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Aquel mismo día, Terl se hallaba una vez más sentado frente a su escritorio. Estaba tranquilo, cómodo. Había un cazo de kerbango y ni siquiera lo mordía.
Su pluma se movía rápidamente sobre el informe. Esto cambiaba todo. Era muy sencillo.
Pese a que había advertido a Numph que fuera cuidadoso (se adjuntaba la copia de esta advertencia), debido a la cantidad de criminales que había entre los trabajadores, un criminal cuyos papeles llevaban el nombre de «Snit» se había introducido en las oficinas, probablemente con intención de robar, encontrándose con Numph, quien le había disparado. Antes de morir el criminal había matado a Numph. Se incluían las declaraciones de los testigos. Posiblemente, la oficina de personal del planeta central podría instituir exámenes físicos, porque éste era el segundo criminal marcado que se recibía en los recientes envíos de personal. Por supuesto, la compañía necesitaba obtener beneficios y era comprensible que tales cosas sucedieran siendo éste un planeta tan alejado, pero sólo había un oficial de seguridad. De todos modos, el asunto no era demasiado importante y uno no se atrevía a criticar las prácticas de la oficina central, porque ellos sabían lo que hacían. La situación estaba bajo control. Un suplente nombrado recientemente había asumido ya las tareas de director del planeta. El crimen era sencillo y rutinario. Los cuerpos saldrían en el siguiente envío semestral.
Y eso era todo. Expansivo, Terl terminó de empaquetar las pruebas y los discos pictógrabados. De todos modos, no interesarían a nadie. Llamó a Chirk y, con una juguetona pata puesta en su grupa, le dio el paquete para anotar y colocar en la caja de despacho. Ella se fue y Terl miró el reloj. Ya tenía que estar en la terminal receptora. Se acercó y apretó las coordenadas de las fotografías que deseaba. Aparecieron con un ronroneo. Las miró por encima: había que confirmar el momento de disparo del bombardero. Sí, estaban en el yacimiento trabajando con la jaula…
De pronto, se echó hacia adelante y extendió las fotografías.
¡Tenían una máquina de palas trabajando en el fondo del desfiladero, removiendo los escombros!
¡Sí! Había una grúa que levantaba una red para el metal… ¿qué había en la canasta?
Apretó unos botones de la máquina y obtuvo una visión más cercana. Miró. Estudió el garabato analítico que había en el costado. No necesitaba analizar eso, porque lo conocía. ¡Era oro!
¡Estaban recobrando el filón después del derrumbamiento!
Se puso de pie y miró más de cerca las fotografías. ¿Qué era aquello a un costado del derrumbe? Ah, los despojos de cuerpos muertos. Habrían perdido una cuadrilla y con ridículo sentimentalismo estaban desenterrándolos. ¿Para qué molestarse? Ellos no tenían que embarcarlos hacia el planeta central. ¿A quién le importaban los cuerpos de los animales? Pero eso quería decir que habrían estado trabajando el filón desde atrás.
¿Y qué hacían con la jaula? ¿Seguían extrayendo? Ah, bolsas. Habrían encontrado otra bolsa en aquella ventana del interior de la montaña. El minero que había en Terl le dijo que ésa era una buena posibilidad.
Miró el oro que había en la red. ¿Varios cientos de libras? Se derrumbó en la silla y sonrió. Comenzó a reír.
El bombardero. No tendría que lanzarlo. Podría esperar hasta el día 93. Entonces sí, seguro, pero no ahora. ¡Ahora no, por las nebulosas!
Qué bien se sentía. No le dolía la cabeza por primera vez en mucho tiempo. Levantó una pata. Las garras estaban firmes como rocas.