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La lámpara minera de Jonnie iluminó los suelos y muros de lo que parecían ser interminables corredores y habitaciones. El lugar era inmenso. Oficinas, oficinas y más oficinas. Dormitorios. Almacenes. Los pasos sonaban huecos, perturbando el milenario sueño de los muertos.
El primer descubrimiento fue un fajo de duplicados de los planos de la base. Un escocés lo encontró en el cajón de un escritorio de recepción. No eran muy detallados y aparentemente se habían hecho para guiar a los oficiales visitantes. El escocés pidió permiso para distribuirlos, y corriendo, con la lámpara de minero balanceándose, puso una copia en manos de Jonnie.
Existían plantas y más plantas. No era un laberinto en un solo nivel, sino que también había estructuras que alcanzaban una gran profundidad.
Estaba buscando una oficina de operaciones, un lugar donde se amontonaran los despachos, donde se guardara la información. Operaciones… operaciones… ¿dónde estaría eso?
Detrás de él se inició una discusión. Eran Angus y Roberto el Zorro en el otro extremo del corredor.
—¡Sé que es todo por ascensores! —gritaba Angus.
Se escuchó un murmullo de Roberto.
—Sé que todo es eléctrico. ¡Ya aprendí todo eso en la escuela primaria! ¡Eléctrico, eléctrico, eléctrico! Se necesitan generadores. ¡Y no son más que pilas de herrumbre congelada! Aun si consiguieras hacer funcionar uno, no hay combustible… en los tanques no hay más que fango. Y aun si pones combustible, esas lamparillas no funcionarán y los motores eléctricos están congelados.
Roberto murmuró algo.
—Claro que los cables pueden estar bien. Pero aun si pudiera pasarse fluido por ellos, todo lo que conseguiríamos sería un intercomunicador, y eso ya lo tenemos. ¡De manera que limitémonos a las lámparas de minero! ¡Lo siento, sir Roberto, pero pueden revivirse tantos dinosaurios partiendo de una pila de huesos!
Jonnie escuchó reír a Roberto. Él mismo no estaba del todo de acuerdo con el punto de vista de Angus. No sabían si no habría sistemas de emergencia que trabajaran de otra manera, y tampoco sabían si no habría otros combustibles en envases sellados que funcionasen todavía. Las posibilidades eran pocas, pero no podían desdeñarse. Estaban tratando desesperadamente de aparejar cables para llegar a las otras plantas cuando un escocés encontró rampas y escaleras que descendían.
Operaciones… operaciones…
Encontraron una consola de comunicaciones y los restos del operador sobre el escritorio. Debajo del polvo que había sido su mano había un mensaje:
«Urgente. No disparen. No son los rusos».
—¿Rusos, rusos? —dijo un escocés—. ¿Quiénes eran los rusos?
Estaba con ellos Thor, ausente sin permiso de su turno en el filón, pero con intenciones de regresar. Era en parte sueco.
—Era una gente que vivía al otro lado de Suecia. Una vez fueron gobernados por los suecos.
—No toquen ningún mensaje —dijo Roberto el Zorro.
Operaciones… operaciones…
Se encontraron en una habitación enorme. Tenía un inmenso planisferio en una mesa central. Aparentemente, unos empleados con unos punteros largos empujaban pequeños modelos por el mapa. Había mapas en las paredes y una balconada dominando el conjunto. Las lámparas centellearon sobre mapas, maquetas y restos humanos. Impresionante y bien conservado. Había montones de relojes, todos detenidos desde hacía mucho tiempo.
Un modelo cilíndrico, basto, hecho apresuradamente, estaba colocado sobre el mapa, al este de las Rocosas. Había un largo puntero tocándolo, el último acto de un hombre muerto. Otro mapa mural seguía todavía el curso de algo, y la última «X» estaba exactamente encima de la base.
Eran demasiados datos para captar en un momento. Jonnie siguió mirando.
Se encontraron en una habitación anexa. Tenía montones de consolas. La habitación se había llamado «Estrictamente Confidencial».
En una consola ponía «Defensa local» y tenía encima un gráfico y un mapa. Jonnie se acercó y miró de cerca. «Campos mineros de ANT», leyó.
Y de pronto se encontró mirando las marcas de las minas en cadena del prado que había debajo. «ANT15».
Había un botón disparador que ponía «ANT15», pero había hileras e hileras de botones semejantes.
—¿ANT? ¿ANT?
La voz aflautada del historiador anunció detrás de él.
—ANT significa «armas nucleares tácticas». ¡Ésas son las minas!
—¡Uff! —dijo Angus acercándose—. Disparadores eléctricos. Se oprime el botón de la consola y se disparan.
—También podrían dispararse por contacto —dijo cautelosamente Jonnie—. ¡No es sorprendente que los psiclos hayan pensado que estas montañas eran radiactivas!
—¿Qué es un «silo»? —dijo el pastor, de pie frente a otro tablero—. Dice «Silo 1», «Silo 2», y así.
—Un silo es el lugar donde se guarda el cereal —dijo Thor—. En Suecia solían tener silos. Se pone el cereal para almacenarlo.
—No puedo imaginarme por qué estarían interesados en los cereales. Mirad cómo están marcados esos botones: «Preparados… Listos… Fuego».
El historiador hojeaba velozmente un diccionario que llevaba habitualmente consigo. Lo encontró:
«1. Recinto de almacenaje cilíndrico y elevado para cereales, granos y otros productos alimenticios».
«2. Estructura subterránea grande para almacenaje y lanzamiento de un misil balístico de largo alcance».
Jonnie apretó la muñeca del pastor.