14
—Era su mujer —concluyó Jim, recapitulando para lograr aclararse.
—Ex mujer —puntualizó Thomas mientras miraba alrededor de la habitación. Quizá debería llevarse los documentos y demás papeles de su hermano.
—Ex mujer —rectificó Jim—, con quien no hablaba desde el divorcio.
—No estamos divorciados —dijo Thomas—. Ella es católica. No puede divorciarse —añadió, no sin cierta amargura—. No quería abandonar la Iglesia, pero tampoco podía permanecer en el mismo continente que yo. Así que, siguiendo el consejo de mi hermano, regresó al lugar donde nos conocimos y se quedó allí.
—¿Dónde se conocieron?
—En Japón. —La mera pronunciación de aquella palabra le causaba dolor.
—Pero ella no es japonesa, ¿no?
—Nació en Boston —le informó Thomas—. Segunda generación.
—Así que ha llamado para darle el pésame…
—No ha llamado por eso —dijo Thomas—. No era el motivo real de su llamada. Quería advertirme.
—¿Hablándole de un viaje que realizó a Arizona con ella y su hermano? No lo capto.
—Jamás nos reímos en Arizona —explicó Thomas de manera misteriosa—. No fuimos de excursión. Estuvimos todo el tiempo en la habitación del hotel gritándonos durante cinco días y, cuando regresamos a casa, ella cogió sus cosas y se marchó. Se suponía que aquel viaje iba a unirnos más, pero nos separó del todo.
—¿No recorrieron el cauce de un riachuelo seco?
—Yo sí lo hice —dijo Thomas—. Ella no. Estaba enfadado y me fui a hacer senderismo por una maldita montaña. La cuestión es que estaba trepando por una roca, demasiado furioso como para prestar atención a lo que estaba haciendo, me caí y me rompí el tobillo. Me llevó toda la noche regresar hasta donde se encontraba el coche, y para entonces estaba casi muerto del agotamiento y la insolación. Kumi dio por sentado que la había abandonado y cogió un taxi hasta el aeropuerto, así que ni siquiera se enteró de lo que había ocurrido hasta una semana después, tiempo en el que los dos estábamos demasiado enfadados el uno con el otro. Fue el broche final perfecto para un viaje desde el infierno.
—¿Qué hay de Ed? ¿No pudo ayudar?
—Quizá pudiera haberlo hecho —respondió Thomas mientras cerraba el maletín y se volvía para mirar a Jim—. Pero no estaba allí.
Jim se lo quedó mirando.
—¿Cómo?
—Puede que no fuéramos la pareja perfecta —dijo Thomas—, pero cuando decidimos hacer un viaje para intentar arreglar nuestro matrimonio, no pensamos en llevar a mi hermano con nosotros. Especialmente porque él fue parte del motivo de la ruptura.
—Si estaba intentando avisarle de algo, ¿por qué simplemente no lo dijo? —preguntó Jim.
—Porque está asustada.
—¿De qué?
—No lo sé, pero no está asustada por ella, sino por mí. Se lo pregunté y me lo dijo: «Es por ti por quien estoy preocupada». De todo lo que me ha dicho, esa frase ha sido lo único que ha sonado a ella. Eso y todo lo que me ha dicho acerca de volver al origen.
—¿Que significa…?
—Donde todo esto empezó, supongo —dijo Thomas.
—¿Que es dónde?
—«Ed dijo que era como aquel lugar al que había ido» —repitió Thomas para que Jim lo supiera también.
Durante un segundo el sacerdote pareció desconcertado, y entonces Thomas le cogió la mano derecha y se la abrió. El trozo de papel con la dirección que el sacerdote tenía en la palma de la mano.
—Thomas —observó—. Esto es una locura.
—No sé qué más hacer —le indicó Thomas—. No sé qué es lo que está ocurriendo. Mi ex mujer cree que estoy en peligro y, teniendo en cuenta mi episodio del zoo, yo diría que tiene razón. Mi hermano está muerto y nadie va a decirme por qué o cómo ha ocurrido. Toda esta situación es una completa locura y lo único que sé con certeza es que comenzó aquí. En Italia. Eso es lo que ella me está diciendo. Comienza allí.
Cogió el trozo de papel con la dirección que su hermano fallecido había dictado por teléfono al sacerdote que tenía ante sí dos meses atrás.
—Tenía muy poco en común con mi hermano —dijo—, y no tengo interés alguno en lo que creía, pero tengo que averiguar qué le ocurrió. Se lo debo. Me voy a Nápoles.