93

25 de enero de 2035

BASS

Las alucinaciones no acababan de remitir ni con la medicación que Ángel le había prescribito. Ingrid llegó a borde del Bass cinco días atrás aquejada de síntomas psicóticos. Creía ver una serpiente reptando por todos lados, acercándose a su oreja, como si sus pesadillas nocturnas estuvieran a punto de cumplirse.

No tenía consciencia de la realidad. Era como si viviera en un mundo paralelo donde se confundían las imágenes de su vida y las de la víbora tricéfala que luchaba por apoderarse de sus pensamientos. Tenía recuerdos fragmentarios y confusos de su pasado, destellos borrosos de personas, lugares y decisiones. En algunos momentos recordaba a su marido y a sus hijos con cariño, como si nunca los hubiera abandonado. En otros, se veía a ella misma cometiendo crímenes, sesgando vidas, apretando el gatillo. Era como vivir en un tiovivo emocional que la llevaba atrás y adelante en el tiempo, desde su infancia como Dolly hasta su madurez como Ingrid, separando ambas personalidades, como si cada una de ellas conviviera en un mismo cuerpo, pero fuera dominada por una mente distinta.

Las arremetidas de la serpiente eran cada vez más intensas. Ingrid acabó recluida en un rincón oscuro del camarote, menguada en una posición fetal, con las piernas recogidas por los brazos cerca del cuerpo, llorando desconsolada, aguantando la presión. En algún lugar de su cerebro ardía una pequeña llama que la ayudaba a mantener a la víbora alejada, pero el fuego se reducía cada día.

Cuando la llave giró en la cerradura un escalofrío la recorrió. Cada vez que la luz inundaba el camarote se sentía más vulnerable, como si la serpiente adquiriera fuerza a través de los aparatos eléctricos. Cerró los ojos con saña, sin atreverse a mirar a la persona que entraba, tal como llevaba haciendo los últimos días cada vez que le traían la comida, o la medicación, o intentaban que se aseara.

—No te asustes, tía Ingrid. —La voz de Mick le llegó distorsionada por los recuerdos de una tarde lejana, con la jeringuilla preparada, inyectándole un nanovirus mortal—. No voy a abrir la luz, sé que te molesta.

No contestó. Estaba aterrada al verlo caminar hacia ella cojeando, con todo un lado del cuerpo paralizado.

—No temas —dijo el chico con voz melosa—. No quiero hacerte daño, solo necesito hablar unos minutos contigo.

—¡Vete de aquí! —gritó sin dejar de removerse inquieta—. La serpiente te va a atrapar, ¿no la ves?

Mick se acercó a la cama tanteando el suelo con los pies para avanzar en la negrura. Llegó al catre donde su tía no paraba de moverse presa de los espasmos que recorrían su cuerpo.

—Tía Ingrid —la llamó en un susurro—. Sé que la serpiente viene a por ti, que quiere poseerte. Pero debes ser fuerte, aniquilar la posibilidad de que entre en tu mente, porque eso solo le dará más poder. El fuego se alimenta de fuego. Ese es tu elemento y no debes dárselo.

Ella lo buscó desconcertada, con los ojos saltando de un lugar a otro, como si las palabras del chico tuvieran un sentido que no acababa de descifrar.

—Una hoguera —dijo al fin—. Tengo una hoguera que quema dentro de mí, la veo en sueños, pero se está apagando.

El dolor de cabeza de Mick regresó de nuevo con mayor virulencia. Llevaba una semana con nuevos síntomas y las visiones que lo asaltaban con asiduidad aumentaban su sensación de malestar. Sin embargo, no podía renunciar a la lucha. Sabía que la única manera de ayudar a su tía era con los cristales, apartando a la serpiente para siempre de ella. Lo vio en las imágenes. Pero también vio la amenaza que supondría ella después del ritual.

Mick se quedó allí un rato, arrullando a Ingrid, indeciso, con los cristales quemando en su bolsillo. ¿Debía someter a Ingrid al ritual?

El secreto de los cristales
titlepage.xhtml
sec_0001.xhtml
sec_0002.xhtml
sec_0003.xhtml
sec_0004.xhtml
sec_0005.xhtml
sec_0006.xhtml
sec_0007.xhtml
sec_0008.xhtml
sec_0009.xhtml
sec_0010.xhtml
sec_0011.xhtml
sec_0012.xhtml
sec_0013.xhtml
sec_0014.xhtml
sec_0015.xhtml
sec_0016.xhtml
sec_0017.xhtml
sec_0018.xhtml
sec_0019.xhtml
sec_0020.xhtml
sec_0021.xhtml
sec_0022.xhtml
sec_0023.xhtml
sec_0024.xhtml
sec_0025.xhtml
sec_0026.xhtml
sec_0027.xhtml
sec_0028.xhtml
sec_0029.xhtml
sec_0030.xhtml
sec_0031.xhtml
sec_0032.xhtml
sec_0033.xhtml
sec_0034.xhtml
sec_0035.xhtml
sec_0036.xhtml
sec_0037.xhtml
sec_0038.xhtml
sec_0039.xhtml
sec_0040.xhtml
sec_0041.xhtml
sec_0042.xhtml
sec_0043.xhtml
sec_0044.xhtml
sec_0045.xhtml
sec_0046.xhtml
sec_0047.xhtml
sec_0048.xhtml
sec_0049.xhtml
sec_0050.xhtml
sec_0051.xhtml
sec_0052.xhtml
sec_0053.xhtml
sec_0054.xhtml
sec_0055.xhtml
sec_0056.xhtml
sec_0057.xhtml
sec_0058.xhtml
sec_0059.xhtml
sec_0060.xhtml
sec_0061.xhtml
sec_0062.xhtml
sec_0063.xhtml
sec_0064.xhtml
sec_0065.xhtml
sec_0066.xhtml
sec_0067.xhtml
sec_0068.xhtml
sec_0069.xhtml
sec_0070.xhtml
sec_0071.xhtml
sec_0072.xhtml
sec_0073.xhtml
sec_0074.xhtml
sec_0075.xhtml
sec_0076.xhtml
sec_0077.xhtml
sec_0078.xhtml
sec_0079.xhtml
sec_0080.xhtml
sec_0081.xhtml
sec_0082.xhtml
sec_0083.xhtml
sec_0084.xhtml
sec_0085.xhtml
sec_0086.xhtml
sec_0087.xhtml
sec_0088.xhtml
sec_0089.xhtml
sec_0090.xhtml
sec_0091.xhtml
sec_0092.xhtml
sec_0093.xhtml
sec_0094.xhtml
sec_0095.xhtml
sec_0096.xhtml
sec_0097.xhtml
sec_0098.xhtml
sec_0099.xhtml
sec_0100.xhtml
sec_0101.xhtml
sec_0102.xhtml
sec_0103.xhtml
sec_0104.xhtml
sec_0105.xhtml
sec_0106.xhtml
sec_0107.xhtml
sec_0108.xhtml
sec_0109.xhtml
sec_0110.xhtml
sec_0111.xhtml
sec_0112.xhtml
sec_0113.xhtml
sec_0114.xhtml
sec_0115.xhtml
sec_0116.xhtml
sec_0117.xhtml
sec_0118.xhtml
sec_0119.xhtml
sec_0120.xhtml
sec_0121.xhtml
sec_0122.xhtml
sec_0123.xhtml
sec_0124.xhtml
sec_0125.xhtml
sec_0126.xhtml
sec_0127.xhtml
sec_0128.xhtml
sec_0129.xhtml
sec_0130.xhtml
sec_0131.xhtml
sec_0132.xhtml
sec_0133.xhtml
sec_0134.xhtml
sec_0135.xhtml
sec_0136.xhtml
sec_0137.xhtml
sec_0138.xhtml
sec_0139.xhtml
sec_0140.xhtml
sec_0141.xhtml
sec_0142.xhtml
sec_0143.xhtml
sec_0144.xhtml
sec_0145.xhtml
sec_0146.xhtml
sec_0147.xhtml
sec_0148.xhtml
sec_0149.xhtml