22
EXTRACTO DEL INFORME HELIOS
22.3. A pesar de algunos malentendidos que hicieron perder un tiempo precioso, surgidos sobre todo entre los gobiernos de los Lander (así, por ejemplo, el Ministerio del Interior de Renania—Palatinado ignoraba la clave «rayo de sol», establecida para designar el plan de defensa civil, lo cual obligó a dar una larga serie de explicaciones cuando se acudió a ese departamento para solicitar su ayuda), poco después de las 14:30 horas habían llegado al cordón de seguridad de siete kilómetros de radio, vigilado por unidades militares y paramilitares, medios de transportes suficientes para iniciar una evacuación sin tropiezos. Sin embargo, ello resultó imposible, pues las carreteras de acceso a los cinco puntos de control estaban bloqueadas por una masa de vehículos particulares que cubrían una extensión de varios kilómetros.
La causa de esta funesta situación (véase 22.4) debe atribuirse a todas luces al impacto del comunicado previsto en el plan de defensa civil y remitido automáticamente a varias estaciones de radio, que a partir de las 13:33 horas empezaron a transmitir por la radio y la televisión el texto guardado hasta ese momento en un sobre sellado. Aunque el comunicado (cuya emisión se interrumpió por orden del subsecretario de Estado Eckart Andree, después de ser repetido dos veces) instaba explícitamente a la población a conservar la calma y la serenidad, y les invitaba a no abandonar sus casas por ningún motivo, la mayor parte de los habitantes de la zona acordonada intentaron huir a toda prisa del área de peligro, real o supuesto, empleando para ello sus vehículos particulares.
Posteriormente se ha discutido el motivo de que no se tuvieran en cuenta las trágicas consecuencias del comunicado radiofónico en el momento de establecer el plan de defensa civil.
El comité de investigación declara que éstas eran perfectamente previsibles.
En una mesa redonda sobre «Energía atómica y medio ambiente» celebrada en Hannover el 3 de febrero del pasado año (apenas seis meses antes de la catástrofe), el psicólogo de Hamburgo, Dr. Georg Berlitt, intervino con una declaración, que citamos a continuación según las notas textuales del acto.
PREGUNTA: Dr. Berlitt, ¿si el miedo a la bomba atómica o a la radiactividad en general está tan arraigado en la población como evidencian los estudios que usted ha realizado, no es de esperar que la única reacción posible de las gentes ante un accidente sea de absoluto pánico? ¿Y no acabarán resultando papel mojado todos los planes de defensa civil, teniendo en cuenta la imposibilidad de planificar las reacciones de unas personas presas de pánico y por tanto irresponsables de sus acciones?
DR. BERLITT: Estoy completamente de acuerdo con usted. Las medidas que es necesario adoptar cuando se produce un accidente en un reactor, sobre todo la evacuación, sólo pueden aplicarse en el breve plazo de tiempo disponible si se cuenta con una población extraordinariamente disciplinada. La única forma de evitar el colapso de la circulación es que las personas afectadas renuncien a huir en sus automóviles particulares y esperen la llegada de los vehículos dispuestos para la evacuación en los puntos de reunión establecidos. Pero yo le pregunto a usted ahora: ¿si viviera a tres kilómetros de un reactor y escuchara por radio que éste ha comenzado a desprender una radiactividad mortal, se sentaría a esperar que alguien viniera a buscarle? No es preciso ser psicólogo —y no quiero dar a entender con esto que los psicólogos en general sepan demasiado de la conducta humana; se ganan la vida dando a entender que así es (risas) —, repito, no es preciso ser psicólogo para predecir la reacción que se producirá en un noventa por ciento de los casos: la gente no esperará, sino que cogerá su coche y echará a correr como alma que lleva el diablo lejos de la muerte invisible.
PREGUNTA: ¿Entonces por qué se incluye este comunicado radiofónico en el plan de defensa civil? (Sigue la lectura del comunicado.)
DR. BERLITT: Porque los políticos aún entienden menos de la psique humana que los psicólogos. En los últimos cinco años, he trabajado como psicólogo de la policía de dos Lander distintos y en ambos casos he señalado a los ministros responsables y a los directores generales de policía que, en caso de emergencia, una política de información de ese tipo haría estéril cualquier medida de salvamento adoptada. Hasta el momento las únicas reacciones que ha provocado mi comentario se han reducido a la conocida fórmula: «Tendremos en cuenta sus objeciones y las incorporaremos a nuestros trabajos de planificación».
PREGUNTA: ¿Qué alternativa propone usted?
DR. BERLITT: Ustedes ya saben cuál es mi alternativa básica: no construir reactores atómicos, al menos no en la fase actual del desarrollo técnico. Pero desde el momento en que se construyen y se acepta correr el riesgo de un accidente, es preciso adoptar una política de información controlada en caso de catástrofe, a fin de evitar que zonas cerradas con cientos de miles o millones de personas puedan convertirse en campos de batalla poblados por lemmings suicidas...
(Las cartas con las sugerencias del Dr. Berlitt han sido puestas a disposición del Comité de Investigación.)
22.4. De hecho, la huida de la población aterrorizada sacó a la carretera más vehículos en la zona de 20 kilómetros de radio que en la de 7 kilómetros de radio. Pero su acumulación sólo tuvo consecuencias catastróficas en esta segunda y más concretamente en el centro de control de Grenzheim. Las fuerzas del orden apostadas en el cordón que cerraba la zona de 20 kilómetros de radio tuvieron relativamente bastante tiempo (sobre todo en el sur y el oeste) para solucionar los embotellamientos. Además, a estas alturas ya resultaban innecesarios unos rigurosos controles de descontaminación, pues — con escasas excepciones — ninguno de los refugiados había estado a menos de siete kilómetros de distancia del reactor Helios y por tanto éstos no podían haber sufrido los efectos de la nube radiactiva. Las víctimas registradas en la zona comprendida entre el cordón de 7 kilómetros de radio y el de 20 kilómetros fallecieron a resultas de accidentes de tráfico.
En Grenzheim, en cambio, la situación llegó a hacerse crítica por tres razones:
a) Grenzheim es (era) el núcleo más densamente poblado de la zona acordonada.
b) El avance de la nube radiactiva suponía una gravísima amenaza para la ciudad.
c) Al centro de control habían llegado ya muchas personas contaminadas en mayor o menor grado y que debían ser tratadas en las tiendas de descontaminación.
En tales circunstancias, cuando el frente de la nube estaba a 1,5 kilómetros de Grenzheim, el estado mayor de emergencia se vio obligado a tomar una difícil decisión, que el canciller federal explicó con las siguientes palabras en su «Mensaje a la nación», televisado el 4 de agosto del pasado año:
«Teníamos que hacer frente a un problema en que ya no se debatía una cuestión de vida o muerte, sino — y por favor no intenten ver cinismo en mi expresión — sólo el número de muertos. Muchos de ustedes, apreciados conciudadanos y conciudadanas, recordarán una situación parecida, aunque difícilmente comparable en cuanto a su alcance: el asalto criminal de la embajada alemana en Estocolmo por un grupo de anarquistas. En aquella ocasión, las autoridades responsables comprendieron claramente una cosa: los anarquistas habían asesinado a varios rehenes y no vacilarían en seguir asesinando si no se cumplían sus exigencias. Éstas eran: liberar a los anarquistas más peligrosos de los centros de detención y prisiones. De haber accedido a ello, los anarquistas liberados sin duda hubieran continuado colocando bombas, atracando bancos y secuestrando rehenes, poniendo en peligro la vida de docenas y tal vez centenares de personas. El estado mayor de emergencia constituido en aquella ocasión se hallaba, por tanto, ante la siguiente alternativa: salvar a unos pocos y poner en peligro a muchos, o salvar a muchos y poner en peligro a unos pocos. Ya conocen la decisión de las autoridades responsables en aquella ocasión, decisión que contó con la aprobación de un amplio sector de la población.
«Naturalmente, en el caso de la tragedia de Grenzheim se daban circunstancias muy distintas; pero, en lo esencial, nos hallábamos ante una disyuntiva idéntica, estábamos atrapados en una de esas terribles situaciones sin salida, que ya presentaron los trágicos griegos. Fuese cual fuese nuestra actuación, contravendríamos un principio moral, en este caso el principio de humanitarismo.
«Ustedes ya conocen el curso que siguieron los acontecimientos, mis queridos conciudadanos y conciudadanas; éstos han pasado a formar parte de la historia, de un período histórico cuyos efectos continuaremos sufriendo nosotros y nuestros hijos, y los hijos de nuestros hijos.
»Soy incapaz de justificar mi — nuestra — decisión, igual como no hubiera podido justificar cualquier otra decisión alternativa. Les ruego nos perdonen, como espero sabrá perdonarnos el Juez Supremo de la historia...»
22.5. Mientras se producía esa dramática situación en el centro de control de Grenzheim, la evacuación fue prosiguiendo a buen ritmo en los tres sectores restantes (pese a que en Bürstadt se registró un enfrentamiento entre la población y las fuerzas del orden, con un saldo de trece muertos). También se logró evacuar sin mayores incidentes los sectores norte y nordeste de la zona acordonada de 20 kilómetros de radio hasta los suburbios de Darmstadt. En Mainz y Wiesbaden, y también en Ludwigshafen y Mannheim, se establecieron centros de aislamiento para los afectados por la radiactividad. De todos los puntos de la República Federal acudieron médicos para reforzar el personal clínico del lugar...