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—Esos despreciables fanáticos, doctor Born — dijo el presidente del Consejo, Klinger—. Confío que con ayuda de las fuerzas del orden ya habrá conseguido hacer entrar en razón a esa gentuza. Convocaré una sesión extraordinaria de la Dieta y propondré con toda energía la adopción de medidas legales adecuadas para hacer frente a este tipo de excesos.
—Señor presidente del Consejo —dijo Born—, la Central ha sido víctima de un sabotaje: Han explotado dos bombas en el reactor. Es preciso que ponga en marcha el plan de defensa civil.
—Pero lo que me pide es imposible. —Klinger rió sin convicción—, Doctor Born, al salir vimos que se había desplomado un gran poste de electricidad a la izquierda de la carretera. No me cabe la menor duda de que ello ha provocado una pequeña avería técnica, a causa de la cual usted ha interrumpido la ceremonia de inauguración como medida de precaución. Pero me resulta inconcebible...
—El reactor está fuera de control — dijo Born —. ¿Me ha comprendido, señor Klinger? Helios está destruido. Dentro de una hora o tal vez ya dentro de treinta minutos comenzará a escupir radiaciones de una intensidad inconcebible. ¿Me he expresado con suficiente claridad?
Durante algunos segundos Born sólo pudo oír el rumor del automóvil en marcha a través del altavoz.
—Si su información es inexacta, doctor Born — dijo Klinger—. Si esta acción resulta innecesaria y exagerada, producto de una información inexacta y una reacción impulsiva, deberá hacer frente a las consecuencias. Tendrá que responder de la gravedad de las medidas adoptadas. ¿No sabe los efectos que puede tener una falsa alarma sobre la opinión pública?
—Si sigue hablando mucho más —dijo Born—, pronto no habrá tal opinión pública. ¿Cree que yo voy a ganar algo con todo esto? Hemos sufrido un accidente en cadena de máxima intensidad, y será aún mayor de lo que jamás habíamos pensado.
—¡Pues haga algo! —chilló Klinger—. ¿Qué hace ahí sentado? ¿Qué espera usted de mí? No soy un maniático de la técnica. Soy humanista. No entiendo nada de cuestiones técnicas. Repare su maldito reactor cuanto antes, en vez de organizar este drama. ¿Quién fue el que juró que el reactor era absolutamente seguro? ¡Cumpla, pues, su palabra! ¡Demuestre sus afirmaciones! ¡Hic Rhodus, hic salta!
Klinger hablaba con voz histérica y una octava más alta de lo normal.
—Señor Klinger —dijo Born sin perder la calma—. Esta conversación está quedando grabada. Llegará un día en que podrá ser utilizada como prueba. Llegará un día en que se contarán los segundos y se comprobarán las decisiones adoptadas. Y si usted no me presta atención ahora mismo, será declarado culpable, tal vez no por la ley, pero sí por las víctimas que tendrá sobre su conciencia.
—De acuerdo — dijo Klinger con voz cansada —. Pondré en marcha el plan de defensa civil. Dentro de quince minutos tendrá noticias mías desde el Ministerio.