28
4 de noviembre de 2035
Hospital Clínico, Barcelona
—¿Dónde está George? —Ángela empezó a deshacerse del embotamiento mientras se rendía a la evidencia de la última imagen que había recibido.
—No lo sé.
Mick buscó a su padre por el pasillo.
—El agente que vigila la habitación dice que recibió una llamada y se fue al exterior del edificio mientras mantenía una acalorada discusión con su interlocutor —dijo tras volver del pasillo.
Ángela desencadenó un llanto histérico.
—Debía de ser su madre. —Sorbió por la nariz—. ¿Estará de su parte?
Ángel y Agustí la miraron de hito en hito. ¿Cómo se le ocurría a Ángela semejante disparate? Nicole estaba muerta y enterrada, ellos asistieron al sepelio, incluso Ángel tuvo acceso al informe forense.
—No me miréis así. —Ángela se sosegó—. No estoy loca. Esta noche George me ha contado que Nicole fingió su muerte y huyó a México con una nueva identidad tras pasar por varias operaciones de estética. —Hizo una pausa para recuperar el aliento—. Ahora se llama Rocío Ortiz y vive en la selva mexicana. Ella ordenó el asesinato de mamá, de Mick y de tío Martí, y nos ha enviado al asesino para intentar sonsacarnos algo que no sé.
—Si estaban discutiendo es que papá es de los nuestros. —Mick se aferró a la esperanza.
—George tiene una serpiente tatuada en el mismo lugar en el que yo tengo la marca —afirmó Ángela con dolor—. Llevo unos días recibiendo visiones del pasado y todas están relacionadas con una serpiente como esa. Creo que quieren ayudar al asteroide Apophis a impactar contra la Tierra el 13 de abril del año que viene. Lo que no acabo de comprender es por qué.
—¡Inés también tiene una serpiente tatuada en esa parte de la espalda! —Ángel se quedó lívido—. ¿Qué te hace pensar que eso es importante?
—El asesino tenía este tatuaje en la espalda. —Mick le mostró el esbozo de una serpiente a su tío—. Lo vi cuando se le desgarró el traje.
—Pues Ingrid también lleva esa víbora tatuada en el mismo lugar. —Agustí no quería creer la posibilidad de que su mujer perteneciera al bando contrario.
Se quedaron todos mudos unos instantes, intentando digerir los descubrimientos. Sabían que luchaban por salvar a la humanidad contra un enemigo poderoso. ¿Acaso todos aquellos en quienes confiaban eran del otro bando?
—El tatuaje identifica a los seguidores de Apophis. —George entró en la habitación con semblante abatido—. Mamá creó una marca distintiva entre los de nuestra familia directa. ¿Por qué querrá destruir la humanidad?
—Si no lo sabes tú... —insinuó Agustí con sarcasmo.
George caminó hacia la cama, se sentó junto a Ángela y suspiró.
—Mamá acaba de sufrir un infarto mientras discutía conmigo. —Se irguió y se enjugó los ojos—. Nunca fue una buena madre, pero es la mía y la quiero.
—¿Está muy grave? —Ángela le acarició el mentón con ternura. Tenerlo cerca anulaba por completo su capacidad de sentir otra cosa que no fuera amor por él.
—Domingo, su marido, dice que los médicos la han ingresado en la UCI con pocas esperanzas, pero mamá es una luchadora.
Agustí se acercó a él con la cara contraída en un rictus de ferocidad. Lo agarró del brazo, lo obligó a levantarse y lo amenazó con el puño cerrado cerca de la cara.
—¿Quién nos asegura que no has venido a matarnos?
—Nadie. Tú decides qué creer. —George confrontó la mirada asesina de Ángel sin perder la compostura—. En mi defensa te diré que nunca he sido un ferviente seguidor de mi madre, muy a su pesar.
—No voy a ser tan fácil de convencer. —La voz de Agustí parecía un cuchillo—. Has aparecido en el momento justo, ¿acaso piensas que somos estúpidos? —Aumentó la presión sobre el brazo a la vez que acercaba el puño a la cara de George.
—¡Suéltalo! —Mick se abalanzó contra la espalda de su tío—. ¡Él no te ha hecho nada! ¡Suéltalo de una vez!
El puño de Agustí empezó a relajarse despacio. Le soltó el brazo a George y se sentó en el suelo con la cabeza hundida entre las manos.
—No sé en quién confiar —sollozó—. ¿Ingrid es una de ellos? ¿Cómo ha podido engañarme durante tantos años?
Ángel caminó hacia él y le puso la mano en el hombro para reconfortarlo.
—Inés también me ha utilizado para infiltrarse entre nosotros. Quizás hemos pecado de ingenuos.
—Solo los miembros de mi familia llevan el tatuaje. —George volvió a sentarse en la cama con Mick a su lado—. Dejadme ver una foto de vuestras mujeres, quizás las reconozca.
Ambos hermanos buscaron la fotografía en los móviles de última generación que funcionaban como un álbum portátil.
—¡Es mi prima Emily! —dijo George, reconociendo el rostro de Inés en el móvil de Ángel—. Tía May dijo que se largó con un motorista, pero yo nunca acabé de creérmelo. Emily era una chica más bien apocada, sumisa y nada rebelde. No me encajaba ese cambio de actitud.
—Inés no puede ser tu prima Emily. —Ángel negó con todo su cuerpo esa posibilidad—. Conozco a sus padres, a sus primos, a sus tíos. ¡Es imposible que sea otra persona!
—Olvidas que mi madre tiene una red de adeptos importantísima. ¡Le creó una familia a medida para no levantar sospechas! —Le lanzó una mirada circunspecta a Ángel—. Lo siento, pero tu mujer lleva años interpretando un papel.
—La conocimos gracias a Mar —insistió Ángel—. Y nos ayudó en París. No me cuadra para nada que sea de los malos. ¿Por qué no delató nuestra posición? Ella estuvo en Bali cuando mamá y Ron se fueron a Cachemira. Podía alertar sobre la localización de la casa de Ray o sobre los planes para huir de la isla y ayudar a Mick y a mamá a llegar a la batalla final.
—Ese ha sido vuestro error desde el principio —dijo George—. Mi madre no tenía intención de desatar el diluvio ni comulgaba con las ideas paranoicas de tu padre, solo lo utilizó para colocar a los peones en su sitio y esperar al momento de Apophis.
—¡Por eso me amenazó de pequeña! —Ángela se irguió—. ¡No quería que interfiriera en sus planes!
—Cuando descubrió el potencial de tu don quiso matarte. —George la abrazó—. Pero no podía hacerte daño sin encontrar antes los cristales. No sabía si eras necesaria para activar los puntos de energía.
—¿Qué puntos de energía? —Mick estaba desconcertado por el giro que había tomado la situación.
—Mamá nunca me explicó dónde estaban esos puntos, solo conozco una parte de la historia.
—Por lo que puedo deducir, es importante que encontremos los cristales antes que ella —inquirió Ángela—. Explícanos la parte de la historia que conoces.
—Mamá dice que el origen de esta unión de ciclos se encuentra en la era prehistórica. El 13 de abril del año que viene se cumplirá un año sideral desde que se inició, y es el día en el que debe cerrarse. Cada año sideral Apophis surca el espacio con la intención de caer sobre la Tierra y destrozar la raza que la domina.
—Y la lucha entre las dos fuerzas opuestas de la naturaleza decanta la balanza. —apuntó Ángela con la mirada dirigida hacia la ventana.
—No solo eso. —George asintió, admirado por la capacidad intuitiva de Ángela—. Si Apophis destruye la raza dominante, la persona que representa el bando de la serpiente consigue la salvación eterna e inicia la nueva era.
—¡Todo esto es demasiado descabellado! —se quejó Agustí—. Salvación eterna, fuerzas de la naturaleza que luchan, un asteroide que amenaza la Tierra... ¡Demasiadas cosas absurdas!
—O no. —Ángela se incorporó—. La historia jurásica apunta a que fue el impacto de un meteorito contra la Tierra lo que destruyó a los dinosaurios. ¿Por qué no puede ser parte de algo cíclico? ¿Quién nos dice que no han existido otras razas dominantes en la Tierra que no conocemos?
—Es imposible. —Mick chasqueó la lengua—. Los paleontólogos o los arqueólogos tendrían pruebas fósiles de la existencia de otras especies dominantes.
—Quizás las han encontrado, pero no han establecido el dominio. —Ángela se mordió el labio—. O simplemente se ha borrado cualquier rastro. Nadie conoce con precisión la historia. ¿Quién nos asegura que los dinosaurios fueron los primeros en dominar el hábitat terrestre? Según las informaciones que tenemos, nuestro planeta ha estado expuesto a eras glaciales y lleva miles de millones de años existiendo. No es descabellado pensar que otras especies desaparecieron sin dejar rastro.
Agustí se acercó a George sujetando el móvil con la mano temblorosa.
—Vamos a dejarnos de suposiciones y a pensar en el presente. —Aguantó la respiración y le enseñó la foto de Ingrid a George —. ¿La reconoces?
Al ver la foto, George abrió tanto los ojos que parecía como si las pupilas quisieran salir de ellos. Agrandó la boca a la vez que emitía unos jadeos y el corazón bombeaba el triple de sangre de la habitual. Sintió un sudor frío perlar todo su cuerpo y una corriente de irrealidad recorrerle la espina dorsal. ¿Era posible?