Parte 5
1
Con los ojos fijos en el lucero del atardecer, observando el lento giro anual de las constelaciones, Jonnie comprendió que tenía que huir.
Alrededor de tres semanas después, terminaría el año. Tenía una terrible visión de Chrissie bajando a las planicies y, si sobrevivía allí, tropezando con la mina.
Había muchos obstáculos. Sería casi imposible de superar debido a los elementos de búsqueda de los psiclos. Pero se puso a planear su camino hacia la libertad con serena testarudez.
El objetivo que se había fijado de una Tierra libre de psiclos y la resurrección de la raza humana complicaba las cosas.
Yaciendo despierto, vio la jaula descubierta en toda su fealdad por la luna creciente y casi se mofó de sí mismo por su falta de audacia.
Aquí estaba, sujeto como un perro, encadenado, encerrado entre barrotes, sometido a una rápida detección y persecución. Sin embargo, sabía que aunque muriera en el intento era mejor intentarlo que seguir como estaba.
Primero debía escapar.
Dos días después, se le apareció la llave para la posible libertad. Al fin la liberación del collar.
Por alguna razón, Terl había insistido en que lo entrenaran en reparaciones electrónicas. La explicación que dio era insegura: a veces se rompían los controles de una máquina, a veces fallaban los sistemas de control remoto y el operario tenía que arreglarlos. Que Terl se hubiera molestado en dar una explicación bastaba para descalificarla. Y lo que era más, en todo el tiempo que Jonnie había estado entrenándose con las máquinas, nunca había visto que ningún operario hiciera la reparación electrónica. Cuando algo iba mal, venía alguien de la sección electrónica en un coche de tres ruedas y lo arreglaba en seguida. El hecho de que Terl hubiera insistido en que Jonnie supiera cómo hacerlo (Ker no había puesto ninguna objeción) añadía una pieza más al rompecabezas que era Terl. Fuera lo que fuese lo que Terl deseaba de él, sucedería en todo caso en un lugar donde no había técnicos de reparación electrónica.
De modo que Jonnie se sentó en un banco, encogido, aprendiendo circuitos, diagramas y componentes. No le dieron demasiado trabajo. Los electrones iban allí, se cambiaban allá y hacían una u otra cosa en aquel lugar. Los cablecillos, componentes y piezas de metal eran muy coherentes.
Lo que lo confundió al principio fueron las herramientas. Había una parecida a un cuchillito que tenía un mango grande (grande para Jonnie, pequeño para un psiclo) que hacía una cosa muy notable. Cuando se hacía girar un botón con el número adecuado en el mango y se ponía la hoja sobre un trozo de cable, éste se partía. Y cuando se lo ponía al revés y en contacto con los cables que uno sostenía, volvían a transformarse en una sola pieza. Sólo sucedía cuando uno estaba seccionando o uniendo el mismo tipo de metal. Cuando se manejaban dos tipos de metal diferentes que se deseaba unir, había que usar una sustancia de pegamento.
En un momento en que Ker salió para hacer uno de sus frecuentes descansos y Jonnie se quedó solo, atado en ese momento al taller de electrónica, probó la herramienta contra el extremo suelto de la correa.
Se partió limpiamente.
Jonnie invirtió el sentido del giro del botón, sostuvo los trozos cortados y puso la herramienta encima.
Volvieron a unirse sin señales de corte.
Sin probar, Jonnie supo que haría lo mismo con el collar de metal.
Miró hacia la puerta para asegurarse de que Ker no regresaba y nadie entraba y después paseó la mirada por el resto de la habitación. En un extremo había un armario con herramientas. Tenía el suficiente sentido común como para no hacer desaparecer la herramienta que estaba usando. Jonnie partió la correa, se abalanzó sobre el armario y lo abrió. Había descuidadas pilas de repuestos, cables y herramientas. Lo registró frenéticamente. Pasaban los segundos. Entonces, en el fondo, vio lo que estaba buscando: una vieja herramienta del mismo tipo.
A lo lejos podía escuchar el retumbar de los pasos que regresaban.
Volvió de prisa a su banco y con la herramienta recién encontrada volvió a unir las puntas de la correa. ¡Funcionaba!
Regresó Ker, haragán e indiferente. Jonnie ya había deslizado la herramienta dentro de su mocasín.
—Lo estás haciendo bastante bien —dijo Ker mirando el trabajo.
—Sí, lo estoy haciendo bastante bien —contestó Jonnie.