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«Por fin, una persona que sabe lo que se trae entre manos», pensó Born, al escuchar las preguntas concretas de Andree. Le respondió sin apartar los ojos de los instrumentos que aún funcionaban.
—Tres bombas. La primera destruyó la conexión con la red general de suministro eléctrico, la segunda reventó una conducción de agua de refrigeración, la tercera explotó en una cámara de conexiones. Cortocircuito en los motores diesel del grupo electrógeno de emergencia. El núcleo del reactor se ha quedado sin agua.
—¿Qué ocurrirá ahora? —preguntó Andree.
—El núcleo del reactor ha comenzado a fundirse. El uranio líquido gotea sobre el fondo del depósito de presión y comienza a corroerlo.
—¿Los cimientos de hormigón de la cúpula del reactor no pueden detener el uranio?
—No. El uranio produce el mismo efecto que una plancha caliente sobre una pastilla de mantequilla. La lava penetra a través de los cimientos y se filtra hacia el suelo. ¿eran mis cálculos, esto ocurrirá dentro de unos treinta o cuarenta minutos. Transcurrido ese plazo, como máximo, comenzarán a desprenderse rayos y partículas radiactivas.
—¿De qué intensidad?
—No lo sé — confesó Born —. Sólo puedo hacer conjeturas. Tal vez un veinte por ciento de la radiactividad existente en el núcleo del reactor, tal vez más. Todo depende de la cantidad de radiaciones que puedan absorber la tierra y el hormigón. Las más peligrosas son las radiaciones gamma y las radiaciones de neutrones muy semejantes a los rayos de luz. En fracciones de segundo habrán contaminado un radio de dos kilómetros. Matarán a su paso todo lo que no esté a cubierto.
—¿Es decir que no tiene ningún sentido establecer el primer cordón de seguridad a dos kilómetros de ahí?
—Ya no hay tiempo — dijo Born —, Es mucho más importante que sus hombres se ocupen del cinturón de siete kilómetros de radio. Es preciso descontaminar a todos los fugitivos antes de que la nube radiactiva llegue a esa altura.
—¿Nube?
—Dentro de menos de una hora, Helios se habrá convertido en una hoguera radiactiva — explicó Born —. Comenzará a humear, aunque no sea posible ver ese humo. Los gases y partículas radiactivas se elevarán y se combinarán con las masas de aire en movimiento, formando una nube radiactiva. Además, las radiaciones de neutrones y los rayos gamma contaminarán con su radiactividad cada gota de agua y cualquier otra substancia con las que entren en contacto.
—¿En el fondo es una nube de gases de escape como las que se producen en caso de accidente en una fábrica de azufre?
—Con una diferencia —dijo Born—. La nube radiactiva es invisible. Es preciso localizarla con ayuda de instrumentos adecuados. Reúna a todos los meteorólogos y expertos en medición de radiactividad que pueda encontrar. Prepáreles aviones, helicópteros y trajes protectores. Tendrán que vigilar la radiactividad que comenzará a extenderse por el aire y por el suelo. Primero necesitaré, cuanto antes mejor, un informe meteorológico exacto: temperatura, presión atmosférica, humedad, fuerza y dirección del viento, pronósticos para las próximas horas.
—En seguida me ocuparé de ello — dijo Andree —. La central de operaciones de defensa civil está situada en la dirección general de policía de Frankfurt. Ahora salgo hacia allí en helicóptero. Pida que le pongan una línea directa. Así podrá ponerse en contacto conmigo cuando sea necesario, y viceversa.
—Una última cosa — dijo Born —. Una sección de control de radiaciones ha salido de Karlsruhe y se dirige hacia aquí. Ordene que cambien de rumbo. Nada pueden hacer ya aquí en Helios. Pero llevan equipos de descontaminación.
—¿Y usted qué piensa hacer? —preguntó Andree—. Puedo enviarle un helicóptero.
—Seguramente será más útil en otra parte —respondió Born—. Y yo puedo ser más útil aquí.