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Había sido arriesgado, pero Thomas había pensado que valía la pena correr ese riesgo. Había salido de la basílica para llamar a Claudio al Vittoria Parc y a continuación había apagado el móvil. Si lo estaban siguiendo a través de la señal del móvil, irían allí, pensando que se encontraba en el interior de la iglesia. Comenzó a moverse apresuradamente por entre las estrechas calles de la ciudad, poniendo rumbo a la carretera donde Claudio iba a recogerlo. Pero todavía quedaban quince minutos para eso, y el castillo que había al otro lado de la carretera parecía el lugar más seguro donde permanecer.
Dobló la esquina a toda prisa. Al final de la calle que tenía ante sí pudo ver el cielo y el borde del muro del castillo. También pudo ver cómo Brad Iverson se acercaba hacia él. Mientras Thomas frenaba en seco, la sorpresa de Iverson se esfumó. Se arrodilló, sacó de debajo de la chaqueta la pistola, extendió el brazo y lo disparó una vez.
Thomas se tiró al suelo y rodó por él mientras los disparos se sucedían sin cesar. Una maceta que había bajo una ventana estalló en una lluvia de abono y tierra. El humo comenzó a salir de los adoquines cuando otra bala rebotó silbando a su lado. Entonces Thomas se puso en pie con dificultad e Iverson se incorporó con aire resuelto y corrió hacia él.
Thomas corrió a ciegas, escondiéndose en un callejón, corriendo sin dejar de mirar al frente. Atravesó una fila de ropa tendida y todo pensamiento consciente desapareció. Vio una puerta entreabierta, lo meditó durante un brevísimo segundo, y a continuación corrió hacia ella y la cerró de un portazo.
Guerra lo estaba persiguiendo. Escuchó el golpe sordo de una puerta al cerrarse y, cuando dobló la esquina, vio cómo se giraban las bisagras de la sacudida.
—Muy inteligente —se dijo en alto, mientras pasaba de largo.
Thomas sabía que no podía vencer a Iverson. Lo había visto de cerca y el tipo era sin lugar a dudas un atleta que trabajaba duro para mantenerse en forma. Thomas solo tenía su astucia y las peculiaridades de la ciudad a su favor.
Aquí vienen los sarracenos, pensó mientras giraba a la derecha y a continuación tomaba el primer cruce a la izquierda. No tenía idea de adónde iba, ni de lo cerca que estaba Iverson de él.
Dos cruces más. Estaba aminorando el paso. Un tercer cruce. Entonces regresó a la calle principal e hizo acopio de las fuerzas que le quedaban para correr hasta el puente que llevaba al castillo.
—Está allí —gritó Guerra.
Hambre se había unido a él. Sus ojos fulgían de ira por la forma en que Knight se le había escapado de las manos en la iglesia.
—¿Qué le ha ocurrido a la señal? —dijo Peste por el teléfono.
—Es por las calles y los edificios —dijo Guerra—. Hay demasiadas interferencias.
—O eso o lo sabe.
—No —dijo de repente Hambre, blandiendo su propio móvil como si de un cuchillo se tratara—. Ya vuelve.
—De acuerdo —dijo Guerra mientras miraba el castillo—. Entra primero. Yo iré después. Peste, vigila la señal e infórmanos de sus movimientos. La señal se cortará allí de manera intermitente, pero cuando tengas una señal clara, te quiero cerca y siguiéndola. Muévete.
Otra jugada arriesgada. Thomas había entrado a toda prisa en el castillo, había apagado el móvil y se había dado un momento para estudiar el lugar. La entrada se encontraba en la esquina oeste del muro que rodeaba el castillo. En el interior estaba la torre del homenaje con dos entradas y coches aparcados junto al muro que daba al frente. La torre estaba vacía. Tenía un patio y sus paredes eran la parte interior de las salas, oficinas y salas de exposición. Tenía todo tipo de servicios. En medio del patio, bajo cuatro palmeras, Thomas encendió el teléfono durante un segundo.
Comenzó a sonar.
Dudó y, después, lo cogió.
—No puedes esperar salir con vida de esto —le dijo una voz familiar.
—Hermana Roberta —respondió—. ¿Preocupándose por mi bienestar espiritual?
—Debería haberme matado cuando tuvo la oportunidad —dijo.
—Probablemente fue un error, sí —dijo Thomas mientras pensaba con rapidez. Sabía que se estaban acercando, que estaban intentando localizar su posición. Podían incluso tener a un francotirador en algún punto del lugar… Se desplazó hasta la puerta al nivel del suelo que tenía más cercana y entró a una sala iluminada. De sus paredes colgaban máscaras extravagantes y de vivos colores: la exposición de arte y artesanía local—. ¿Hola? Me temo que estoy perdiendo su señal…
Se escuchó un crujido, una serie de notas electrónicas descendentes y a continuación se hizo el silencio. Thomas colgó y corrió hacia al patio y hacia la entrada por la que había entrado. Junto a la entrada había un arco de piedra y unas escaleras con una señal de prohibido el paso. Las subió a toda velocidad y llegó hasta un techo abierto por el que se accedía a los muros del castillo. Se encontraba en la torre de la esquina desde donde se contemplaba el puente.
Se agachó. Estaba en un tejado más que en una torre, y el borde de la piedra solo medía medio metro de alto. Se arrastró hasta el muro y miró hacia abajo. Brad Iverson estaba cruzando el puente. A menos de veinte metros le seguía una monja franciscana.
Entonces, ¿dónde está…?
Se giró boca arriba y vio al demonio aparecer por las escaleras con un cuchillo en ristre.