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Había sido una buena cacería y Jonnie regresaba al recinto.
Esa mañana había contemplado con pena la actitud desalentada de las dos muchachas. Lo poco que podían hacer para limpiar su escuálida jaula ya lo habían hecho. Habían tratado de poner buena cara cuando les habló del otro lado de las dos barricadas. Pattie se había animado un poco más, pero no rió cuando le dijo que se casaría con el rey de las montañas… era un viejo chiste personal. De pronto había estallado en lágrimas y Chrissie, al tratar de consolarla, también se había puesto a llorar.
Jonnie pensó que algo tenía que alegrarlas o al menos mantenerlas ocupadas.
Reunió los caballos y, con Windsplitter abriendo la marcha, se alejó. Dancer y el tercer caballo, cuyo nombre era Viejo Cerdo a causa de su costumbre de gruñir, iban detrás. Blodgett estaba mejor, pero pasaría algún tiempo antes de que el caballo herido pudiera correr.
Jonnie buscaba ciervos. Con un venado para ahumar y una piel para curtir y cortar, las chicas abandonarían las preocupaciones.
Parte de su sentimiento de culpa y su amargura disminuyeron mientras corría por la pradera con el ansioso Windsplitter y los otros siguiéndolos. El viento había barrido algo de su pesimismo. La ilusión de la libertad lo estimulaba. Tal vez hubiera esperanzas.
Había hecho las cosas mejor de lo que esperaba. Había llegado galopando a un arroyo, encontrándose a pocos pies de un antílope. Poco después, un antílope destripado ocupaba su lugar en el lomo de Viejo Cerdo.
Apenas media hora más tarde había conseguido su ciervo, un macho joven.
Con ambos caballos cargados y caminando detrás de él, buscaba quiniquini, una planta silvestre que daba excelente sabor al venado. Realmente era demasiado pronto para que se hubieran formado las bayas, pero las hojas eran buenas.
Un zumbido lejano, a su espalda, le llamó la atención. Se detuvo examinando el cielo. Allí estaba, un puntito que iba agrandándose. Iba hacia él o hacia el recinto.
Los caballos se habían acostumbrado a los ruidos de las máquinas y en ese momento no había más que elegir entre el zumbido sobre sus cabezas y el murmullo del recinto, apenas tres millas delante de ellos.
La curiosidad de Jonnie se transformó en un sentimiento de inquietud. ¿Adónde iba el objeto? Volaba muy bajo y no iba rápido.
De pronto supo que iba hacia él.
Había visto una hilera de aviones en un campo cercano al recinto. Veinte, que Terl había estacionado allí, dejándolos al aire libre. Éste era uno de ellos.
Estaba a unos cien pies por encima de su cabeza, casi inmóvil. El rugido ponía nerviosos a los caballos.
Jonnie taloneó a Windsplitter y partió directamente hacia el recinto.
El avión se alejó, giró y después, con un estremecedor estallido, se lanzó sobre él.
Frente a los caballos, la tierra expelió terrones y grandes nubes de polvo sucio.
Windsplitter retrocedió y trató de huir. Los terrones golpearon a los caballos.
A Jonnie le dolían los oídos a causa de las explosiones. Hizo girar a los caballos en otra dirección, hacia la derecha.
Frente a él, la tierra se abrió en una línea larga.
Windsplitter comenzó a ceder al terror. Uno de los caballos de carga se soltó.
Jonnie giró y corrió hacia el norte.
Frente a él volvió a explotar el suelo.
Intentó que su caballo se abriera paso a través de la cortina de polvo, Windsplitter se volvió y trató de huir hacia el sur.
Esta vez el avión bajó y se posó atravesado en el camino.
Aterrorizado, Windsplitter retrocedió. Jonnie logró controlarlo.
Terl estaba sentado en la puerta abierta del avión, riendo. Rugía, moviéndose hacia adelante y hacia atrás, golpeándose el pecho para recuperar el aliento.
Con muchos problemas, Jonnie logró reunir a los dos caballos de carga. Desmontó para acomodar la carne.
—Estabas tan gracioso… —balbuceó Terl, enderezando su máscara.
Los caballos hacían girar los ojos, temblando. Pero los ojos de Jonnie no giraban… si hubieran sido armas explosivas, Terl hubiera muerto.
—Sólo deseaba mostrarte lo fácil que sería detenerte si alguna vez te pusieras difícil —dijo Terl—. Una de esas armas dirigida hacia ti, y no frente a ti, haría palidecer tu rosada piel.
Jonnie había atado al cuello de Windsplitter las cuerdas de los caballos de carga. Se quedó allí, tranquilizando a Windsplitter con mano acariciadora.
—Estoy celebrando algo —dijo Terl—. Envía esos caballos de regreso al recinto y sube.
—No tengo máscara de aire —dijo Jonnie—, y en el interior debe de haber gas respiratorio.
—Te traje tu máscara de aire —dijo Terl, buscando y mostrándosela—. Entra.
Jonnie había calmado a Windsplitter. Se apoderó de una oreja del caballo: «Ve con Chrissie», le dijo.
Windsplitter lanzó una mirada al avión y después, bastante contento, partió en dirección al recinto, llevando consigo a los caballos de carga.
Sí, se dijo Terl. El animal usaba otro lenguaje con los animales.
Jonnie se puso la máscara de aire y pasó al interior del avión.