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Durante todo ese tiempo, Zzt había estado fluctuando entre la esperanza y la sospecha.
Las cabriolas de aquel avión lo desconcertaban. Sabía que no tenía amigos. ¿Quién querría rescatarlo? No se le ocurría. Char había sido su compañero de trabajo, y Char había desaparecido y estaría indudablemente muerto, porque ¿quién se perdería la oportunidad de regresar a casa? Y no había aparecido en el momento del disparo. Terl. Probablemente lo habría matado Terl. De modo que no podía ser Char. ¿Quién más había? Nadie. ¿Quién estaba interesado en rescatarlo? Era una circunstancia altamente sospechosa.
Ese atontado de Nup había aterrizado aparentemente encima del bombardero para evitar caer sobre la superficie helada… Era hielo; en aquel horrible frío podía sentirse el Ártico. El hielo se sentía de una manera especial en la atmósfera. Terrible planeta. No se podía culpar a Nup por eso. Era una táctica bastante habitual que un avión aterrizara encima de otro cuando era averiado por un disparo o se quedaba sin combustible, para poder llegar a lugar seguro. De modo que el hecho de que Nup hubiera pensado en ello no era precisamente meritorio. Pero aquel estúpido loco había aterrizado lejos del centro y hacía que el bombardero derrapara y sobre todo que se deslizara. Y ese deslizamiento provocaba náuseas a Zzt.
Cuando comprendió que alguien estaba obviamente interesado en la puerta, buscó en su bolsa un cortador de metal molecular, descubriendo para su consternación que no tenía ninguno. Sabía que no podía funcionar con esa chapa molecular laminada, pero lo habría intentado.
Entonces, quien fuera había disparado sobre el lugar.
¡Alguien estaba intentando matarlo! Había tenido razón al creer que no tenía amigos.
El interior tenía enormes estructuras de sostén y Zzt se había aplastado rápidamente contra el casco para aprovecharse de la proyección del ancho marco.
Espió cautelosamente el exterior y después se tranquilizó un poco. La diana eran los goznes. Estaban tratando de arrancar la puerta. Zzt sabía que los goznes no se romperían, pero al mismo tiempo resultaba interesante que alguien estuviera tratando de hacerlo. ¿Por qué? ¿Por qué alguien deseaba quitar la puerta? No tenía ningún sentido.
Todo avión de minería, fuera cual fuese el uso al que se dedicara, seguía una tradición determinada. Todos los empleados eran básicamente mineros. Las técnicas, procedimientos y equipo mineros eran a esta compañía como el kerbango a su torrente sanguíneo, y aún más. Grúas, montacargas, escaleras de cable, cables de salvamento, ganchos, redes, incluso llevaban los papeles de un lado a otro con unas cucharas que tenían forma de pala de minero. Era absolutamente increíble que el avión de ahí fuera no tuviera una escalerilla y cuerdas de salvamento.
Así que ¿por qué no se limitaba a alcanzarle una escalera y una cuerda, permitiéndole sincronizar el balanceo de la puerta y meter la escalera en el avión? Podía bajarle una mochila propulsora e incluso atraparlo en el aire.
Todo eso era tan rutinario para Zzt, que la idea de que alguien tuviera que sacar una puerta resultaba una precaución extraña.
¿Estaría alguien tratando de robar un barril? Eso era imposible. Estaban todos soldados. Todo dentro de este maldito desecho estaba blindado, por fuera y por dentro. Estas naves eran complicadísimas de reparar y le había fastidiado el tiempo que le llevara a Terl. Con aquel aparato no se podía llegar a nada. Era sencillamente una cosa de usar y tirar. De modo que nadie podía robar nada allí.
¿Estaban intentando enviarlo a otra parte? Bueno, no se podía hacer eso sin llaves, y él no tenía llaves.
Entonces ¿qué pasaba?
La barrera de fuego que mantenía totalmente abierta la puerta y la fijaba en esa posición facilitaba el descenso de una escalera de cable. ¡Muy bien! ¿Dónde estaban la escalera y el alambre de seguridad? Nada aparecía colgando en aquella inmensa boca abierta.
Zzt acababa de adelantarse para espiar cuando resplandecieron unos relámpagos cegadores, transformando el interior en un estallido de sucias motas de polvo de óxido flotante que se elevó con el disparo.
De pronto escuchó la aceleración de un motor de avión.
Ni siquiera tuvo tiempo de ponerse detrás del protector marco.
¡Frente a sus ojos medio ciegos un avión apareció en la puerta!
Las placas del suelo se estremecieron; el metal crujió.
El avión había caído sobre la plataforma de carga, al lado interior de la puerta.
Zzt retrocedió tambaleándose, esperando que estallara. Pero súbitamente el motor se apagó y el peculiar sonido de la cohesión molecular, parecido al de un mordisco de colmillo, anuló el gemido moribundo de los componentes. El avión había sacado sus patines de agarre con un cálculo del tiempo y una precisión que Zzt no había visto nunca.
Vacilante a causa del golpe y descompuesto ya por la oscilación, Zzt se tambaleó. El avión tenía aún las luces encendidas. A través del resplandor, procuró ver al piloto. No conseguía darse cuenta. Se adelantó dando bandazos con la mano puesta sobre el revólver de cinturón. Seguía sin poder ver al piloto. La puerta de cristal blindado… el piloto se incorporaba lentamente.
¡Un ser pequeño! ¡Una máscara! ¡Un extraño cuello de chaqueta, de piel!
Zzt dejó escapar un chillido casi histérico:
—¡Un tolnepa!
En medio de una ciega confusión, Zzt sacó el revólver y disparó. Lo hizo una y otra vez.
Los disparos golpeaban contra una ventana blindada. ¡Estaba intentando penetrar una ventana blindada! También estaba tratando de retroceder y huir.
El bombardero se deslizó. Zzt se golpeó contra un barril de gas, pisó el cable y empezó a caer, tendiendo las patas para salvarse. El revólver salió volando, golpeó contra las placas del suelo, se deslizó y cayó por la puerta abierta, al vacío que lo esperaba abajo.
Resbalando y reteniendo el aliento en sollozos, Zzt se colocó detrás de un marco distante para protegerse. ¡Estaba convencido de que era un psiclo muerto!