10
¡Un edificio!
Jonnie Goodboy Tyler tiró de las riendas tan súbitamente que Windsplitter reculó.
Allí estaba, hacia el este. No eran colinas o montañas. No era una ilusión óptica. Era definido y rectangular.
Había tenido tan poca confianza.
Al abandonar las antiguas ruinas, había encontrado una manera muy sencilla de viajar. Era casi como si las ruinas con la ventana hubieran tenido alguna vez un ancho camino que condujera hasta allí.
Había arbustos a derecha e izquierda, dos hileras separadas por unos doscientos pies, que se perdían hacia el este, a la distancia. Bajo los pies había hierba bastante pareja. Había que tener un poco de cuidado porque en algunos lugares había hoyos superficiales. Cuando se miraba dentro de estos pequeños pozos, se veía algo de color blanco grisáceo. Jonnie los había inspeccionado cuidadosamente. Se había bajado del caballo, cavando en los bordes de una de esas grietas, y parecía que el material blanco grisáceo era continuo.
Como las paredes internas de las ruinas.
Tal vez fuera una pared de los antiguos, caída de lado. Pero no, al caer se hubiera resquebrajado.
En casa, fuera del palacio de justicia, se habían usado como pavimento unas rocas pulidas. ¿Pero quién podría desear un pavimento de doscientos pies de ancho? ¿Y largo como varias horas de viaje? ¿Para qué?
Hacía mucho tiempo que este gran sendero no se utilizaba. Si era un sendero. Se deslizaba entre montecillos a los que habían cortado para darle cabida y atravesaba los cursos de agua… aunque en estos puntos era bastante irregular y estaba roto.
Durante un rato se sintió excitado, pero después se acostumbró, dedicando su atención sobre todo a evitar que Windsplitter cayera en los pequeños agujeros.
Cuándo era muy pequeño, una de las familias tenía un carro con ruedas que usaban para transportar leña, y le habían dicho que en una época hubieron muchos carros, incluso uno tirado por una yegua. Bueno, era evidente que en la ancha pista podría conducirse un carro. Y conducirlo rápido y lejos.
Pero en lo que se refería a la Gran Aldea, estaba empezando a creer, a medida que avanzaba la tarde, que probablemente alguien habría visto esa casa de dioses allá atrás y la habría multiplicado en su fantasía.
¡Y entonces, de pronto, allí estaba!
Pero ¿lo era?
Sin prestar más atención a los pequeños pozos, puso a Windsplitter al trote. No parecía que la silueta se acercara. Parecía incluso estar retrocediendo.
Se detuvo. Después de todo, tal vez fuera simplemente una ilusión óptica. Pero no, las líneas subían y bajaban y eran chatas arriba, y había muchas.
No eran colinas o montañas. Sólo las paredes de los edificios podían ser tan regulares.
Volvió a partir más tranquilamente, recordando que debía tener cuidado. Y después de un rato vio que se estaba acercando.
El sol descendía y todavía no había llegado. La perspectiva de entrar en ese lugar en la oscuridad no era alegre, definitivamente.
¿Quién sabía de qué podría estar lleno? ¿Fantasmas? ¿Dioses? ¿Gente?
¿Monstruos? Ah, no. Nada de monstruos. No eran más que las cosas con que las mamas asustaban a los niños para obligarlos a dormir.
Al cruzar una vía de agua, se apartó del sendero e hizo un campamento. Calentó parte del cerdo asado y después lo cortó con una de las cosas afiladas y brillantes que había sacado de la ventana.
Oh, se maravilló, qué estupendo algo que corta así. Haría de la vida un verdadero placer. Había que vigilar para no cortarse los dedos, como ya le había sucedido dos veces, aunque ligeramente. Tal vez se pudiera meter el borde cortante dentro de una madera o de algo que sirviera para manejarlo. Entonces realmente tendría algo.
Después de comer, encendió un fuego para mantener alejados a los lobos… ahora había un par de ellos sentados allá con los ojos color ámbar por los reflejos del fuego y con aspecto hambriento.
—Fuera —gritó Jonnie—, o me haré ropa con vuestras pieles.
Pero los lobos se quedaron.
Windsplitter y el caballo de carga no querían alejarse del fuego. Los lobos los ponían nerviosos. De modo que Jonnie cogió un par de piedras del tamaño de un puño en el lecho de la corriente cercana.
No tenía interés en cazar lobos, pero sus caballos necesitaban encontrar hierba.
Arrojó un hueso de cerdo a unos diez pies y en dirección a los lobos.
Eran enormes y ágiles. Uno se echó hacia adelante, con el vientre contra el suelo, gruñendo por alcanzar el hueso. Un momento después, la atención del lobo estaría fija en el hueso.
El brazo de Jonnie se movió como un rayo. El lobo más lejano recibió la piedra directamente entre los ojos.
El brazo de Jonnie volvió a dispararse. El lobo más cercano no saltó a tiempo y también fue un lobo muerto. Jonnie dijo a Windsplitter:
—Yo tengo que hacer todo el trabajo, ¿eh? —Se acercó al lobo más lejano y arrojó su cadáver al fuego. Después arrastró al que estaba más cerca. No, ninguno de los dos tenía un pelaje digno de ese nombre en esa época del año. Y además tenían garrapatas.
—Ahora ya podéis comer —les dijo a los caballos. Volvió a avivar el fuego, por si había más lobos, y enrolló sus vestidos. Mañana iba a ser el día.