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—Pero si Klinger cree que puede resolverlo a nivel local...

La voz del canciller quedó ahogada por un organillo que tocaba en compás de tres por cuatro, los gritos de alegría de los niños y las voces chillonas de los pregoneros, todos empeñados en demostrar que eran capaces de gritar más alto que los demás.

—Klinger no es del todo responsable de sus actos —comentó Andree —. No comprende en absoluto lo que tenemos entre manos. Está desbordado. Ha cerrado los ojos y se ¡marina que todo esto no es más que un ejercicio del servicio de extinción de incendios local... He hablado con Born. Si tenemos suerte nos enfrentaremos con una catástrofe. Si las cosas van mal, será el fin del mundo.

Se oyó un crujido y durante dos segundos quedó cortada 1a comunicación.

—Estado de emergencia, por tanto — dijo el canciller —. Más trabajo para el tribunal constitucional.

—Si no nos damos prisa, pronto no habrá tribunal constitucional — urgió Andree.

—De acuerdo. Tome todas las medidas necesarias. Reúna al estado mayor de emergencia.

—Ya está convocado. Sólo hemos podido localizar a seis personas, pero cuantos menos seamos, mejor.

—El ministro de Defensa y el ministro del Interior deben acudir imprescindiblemente —dijo el canciller.

—El ministro de defensa viajará en el mismo helicóptero que yo. El ministro del Interior acaba de salir de Wiesbaden rumbo a Frankfurt.

—Dentro de media hora estaré en la central de operaciones. Otra cosa, Eckart...

—¿Mande?

—Tienes plenos poderes. Empléelos con prudencia. Nada de decisiones precipitadas.

—Entendido.

Andree colgó el auricular. En su despacho se habían reunido todos los jefes de sección, secretarios y ayudantes, aún localizables en los distintos Ministerios, a pesar de las vacaciones parlamentarias, a pesar del día —viernes— y de la hora—las 13.45—: la reserva silenciosa encargada de defender las posiciones durante esos meses del largo verano de Bonn.

—Estado de emergencia —dijo Andree—. Todo en marcha. Que cada uno se encargue de una comunicación telefónica. Idme pasando las llamadas que se reciban.

Meyer—Schónwald se abrió paso entre el grupo y colgó un mapa del sur de Alemania en la pared.

—No he podido conseguir otro mejor.

Andree se situó junto al mapa.

—Aquí está Helios. Este es el cordón de seguridad de siete kilómetros de radio. Klinger está intentando establecerlo con ayuda de la policía y los bomberos locales, pero como es lógico le falta gente. Por lo tanto, llamada al Ministerio de Defensa. Que envíen unidades del ejército con helicópteros, tanques y equipo ABC para reforzar el cordón de seguridad. Prestar especial atención a las carreteras y autopistas, ahí es donde tendremos más problemas. Llamada al Ministerio del Interior. Que envíen unidades de la policía de fronteras con las mismas instrucciones. Deberán coordinarse con el ejército, para que no se produzca duplicidad de acciones.

La zona acordonada se dividirá en cuatro sectores. Al mando de cada sector estará el oficial de mayor graduación de la unidad que llegue primero al lugar de la acción. Los jefes de distrito, la guardia urbana y los funcionarios no tienen ninguna autoridad. Pueden echarlos sin contemplaciones si se ponen pesados.

»Otras observaciones: en cinco puntos situados al borde de la zona acordonada se instalarán centros de descontaminación. Todas las personas que abandonen dicha zona serán sometidas a una revisión para detectar la posible contaminación radiactiva y, en caso necesario, se las aislará para someterlas a tratamiento. Los cinco puntos son: en el noroeste, la B—9 al sur de Alsheim; en el noreste, la B—44 al norte de Grenzheim; en el sudeste, la B—47 al oeste de Lorsch y la B—44 al sur de Bürstadt; y en el sudoeste, la B—9 al norte de Worms.

»La central de control de radiaciones de Karlsruhe transporta en estos momentos a los lugares y con ayuda de helicópteros y camiones, las estaciones de descontaminación así como tiendas de campañas provisionales. Necesitará ayuda del personal técnico del servicio de asistencia sanitaria, instrumentos de medida, aparatos de descontaminación, etc. La Cruz Roja debe enviar todos los médicos y enfermeras disponibles a los puntos de control. La Cruz Roja alemana tiene establecido un plan de actuación para situaciones de emergencia. Deben comenzar a ponerlo en práctica en el acto. La siguiente llamada será para los americanos en Frankfurt. Deben enviar sus expertos en operaciones ABC con el equipo adecuado. Sobre todo, nos interesan los helicópteros equipados con instrumentos de medida de radiactividad. El Instituto Meteorológico de Frankfurt se encargará de organizar el control de la nube radiactiva. Solicitar la misma ayuda a los franceses.

»E1 espacio aéreo de la totalidad de la República Federal queda cerrado al tráfico a partir de este momento. Sólo serán autorizados a despegar y aterrizar los vuelos relacionados con el servicio de defensa civil. ¿Alguna pregunta?

—¿Y la policía de los otros Lander? — inquirió uno de los presentes.

—El canciller está informando en estos momentos a los gobiernos de los Lander —contestó Andree—. Sus tropas auxiliares dependen del ejército y de la policía de fronteras. Yo estoy al frente de todas las operaciones hasta que se constituya el estado mayor de emergencia en Frankfurt. Podéis comunicar a todos los puestos, que cualquier posible orden de Klinger y compañía carece de todo valor si no ha sido explícitamente ratificada por mí.

El despacho había quedado vacío. Andree se dirigió a Meyer—Schónwald:

—Tú te encargarás de la misión más importante. La...

Sonó el teléfono. Andree apretó el botón del altavoz.

—El general de brigada Cárter desde Frankfurt. No cree que...

—Póngamelo — ordenó Andree.

—¿What's this all about? (¿Qué es todo este alboroto?). — El general tenía una voz que hacía pensar en Bonanza —. Are you people crazy? (¿Se han vuelto locos?).

Andree le respondió en inglés, casi sin ningún acento alemán:

—Nadie se ha vuelto loco. Sus informaciones son correctas. Necesitamos su ayuda. Le hablo en nombre del canciller.

—Okay —dijo el general Cárter—. Pero si intenta gastarme una broma...

—Diríjase a la dirección general de policía de Frankfurt. El canciller hablará desde allí con su presidente dentro de treinta minutos.

—You'd better be right (Más le valdrá que sea cierto lo que dice) — dijo Cárter y colgó.

—La evacuación — le dijo Andree a Meyer—Schónwald —. Tú te encargarás de dirigirla desde aquí... Ya nada podemos hacer en la zona de siete kilómetros de radio, pero...

—¿Por qué no?

—Klinger ha tenido la genial idea de comunicar a la gente el accidente ocurrido en Helios a través de la radio y la televisión. Y les ha rogado gentilmente que no se muevan de sus casas. Lo cual significa que en estos momentos todos los habitantes de los alrededores de Helios intentan huir en todas direcciones con sus coches y han atascado todas las carreteras. Las estaciones de control situadas en las carreteras de salida aún agravarán los embotellamientos, sobre todo cuando comience a llegar gente afectada por la radiactividad.

Andree miró el reloj.

—Según los cálculos de Born, la primera oleada radiactiva comenzará a desprenderse dentro de unos veinte minutos. Es decir que sólo será posible emprender una evacuación ordenada a partir del cordón de seguridad de siete kilómetros de radio. Al principio deberá concentrarse en este círculo: extrarradio de Pfungstadt, el norte de Mannheim, Worms, Alzey. La evacuación debe proceder de dentro hacia fuera. Principio general a aplicar: reducir al mínimo el número de vehículos particulares para evitar embotellamientos. Establecer en cambio puntos de reunión desde los cuales la población será transportada a un lugar seguro en autobuses, camiones, etcétera. Los lugares de reunión están señalados en el llamado Plan de defensa civil para la eventualidad de una catástrofe de Klinger. Pero, naturalmente, le faltan vehículos. Entérate de cuáles son esos puntos de reunión y organiza el transporte.—vehículos del ejército, de la policía de fronteras, del cuerpo especial de policía, de empresas privadas. El ministro de Defensa, Krüger, enviará un coronel que tiene experiencia en estas cosas. Trabajarás en colaboración con él.

—¿Hacia dónde debemos evacuar a la gente? ¿Y a qué distancia?

—Cuarenta kilómetros. No más lejos. De lo contrario los vehículos tardarán demasiado en poder realizar el siguiente transporte. No sobrecargar en ningún caso las zonas en vísperas de elecciones. Dirección general Este y Oeste.

—¿Cuántos habitantes tiene la zona a evacuar?

—Maestro —exclamó Andree—, ¿cómo quieres que lo sepa? Doscientos mil, trescientos mil. ¡Menos cálculos y más hechos!

—Una última pregunta — dijo Meyer—Schónwald —. ¿Debemos comunicarlo a la radio?

—No. He ordenado un bloqueo total de noticias. Si la gente de Frankfurt oye rumores de que allí abajo ha ocurrido algo más que una simple avería técnica, será el caos. Demasiado pronto se enterarán ya, de todos modos.

Meyer—Schónwald se dirigió a la habitación contigua. Desde la puerta comentó:

—Jamás lo conseguiremos.

—Estoy un poco sordo — dijo Andree.

Poppe gritó desde la sala de juntas:

—¡Krüger espera en el helicóptero! El secretario de Klinger está al teléfono.

Andree se levantó de la silla y se puso la chaqueta.

—Por mí, puede seguir ahí hasta mañana. Pasadme todas las llamadas importantes al helicóptero a través de la central de radio. Os llamaré desde Frankfurt, si no os he dicho nada antes.

La explosión
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