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El presidente del Consejo apretó el botón que aumentaba el flujo de agua a través del núcleo del reactor, lo cual daría lugar a una mayor producción de vapor y, por tanto, de electricidad.
Se oyó una ligera detonación, muy lejana. La lucecita se apagó una décima de segundo. Algunas manecillas comenzaron a temblar. Born apartó al presidente del Consejo e inclinó la cabeza hacia uno de los hombres que se ocupaban del panel de mandos.
—El cable de alta tensión —murmuró éste—. Un cortocircuito o algo por el estilo.
Y luego otra explosión, sorda, muy cerca de allí. Las luces parpadearon, se apagaron, volvieron a encenderse. Born miraba fijamente los indicadores de presión de agua. Había bajado, y también la presión en el núcleo del reactor. Comenzaron a encenderse varias lucecitas rojas.
—Desconectar rápido —gritó uno de los hombres sentados junto al panel de mandos.
El presidente del Consejo y toda la comitiva contemplaban la escena con ojos de asombro. Sólo el ministro de Economía, Hühnle, conservaba la calma suficiente para preguntar:
—¿Ha ocurrido algo?
—¡Fuera! — gritó Born —. Todos fuera. En el acto. Circulen por favor.