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Frente a la casa vecina había un Volkswagen 411; estaba aparcado allí desde que recibiera la visita del inspector de policía. Sibylle consideró la posibilidad de llamar a Fuchs. Luego desistió. Tal vez ya tuvieran intervenido el teléfono. Se puso unos téjanos, una camiseta y unas botas altas. Bajó las celosías del dormitorio. Con un poco de suerte, los detectives del Volkswagen pensarían que estaba durmiendo la siesta. Cogió su bolso de viaje y abrió la caja fuerte. No estaba escondida detrás de un cuadro, sino empotrada en el bar, en el centro del salón.
Contó el dinero de reserva: cinco mil marcos exactos. Los metió en el bolso.
Salió por la puerta del sótano, se deslizó a través de una abertura del seto y se encontró en el jardín de los Hellmann —los Hellmann eran un director de banco retirado y su esposa, una mujer ligeramente neurótica; ella y Born sólo los habían visto una vez con motivo de una primera visita de cortesía cuando se habían instalado en la casa—, enfiló por la calle paralela a la suya hasta la parada de taxis. Despertó al conductor que se había adormilado con el calor del mediodía y le ordenó que la llevara a las oficinas de Avis. Marcó el número de Fuchs. Sin respuesta. Alquiló un Volkswagen blanco. Cogió la ruta de Griesheim por el Rin. El transbordador acababa de levantar el puente. Sibylle tocó la bocina. El transbordador bajó otra vez el puente y esperó. Sibylle aparcó el coche al pie de la Colina de las Palomas y comenzó a trepar por la ladera. Los pinos crujían y despedían un agradable aroma. La resina goteaba por los esbeltos troncos. Los enjambres de moscas que se arremolinaban en torno a los excrementos de conejo y otros animales, levantaban el vuelo al paso de Sibylle. Las copas de los árboles se doblegaban bajo el peso del calor.
Fuchs estaba sentado en el banco de la cima, a la sombra de los pinos. Miraba a través de los prismáticos la margen opuesta del Rin, donde se alzaba Helios, blanca y reluciente bajo el sol.
—Sabía que estarías aquí — dijo Sibylle —. La policía ha preguntado por ti. Tienes que irte.
Fuchs no pareció prestarle la menor atención.