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13 de marzo de 2036

BASS

—¡Qué ilusión escuchar tu voz! —Ángel miraba a un monitor que ocupaba toda una pared de la sala de control.

La cara de Amanda Wells, hermana de Mick Harris, le sonreía desde Princeton. Su tía había envejecido con gracia. Los largos cabellos dorados se habían convertido en un amasijo de rizos paja que le llegaban a la altura de los hombros. Las arrugas propias de la edad apergaminaban la piel alrededor de sus vivaces ojos grises y de los labios que no habían perdido volumen.

Amanda se quitó de la cara una hebra de pelo teñido con una mano que evidenciaba su artritis y le dedicó una amplia sonrisa.

—Tengo una información importante. —Amanda parecía cansada—. Llevo toda la noche en contacto con los técnicos del GCP y con los servicios meteorológicos de varios países. —Se cara se contrajo en un rictus de preocupación—. Los generadores del Global Consciousness Project detectan unas leves desviaciones en los gráficos desde primera hora, como si el mundo intuyera un suceso de colosales dimensiones.

Ángel se adelantó en la mesa donde estaba sentado y torció el gesto.

—Ya sabes que eso puede deberse a cualquier fenómeno mundial. —Tragó saliva, entendiendo las palabras no pronunciadas de Amanda—. Es imposible atribuir sin más esas variaciones en el ruido cuántico a la próxima colisión.

—Eso pensé yo al principio —contestó la científica—. Pedí a los encargados de vigilar las curvas recogidas por los generadores numéricos que, como ya sabes, están presentes en todos los países del mundo, que buscaran explicaciones alternativas, pero esas desviaciones son demasiado extrañas.

—En el año 2020, tras presentar los resultados del proyecto a la comunidad científica, se aceptó por unanimidad la existencia de una consciencia colectiva capaz de prever los hechos relevantes de la historia y de alterarse conjuntamente en momentos puntuales de gran expectación —inquirió Ángel con voz aburrida, como si repitiera una lección en el colegio—. Así que todos los países decidieron aceptar la colocación de los generadores aleatorios para controlar los resultados con mayor exactitud. Ahora el GCP ha pasado a ser considerado una herramienta que puede alertar a cualquier gobierno sobre posibles altercados o problemas en su jurisdicción.

A Amanda se le escapó una carcajada mientras aplaudía.

—¡Lo has dicho todo de carrerilla! —ironizó—. Voy a puntuarte con un diez. —Le guiñó un ojo—. De todas maneras, te has olvidado de mencionar la gran importancia del proyecto a la hora de cuantificar el grado de relevancia que otorga la población en según qué asunto y lo útil que le ha resultado eso a los políticos; así como los múltiples usos militares.

La mirada de Ángel se ensombreció al recordar cuáles eran esos usos, los militares que utilizaron los gráficos para averiguar dónde se encontraba su mayor oposición. Su intención era erradicar a la competencia.

—Vamos a dejar la ética para otro día —dijo al fin, sacudiéndose los recuerdos—. Ahora me gustaría saber por qué consideras tan importante las desviaciones actuales.

Amanda se mordisqueó las uñas.

—Hay varias razones. La primera es que falta un mes exacto para la fecha prevista, y las curvas han empezado a trastocarse en el momento en el que el día despuntaba en el primer país del mundo en el que ven la aurora. —Bajó los ojos a unos papeles que tenía en la mesa—. La segunda es que, justo en ese momento, han empezado una serie de fenómenos meteorológicos de grandes dimensiones en todo el mundo: un huracán en Alaska que ha arrasado varias poblaciones, un tsunami en el sur de Estados Unidos, unas lluvias torrenciales en el Sahara, un terremoto en el sur de Francia y un largo etcétera.

—Extraño —inquirió Ángel, rascándose el mentón—. Todos esos fenómenos no son nada frecuentes en los lugares en los que se han producido.

—Si a eso le sumas los temblores de tierra que se registran en la llanura de Salisbury y el calentamiento de la corteza terrestre en la meseta de Giza, tenemos un cóctel explosivo.

Ángel se levantó de la silla y empezó a dar vueltas por la habitación.

—El Apocalipsis —dijo—. Es como si el mundo intuyera el posible fin de nuestro mundo conocido. —Se paró en seco y miró a su tía—. Y no hablo solo de los humanos, porque tú acabas de decirme que la naturaleza también se ha trastocado.

—Nos enfrentamos a algo de dimensiones colosales —apostilló Amanda—. Nunca nos planteamos la posibilidad de que todas las profecías existentes a lo largo de la historia del hombre sobre el fin de sus días pudieran ser ciertas. Ahora deberíamos afrontar a la posibilidad real de que el mundo que conocemos se destruya.

Las piernas de Ángel se detuvieron frente al ordenador central. Durante unos instantes permaneció en silencio mientras se dedicaba a consultar las múltiples referencias al fin del mundo.

—En muchas culturas a lo largo de la historia de las civilizaciones se ha hablado del fin del mundo —expuso, sin levantar la vista de la pantalla—. Sería interesante debatir la diferencia entre el fin de la humanidad y el fin de la Tierra.

—En la tradición judeocristiana se contempla un fin devastador que proviene del exterior —dijo Amanda.

Ángel levantó una ceja.

—Es importante que tengas en cuenta la referencia a ese algo que proviene del exterior. —Tecleó unos datos en el ordenador—. Varias tribus de Oceanía comparten la creencia de que el fin del mundo conocido será a través del fuego o del agua; los seguideros del zoroastrismo también anunciaban el fin de los tiempos a través del fuego; las profecías incas auguraban un estremecimiento de la tierra, un aire lleno de huracanes y tornados, un océano con grandes olas y un calor abrasador por parte del sol; Rasputín auguró textualmente: «Las aguas arrasarán las tierras, el Sol abrasará y dejará ciego a quien lo mire, los animales serán emponzoñados por culpa del aire y los humanos no sabrán bajo qué piedra esconderse»; en el Apocalipsis de San Juan se hace referencia a las enfermedades del agua, del cielo y de la tierra, que atacarán a los hombres. —Ángel levantó los brazos a la altura de la cabeza y le dedicó una mirada cargada de significado a su tía—. ¡Dios mío! Estoy seguro de que estamos ante un cataclismo anunciado por todas las civilizaciones de la historia. Ahora no tengo tiempo de repasar todas las referencias que han surgido desde que el hombre domina la Tierra, pero estoy seguro de que todas coinciden en lo esencial.

—Grandes cataclismos, un meteorito, cambios climáticos, fenómenos atmosféricos y el calor abrasador del sol, que también se podría interpretar como el fuego de Apophis —apostilló Amanda, con una furiosa aceleración de los latidos cardíacos—. ¡Acaba de empezar!

El secreto de los cristales
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