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Hasta entonces Jonnie no había pensado en lo que iba a sucederle. Tenía el sentimiento de que en realidad no importaba. Sabía que tenía la cabeza aplastada. Había perdido una terrible cantidad de sangre. Pero debía hacer un gesto, algún rudimentario esfuerzo, sólo para que se dijera que lo había intentado. ¿Decirle a quién? Había perdido el contacto radial. El bombardero tenía neutralizadores de ondas que lo hacían invisible a las pantallas. No existía la menor posibilidad de que se lo pudiera ver a simple vista en medio de la tormenta. Si la explosión destrozaba su avión, debajo de él estaría el mar o la falda de una montaña, menos agradable aún. Los aviones de combate estaban muy bien blindados, pero disparar sus propios cañones en un espacio cerrado, más las minas, más el combustible del bombardero, iba a producir un estallido enorme.
Había perdido la mochila propulsora. Buscó en la parte trasera del avión. Debía recordar que no podía echarse hacia adelante. Eso era lo que le hacía perder el conocimiento. Un breve momento de esperanza. Una pequeña balsa. La sacó. Los cartuchos automáticos estaban inservibles desde hacía tiempo. Tenía una pequeña bomba manual. Empezó a hincharla. De color naranja, con unos adornos. Después comprendió que actuaba como un estúpido. Si la inflaba, no podría volver a meterla en el avión. Sabía que el avión se hundiría y tampoco podría salir. El viento golpeaba la balsa medio inflada. Le sobrevino una ola de oscuridad y la corriente de aire que entraba por la puerta se la arrancó de las manos. Se había perdido en la tormenta. Desaparecido. Todo había sido una pérdida de tiempo.
Se metió en el avión. Tenía algunas mantas. En el choque anterior se había herido; el estuche de los mapas no había sido suficiente. De modo que cubrió sus rodillas y el parabrisas con mantas.
Recordó que no había buscado posibles objetos sueltos. Eran mortales. Sacó las mantas y miró en la parte trasera del avión, detrás de él. ¡Había una gran confusión! Una sacudida hacia atrás del avión hubiera transformado todo eso en proyectiles.
Fatigosamente, salió del avión y empezó a tirar cosas por la puerta. Cargador tras cargador de munición de rifle de asalto. Una pala, cuya razón para estar allí ignoraba. Un pico para coger muestras. Diversas cosas. Bajó la escalera de cable y el equipo de red para metal. Puso la bolsa de comida y su bolsa de cinturón debajo del asiento.
Con más náuseas que nunca, volvió al asiento y colocó las mantas amortiguadoras. Se envolvió dos veces en el enorme cinturón de seguridad, pasándolo también hacia arriba para que su cabeza no saliera despedida hacia adelante.
Todo listo.
Buscó los controles de los cañones y los puso en «Fuego graneado», «Llama» y «Preparado». Apuntaban a la caja de cabezas detonadoras.
¿Se inclinaba el bombardero, o estaba simplemente mareado? No se daba cuenta, con los sentidos disminuidos. Miró el indicador de ascenso del avión. ¡Sí! El bombardero se inclinaba y ahora la puerta que tenía detrás estaba más abajo. Algo había alterado las coordenadas. ¿Los campos magnéticos de las minas? ¡Fuera lo que fuese, apuntaba ahora hacia la puerta!
Eso significaba que si retrocedía y disparaba estaría catapultándose hacia el mar o las montañas.
Era mejor no retrasarse.
Pateó para sacar las grapas magnéticas. El avión empezó a deslizarse hacia atrás, en dirección a la puerta.
Velozmente, apretó los botones del motor. El avión se deslizaba cada vez más rápido.
Golpeó el botón de disparo con el puño.
El avión de combate disparó fuego graneado.
Pero el resultado fue más que el simple retroceso del cañón.
Frente a sus ojos, el interior del bombardero relampagueó en un naranja y verde violentos.
¡El avión de combate fue catapultado hacia atrás, al espacio, como un proyectil!
El golpe del súbito movimiento estuvo a punto de partirle la cabeza.
Todavía podía ver, observar. El bombardero tenía el aspecto que debió de tener un antiguo misil. ¡Se elevaba rugiendo como si la puerta fuera el propulsor!
Las manos de Jonnie se movieron torpemente por la consola del avión de combate.
Apretó coordenadas para aminorar el descenso hacia atrás. Con una sacudida, el avión disminuyó su caída en picado. Pero sucedía otra cosa. El motor de equilibrio de la derecha no respondía.
Con un lento deslizamiento, el avión empezó a girar en el cielo. Las vueltas se hicieron más rápidas.
El motor de equilibrio izquierdo no podía sostenerlo solo. Frenéticamente, Jonnie golpeó los controles de la consola. ¡El avión daba volteretas en medio de la tormenta!