión. Este… este tolnepa está solicitando que terminemos con esta preocupación menor de una incursión a un planeta pacífico. De modo que, con el permiso de ustedes, creo que no tengo otra elección más que arreglar este pequeño incidente.

¡Sí, oh, bueno! ¡Adelante! No se ve dónde desembocará todo esto ahora. Suponemos que el tolnepa seguirá interrumpiendo todo el tiempo. De modo que adelante.

Jonnie suspiró:

—Gracias, señorías. Son ustedes muy tolerantes.

Después se volvió hacia lord Schleim. Jonnie se afianzó bien sobre sus pies. Había cogido la clava y se daba golpecitos en la palma.

—Lord Schleim —dijo Jonnie—, porque creo que es así como lo llaman, por favor, muestre las órdenes entregadas a sus almirantes y capitanes.

Lord Schleim rió.

—Sabe usted muy bien que un emisario no puede llevar consigo los archivos de un establecimiento militar. Además…, aunque usted, siendo un bárbaro, no tiene idea de esto…, un comandante tolnepa tiene libertad para ejercer la autonomía en las expediciones militares.

—Tal como yo lo sospechaba —dijo Jonnie—. No hay órdenes legales.

—¡No he dicho eso! —siseó el tolnepa.

—Me temo que sí lo ha dicho —insistió Jonnie—. Y ahora no tengo más remedio que proceder, porque está usted retrasando procedimientos más importantes.

Jonnie golpeó dos veces la palma de su mano con la clava. Los golpes sonaron como dos disparos de pistola.

En el extremo del corredor hubo un rápido movimiento, súbito, al entrar dos técnicos uniformados empujando una carretilla minera. La carretilla había sido bañada en oro y resplandecía. Sobre * ella había un proyector de tamaño considerable, también bañado en oro. Era una pantalla proyectora atmosférica. Su uso general era el de proyectar fotografías de galerías o túneles de minas. Utilizaba una luz de proyección basada en el mismo principio de un cable de blindaje atmosférico, con una variante. La luz, al golpear los iones atmosféricos, los hacía condensarse en un grado mayor o menor y devolver el reflejo. Poniendo en la escena original una regla como escala, podía entonces tomarse la fotografía proyectada y realmente medir las distancias punto por punto. De esta manera, proyectaba en el vacío una escena tridimensional.

Los técnicos lo pusieron en su lugar, donde proyectaría sobre el gran espació vacío que estaba a la izquierda de Jonnie. Colocaron un tablero de botones múltiples en la mesa invisible, junto a la mano de Jonnie. Se inclinaron ante la audiencia y se retiraron.

Habían entrado tan rápido y se habían retirado con tal celeridad que lord Schleim no había tenido tiempo de formular una objeción.

—¡Debo protestar por esta exhibición estúpida! No permitiré que siga arrastrando a este augusto cuerpo…

—¡Schleim! —dijo severamente Jonnie—. No le hará ningún bien tratar de oponerse a esta evidencia, cuando sabe usted muy bien que esto va en contra suya.

Murmullos de los emisarios. Siéntese, Schleim. Quédese quieto. Esto parece que va a resultar interesante. ¡Chist, Schleim!

Jonnie apretó dos botones. El spot que había en la puerta se apagó y simultáneamente se proyectó una fotografía. Era un primer plano tridimensional, muy detallado, de Roof Arsebogger. A los emisarios les parecía que estaba allí mismo, en lo que había sido un espacio vacío. No había sonido. Pero ellos nunca habían visto antes un proyector minero de atmósfera por la sencilla razón de que los psiclos no comercializaban nunca equipos de entretenimiento y esto formaba parte del equipo minero.

La cara de Roof Arsebogger contenía aún las llagas de la enfermedad. Sus colmillos eran negros y uno de ellos estaba roto. Iba vestido con algo que parecía haber sido encontrado en un lupanar. Esto formaba parte de una larga serie de fotografías tomadas por los pilotos que hacían la cobertura aérea en el río Purgatorio. Habían sido tomadas con una cámara radial de telefoto. Habían dejado las instantáneas en la habitación de Jonnie, para ayudar a pasar el tiempo en que había estado fuera de combate.

—¿Este hombre es miembro de su gobierno? —preguntó Jonnie—. Conteste cuidadosamente, Schleim. ¿Es éste un ministro de algún departamento, un oficial de los militares?

Varios emisarios rieron disimuladamente. La figura era tan desagradable que si éste era un miembro del gobierno tolnepa…, ¡bueno!

Lord Schleim estaba estupefacto. Miró la fotografía. ¡Qué criatura tan desagradable!… ¡Daba náuseas! Con los ojos algo deslumbrado todavía por las luces que despedía el diablo, dio un golpe a su filtro y miró otra vez. ¿Había algo familiar con respecto a esta figura?

El hecho de que escudriñara con tanta atención produjo la impresión de que tal vez el gobierno tolnepa estuviera compuesto por tipos como éste. Varios emisarios rieron sin disimulo.

Esto lo consiguió.

—¡Por supuesto que no! —espetó lord Schleim—. ¡Esa inmunda criatura sería echada de cualquier departamento gubernamental de Tolnep! Usted me insulta. ¡Usted insulta Tolnep! Está llevando adelante una campaña calculada para degradar la dignidad e importancia de mi oficina y mi planeta. Debo protestar…

—Tranquilo —dijo serenamente Jonnie—. Presté atención a esto. Usted ha dicho que no forma parte de su gobierno y no tiene atribuciones oficiales. ¿Es eso correcto?

—¡Absolutamente! Si usted cree…

—Entonces —preguntó Jonnie—, ¿cómo es que está dando órdenes al cuarto-almirante Snowleter?

Apretó otro botón. La cámara pareció alejarse. En la escena se produjeron movimientos. Se vio el puente del Capture, junto con el diamante acuchillado, la insignia tolnepa. Y allí estaba el cuarto-almirante Snowleter frente a la horrible criatura Roof Arsebogger:

Jonnie oprimió otro botón. Apareció el sonido. El ronroneo de una nave capital no atmosférica, proveniente de la vibración del cristal de la ventana del puente, fue claramente dominado por la voz de Roof Arsebogger:

—¡Debe actuar independientemente, Snowleter! ¡Debe hacer lo que le ofrezcan las mejores posibilidades de lucro privado! ¡Lo que le estoy diciendo que haga es que baje a esa base y lo coja todo para usted! Una vez que tenga este planeta bajo su control personal, pueden decir a los demás que se larguen. Aplaste el lugar. Tome la gente y véndala en su propio beneficio. Yo lo cubriré. ¡Y le guste o no, es lo que debe hacer! ¡Yo tengo el poder! ¡Y nos repartiremos los beneficios! ¿Ha comprendido?

Snowleter sonreía. Se tocó su gorra de cuarto-almirante en un saludo.

—¡Estoy a sus órdenes!

Jonnie oprimió otro botón. La cámara pareció alejarse aún más. Mostró toda la fuerza conjunta en el cielo, sobre el río Purgatorio. No había sonido.

—Ése es su almirante, ésa es la flota —dijo Jonnie y oprimió un par de botones.

La fotografía se había ido y el spot volvió a encenderse.

Los emisarios estaban arrobados. Nunca habían visto antes proyección atmosférica. Era como mirar una escena totalmente viva. Sí, ésa era la flota tolnepa. Ése era el almirante. La actitud de lord Schleim decía a las claras que lo era.

De pronto, lord Schleim explotó:

—¡Fotografías trucadas! Cualquiera puede manipular las grabaciones. La llamada evidencia…

—¡Oh, vamos, Schleim! —dijo Jonnie—. La pomposidad y la histeria no podrán con ella. Estas fotografías eran demasiado claras como para ser «manipuladas» como usted dice. —Y se volvió hacia los emisarios—: De modo que ya ven, señorías, que el almirante tolnepa no actuaba bajo las órdenes de su gobierno, sino que obedecía las órdenes de un civil. Estaba actuando para su beneficio personal y no para el de su planeta. ¡Tranquilo, Schleim! No puede obliterar las pruebas con su escandaloso mal humor. Acepten mis disculpas por su conducta, señorías. Se puede simpatizar con su posición. A propósito, este cuarto-almirante Snowleter es el tío del medio-capitán Rogodeter Snowl y fue arrastrado a esta aventura por su sobrino, según lo indican discos y huellas de los que disponemos. Fue un asunto de familia y la aventura pirata está siendo continuada por su sobrino, como es obvio.

Jonnie no les dijo que en las fotografías había muchas cosas que demostraban que este punto no era necesariamente así, pero era clarísimo que había sido Roof Arsebogger quien incitara al almirante.

—De modo que se ha probado la acusación de piratería —confirmó Jonnie—. Aquí tenemos una flota operando según una autoridad que no es la de su gobierno. Si me conceden un minuto más, pediré sencillamente a este Schleim la rendición de esas naves y después podremos dedicarnos a asuntos más apropiados, sobre piratería y tratados. Schleim, por favor, ¿quiere llamar a quienquiera que esté ahora a cargo de la flota y decirle que reúna sus naves en una pradera cuyo nombre le daré?

—¡Usted debe estar loco! —gritó lord Schleim—. Nuestra flota domina sus cielos y usted nos pide…

—Que ayuden a terminar con una aventura pirata —dijo Jonnie, terminando la frase en su lugar—. Señorías, perdónenme, pero este Schleim va a ocupar un poco más de su valioso tiempo antes de que puedan librarse de él. Con permiso de ustedes, finiquitaremos este odioso asunto.

Sí, sí, por supuesto, adelante. Más tarde nos ocuparemos del tratado. Estaban de acuerdo. Los emisarios de los planetas combatientes se miraban algo asustados. ¿Quién demonio los habría mezclado en esto?

El hombrecito gris parecía menos avergonzado.

Pero estudiando a lord Schleim, sir Roberto supo que todo estaba muy lejos de haber terminado. Estaba aprovechando el momento para sisear en su radio. Estaba dando órdenes, algo sobre utilizar los ataques suicidas. Debía de estar algo perturbado, porque hablaba psiclo.

Sir Roberto se disculpó y fue rápidamente a la sala de operaciones para decir a sus fuerzas lo que estaba sucediendo, para pedirles que se mantuvieran alertas, que redoblaran sus esfuerzos por contraatacar.

El primer hombrecito gris se deslizó tuera y dio a su nave la orden de encender dos luces rojas y cambiar la señal radial al texto siguiente: «¡Alerta, alerta! En esta zona está teniendo lugar una conferencia interplanetaria, intergaláctica. Cualquier nave capital o navío de cualquier tipo que entre en esta zona estará quebrantando una ley intergaláctica y su gobierno o dueño quedará sujeto a los castigos que se le impongan. ¡Alerta, alerta! En esta zona está teniendo lugar…».

Campo de batalla: la Tierra. La victoria
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