5

Según le dijeron a Jonnie, la firma del tratado se haría esa tarde.

Lord Dom y Dries Gloton fueron a la sala de operaciones. Dries parecía estar muy complacido.

—He oído decir —empezó— que el representante de la Tierra llegó anoche. Asegúrese de que está presente en la firma.

Jonnie se miró el reloj. Era media mañana. Fue a la habitación donde habían puesto al viejo guerrero y a Dunneldeen.

Éste estaba de pie y vestido y parecía encontrarse bien, pese a su cara vendada. Sir Roberto apenas comenzaba a abrir los ojos, aturdido, de modo que Jonnie se llevó a Dunneldeen a la sala de operaciones.

—Quiero que te ocupes de este puesto —indicó Jonnie—. Me quedaré para la firma, pero inmediatamente después saldré a buscar a Stormalong.

Pasó un rato dando instrucciones a Dunneldeen y volvió junto a sir Roberto.

El viejo escocés gruñía como un oso. Estaba sentado en el borde de la cama, con sus huesudos miembros apenas cubiertos, y comía algo que le había llevado el jefe Chong-won.

—¡Firma de tratados! —gruñó entre dos bocados—. Pérdida de tiempo. Nunca respetarán ningún tratado. Éste es un hermoso planeta y lo quieren. Yo tendría que estar en Edimburgo, ayudando a sacar a aquella gente. ¡Oh, usted tenía razón, Mac Tyler, deberían haber estado en Cornwall!

Jonnie le dejó terminar la comida y después, mientras tomaba un poco de té, salió y consiguió un proyector atmosférico. Y aunque sir Roberto pasaba la mayor parte del tiempo murmurando y maldiciendo porque no estaba en Edimburgo, Jonnie lo instruyó cuidadosamente sobre todo lo que había sucedido y lo que podían hacer. Cuando terminó, se quedó callado.

—¡No soy diplomático! —explicó sir Roberto—. ¡Ya lo he probado! ¡Y tampoco soy abogado ni banquero! Es una posibilidad muy remota, pero haré lo que me dice.

Eso era lo que Jonnie deseaba.

A media tarde fueron a la sala de conferencias. Sir Roberto llevaba su traje de gala y Jonnie su casco y su túnica negra. Nadie les prestó demasiada atención.

Los emisarios habían preparado el tratado que Jonnie había oído votar y lo habían escrito en un gran rollo, de modo tal que los emisarios podían ir hasta la mesa, firmarlo, colocar sus sellos, hacer que la firma o el modelo o impresión fueran certificados por el banco, y luego volver a su asiento.

Era una especie de desfile. Dries Gloton y Fowlojpan eran los únicos que estaban de pie junto a la mesa.

Sir Roberto se sentó y maldijo la pérdida de tiempo, pero lo hizo en voz muy baja y sólo para los oídos de Jonnie. Firmaban y firmaban. Los llevó casi una hora.

La última firma era la de la Tierra, y sir Roberto fue y puso su nombre, consiguió una cerilla, disolvió un trozo de cera y después aplastó su gran anillo de sello encima. Dries trazó alrededor la certificación bancaria y levantó el pliego.

—Certifico aquí —dijo Dries— que el Banco Galáctico comprueba la autenticidad de este tratado de Kariba, Tierra. Está completo. Me atrevo a sugerir que se hagan inmediatamente copias y sean transmitidas a todas las naves implicadas.

—Y desplegando el tratado, sacó del bolsillo del pecho un pequeño pictórastreador y lo pasó de arriba abajo por el papel.

Jonnie se lo pasó a Dunneldeen, a operaciones, para que hiciera transmisiones y copias para ellos y todos los delegados y el banco.

El señor de los hawvin se puso en pie.

—Acabo de recibir la noticia de que todos los prisioneros fueron conducidos al lugar designado y recibidos allí por el representante de la Tierra.

Dries miró a Jonnie. A media mañana Thor le había informado que había habido siete pilotos, tres soldados rusos, dos rusos civiles y un escocés prisioneros. Trece en total. Estaban en buenas condiciones, pero como ninguna de las naves invasoras tenía el tipo de comida de los terrestres, estaban famélicos, e indudablemente hubieran muerto de sometérselos a un viaje espacial de meses. Los habían llevado a toda prisa a Aberdeen para practicarles una alimentación endovenosa y para tratar daños menores. Thor se había peleado con el oficial hawvin, porque uno de los pilotos recordaba a otro que estaba seguro que los tolnepas tenían otro prisionero. Después de despachar al primer grupo, Thor se había quedado vigilando y, sí, los tolnepas tenían otro piloto: un alemán. Les había llevado dos horas conseguir que lo entregaran. Después juraron que no tenían a nadie más. Thor les creyó.

—Nuestro oficial declara que se nos han devuelto los prisioneros —dijo Jonnie.

Entonces, los emisarios que tenían naves en órbita dieron sus órdenes a sus respectivos comandantes.

Hubo una espera. Luego llegó Dunneldeen para informar que, según se había visto en Rusia, la flotilla en órbita se había iluminado, colocándose en formación alrededor de las naves tolnepas y desapareciendo. Se había observado el fenómeno del aumento de tamaño y la desaparición. Se había perdido el contacto radial.

El grupo salió y Angus disparó a un lord Schleim desdeñoso, desnudo y encadenado, al mercado de esclavos de Creeth. Los emisarios regresaron a la sala de conferencias.

Sir Roberto pensó que eso era todo. Estaba sentado en la primera fila, refunfuñando.

Dries Gloton sonrió. Se acercó a sir Roberto y sacó un papel grueso del bolsillo.

—Señorías —manifestó Dries a la asamblea—, sois testigos de que ya no hay disputa sobre la posesión de la Tierra. El gobierno el planeta está intacto. El rey está recobrándose. El representante de la Tierra que tenemos aquí está legalmente capacitado para actuar en nombre del gobierno. ¡El título del planeta es claro! —exclamó triunfante—. ¡Emisario de la Tierra! ¡Le entrego a usted en consecuencia una noticia de delincuencia por pagos atrasados! Si después de una discusión, pero en ningún caso más tarde de una semana, esta hipoteca permanece impagada, se producirá su ejecución en el planeta y todos sus bienes y personas. —Y dejó caer el papel en el regazo de sir Roberto—. ¡Considérese usted legalmente avisado por el procedimiento correspondiente!

Sir Roberto se quedó allí sentado, mirando el papel.

Dries Gloton dedicó a Jonnie una sonrisa de tiburón.

—Muchas gracias por traerlo aquí y en presencia de otros para que pudiera entregársele legalmente este papel. Además de ser gerente de sucursal, actúo habitualmente como departamento cobrador.

Fue hacia una silla y cogió un montón de grandes folletos, de un pie de alto. Regresó a la plataforma y se dirigió a los emisarios reunidos.

—Honorables señores —empezó Dries—, el cometido inicial de esta conferencia (aclarar el título de la Tierra) se ha completado. Sin embargo, sé que cada uno de vosotros tiene total autoridad para adquirir territorios para vuestro estado. Hay otros medios, además de la guerra.

Los nobles se encogieron de hombros. Uno de ellos dijo que la guerra era el método más seguro. Otro alegó que la salud mental del pueblo dependía de la guerra. ¿Cómo iba un estado a demostrar su poder sin la guerra?, se preguntó Browl. Dom intervino para indicar que sin préstamos para la guerra al Banco Galáctico le costaría mucho sobrevivir. Otro refirió, riendo, que los gobernantes sólo se hacían famosos si hacían la guerra. Todos estaban de buen humor.

Jonnie escuchó todo esto con una especie de horror. Conoció entonces la crueldad impersonal implícita en un gobierno importante.

—Prosiga, excelencia —señaló Fowlojpan, riendo—. Todos sabemos lo que va a decir.

Dries sonrió y empezó a repartir los folletos.

—Aquí hay unos apuntes que tomé mientras esperaba que se aclarara el título de propiedad. Encontrarán en ellos datos como la masa, la superficie, el tiempo, la cantidad de mares, la altura de las montañas, y también algunas panorámicas. En realidad, es un planeta muy interesante. Permitirá subsistir a varios miles de millones de personas, siempre y cuando puedan respirar aire. Pero la mayor parte de vosotros tiene colonias de respiradores de aire que ya están atestadas.

Terminó de repartir los folletos y los nobles empezaron a hojear las fotografías en color.

—Tenéis garantías subsidiarias y crédito y muchos de vosotros, incluso, efectivo. Ocuparlo sólo requeriría un mínimo de fuerzas mercenarias porque, como sabéis, sus defensas están muy anticuadas y tiene un mínimo de personal para resistir la invasión. El traspaso de título incluye la gente y Tos bienes. Por tanto, si quisierais quedaros un poco más, en los próximos siete días habrá una subasta de este planeta por embargo bancario, a menos que se llegue a arreglos para el pago de sus deudas…, lo que parece poco probable, porque no tienen efectivo, garantías subsidiarias o crédito. Gracias, señorías.

Todos charlaban, examinaban el folleto y parecían hallarse de vacaciones. Era evidente que se quedarían por allí, incluso aquellos que provenían de universos distantes.

—¡De modo que sólo era una cuestión de dinero! —dijo Jonnie a Dries Gloton.

Dries sonrió.

—No sentimos la menor hostilidad hacia ustedes. El banco es el banco y el negocio es el negocio. Es preciso pagar las obligaciones contraídas. Cualquier niño lo sabe.

El banquero se volvió hacia sir Roberto.

—Prepare una reunión para iniciar las negociaciones tan pronto como pueda, ¿quiere? Después podremos terminar con esto.

Sir Roberto y Jonnie salieron.

Campo de batalla: la Tierra. La victoria
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