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12 de diciembre de 2035
Montenegro
Una sonrisa maliciosa se perfiló en los labios de Rocío al salir del baño. Acababa de utilizar su recién estrenado don para doblegar la voluntad de Isaac, y eso le encantaba. Cuando se miraba al espejo, una sensación extraña se apoderaba de ella, como si sus ojos traspasaran el cristal y recorrieran el mundo en busca de una persona concreta para entrar en su mente y dominarla a distancia.
Eran las once menos cuatro de la mañana.
Rocío se acercó a la ventana para observar de lejos el partido de tenis de Domingo. Su marido la quería mucho, pero ella era incapaz de amar a nadie. Su corazón se volvió una piedra cuando Mick la abandonó, y nunca había vuelto a sentir calidez en él.
Se vistió despacio, deslizando las prendas con sutileza sobre su cuerpo ajado por los años. El momento de retomar las riendas de la organización se acercaba, podía casi saborear la victoria. Una vez se deshiciera de sus hijos el triunfo estaba asegurado, y ella quería protagonizar la llegada de Apophis, a pesar de las connotaciones de sus actos.
En la mesa del comedor encontró un copioso desayuno a base de frutas frescas, tostadas con mantequilla, café con leche y yogur natural. Una de sus obsesiones era controlar la alimentación para esquivar en lo posible los achaques de la edad. Se sentó en su silla y se sirvió zumo de naranja recién exprimido mientras su mente funcionaba a pleno rendimiento para trazar el plan de actuación.
—¡Qué tarde te has levantado hoy! —Inés entró en el comedor cargada con el ordenador y varios folios que contenían datos importantes de la organización—. Deberías echarle un vistazo a los planos de los refugios y a los artilugios que han ideado los expertos.
Rocío le lanzó una mirada aprobatoria a su sobrina. La veía como una persona con una mente tan pérfida como la suya. Era fría, insensible y calculadora. De pequeña fue una niña introvertida, con una inclinación oculta por el mal que la acercó a su tía Nicole. Ambas se cubrieron las espaldas durante los años posteriores, sin demostrar nunca su alianza secreta. Eso les sirvió para ejecutar planes de lo más retorcidos. La cara de buena persona de Inés era una tapadera perfecta. Sus modales eran impecables y fingía una vena sentimental que cuadraba a la perfección con el engaño.
—Es muy importante localizar a George —dijo Rocío en tono implacable—. Representa una amenaza para todos nosotros.
—No tenemos la más mínima idea de dónde puede estar. —Inés se sentó al lado de su tía y distribuyó la documentación por la mesa—. Hemos perdido el rastro de Ingrid, de George y de toda la familia Noguera.
—Ha llegado el momento de activar nuestras redes de infiltrados. Llama a todos los adeptos para ejecutar la primera parte del plan. ¡En cuatro meses llega Apophis!
—No estoy segura de las lealtades, Ingrid lleva años intrigando a nuestras espaldas... ¿Crees que podemos confiar en nuestros hombres?
Rocío dejó la tostada en el plato, se secó los labios con la servilleta y suspiró.
—Tienes razón, debemos actuar con extrema cautela. Todos los planes están colgando de un hilo. ¿Recuerdas la serpiente de tres cabezas que viste cuando recuperé la memoria?
—Dijiste que era la representación de Apophis que venía a ayudarte a encontrar el camino.
—Encierra una amenaza. En las historias antiguas no se menciona ninguna víbora tricéfala. —Se levantó, caminó hacia el espejo que decoraba la pared del recibidor y contempló su tatuaje a través del reflejo—. Ruth se refirió a Apophis como una serpiente gigantesca, indestructible y poderosa, cuya función consistía en trasmitir a su descendiente toda la fuerza necesaria para atraer al meteorito a la Tierra. Jamás habló de tres cabezas ni de tres personas con una conexión.
Eso significa que el elegido es uno de los tres representados.
—Es una analogía de la lucha diaria de Ra contra Apophis. En los próximos cuatro meses tendremos que asistir a dos batallas antes de enfrentarnos a la definitiva.
—Y en ellas se cortarán las dos cabezas sobrantes para que solo quede una en pie. El verdadero elegido.