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5 de marzo de 2036

Barcelona

Las temperaturas se negaban a registrar subidas importantes. Las hojas no querían salir de las ramas peladas que se congelaron aquel invierno austero y helado que sacudió la capital catalana. Los transeúntes copaban Las Ramblas abrigados con bufandas y guantes, desafiando a la bruma que cubría un día gris y apagado.

Ángela y George caminaban abrazados, como dos enamorados, llenándose de la esencia del lugar, sin dejar de tirar monedas a las figuras vivientes que poblaban una de las calles más emblemáticas de la ciudad, donde parecía que el tiempo se hubiera detenido muchos años atrás. Eran unas anchas avenidas llenas de paradas y personajes pasados de moda que entretenían a los múltiples turistas con movimientos robóticos.

Desde que decidieron arriesgarse a regresar a la urbe que Ángela consideraba su hogar, no paraban de mirar constantemente hacia todos lados, con el miedo a ser descubiertos pegado a ellos, como si los disfraces que los convertían en un matrimonio mayor en viaje turístico desde su Inglaterra natal no pudieran protegerlos de sus enemigos.

La huida de Ingrid de la cárcel donde la tenían confinada los puso en alerta. Fueron demasiado indulgentes con ella al destinarla a un ala con mínima seguridad, confiaban en que la medicación la mantuviera sedada hasta que la amenaza de Apophis desapareciera, y no contaron con la posibilidad de que consiguiera sobreponerse.

Cada vez estaban más cerca del día del impacto del asteroide, Ángela vivía en constante agitación nerviosa. Era como si presintiera el peligro acechando detrás de cada esquina, un peligro del que le era muy difícil escapar.

Dejaron atrás la estatua de Colón y bordearon el mar rumbo a la Barceloneta por el paseo marítimo remodelado a mitad de los años veinte. El aumento del parque móvil de la ciudad obligó a la Generalitat a adaptar algunas zonas de Barcelona a las nuevas necesidades de los turistas que llenaban las arcas de los comercios. Una de las medidas más vitoreadas fue la de canalizar todo el tránsito de la zona marítima por unos túneles bajo tierra que permitían crear zonas peatonales al aire libre. Así, el nuevo Paseo Colon se convirtió en una rambla de baldosas azuladas y grandes espacios de césped donde antiguamente se encontraba la calzada.

Ángela se cerró la gabardina beige para protegerse de las ráfagas de viento que soplaron de repente. La humedad le calaba en los huesos estremeciéndola.

George la abrazó más fuerte.

—Deberíamos regresar al hotel —le dijo, señalando uno de los accesos a la zona motorizada que se repartían cada dos metros—. Ya has visto la librería y tu ciudad, ahora necesitamos conocer nuestro próximo destino.

—Tienes razón —concluyó Ángela, caminando en dirección a las escaleras que conectaban con la red de calles subterránea—. Si no recuerdo mal, aquí cerca hay una parada de taxi.

Cuando llegaron al hotel Vela, una construcción que databa de 2009 y que se remodeló siguiendo el mismo patrón tres años atrás, los truenos estremecían el cielo oscurecido.

—Vamos allá. —Ángela se sentó en la cama con las piernas cruzadas y situó el dibujo del fuego delante de ella. Era una acuarela con varios trazos superpuestos en tonalidades rojizas que insinuaban algún tipo de figura geométrica.

—Te velaré hasta que despiertes —George la besó en los labios antes de sentarse a su lado—. Te alimentaré con este nuevo chisme que me ha enviado tu hermano Ángel. —Señaló un aparato con un tubo circular, dotado de una aguja al final, que inyectaba en la sangre las cápsulas de nutrientes básicos concentrados que se colocaban en el tubo—. Desde luego, ¡contar con una inteligencia como la de Elena es un lujo!

Ángela fijó la vista en las líneas del dibujo, con el deseo de penetrar en sus entrañas y volar al pasado, al monumento que representaba el fuego y guardaba su energía. La habitación se oscureció. La cicatriz de su espalda empezó a quemar, como si un hierro ardiente se pegara a ella. Los ojos se le cerraron, el cuerpo se estiró lentamente sobre la cama y su mente empezó a proyectar las imágenes de un pasado muy lejano.

El secreto de los cristales
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