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—Pero tengo que hablar con él — dijo el inspector Kramer —, no importa dónde esté. La Central está en gravísimo peligro. Hemos encontrado el borrador de una carta que... Pues póngame con él, maldita sea, localícele...
Kramer oyó el ruido de la palanca que accionó Gerlinde Katz para pasar la comunicación a la central de mandos. Alguien cogió el auricular, pero nadie respondió. El inspector Kramer sólo pudo oír el ulular de las sirenas de alarma.
Marcó el número de la brigada criminal.
—Demasiado tarde, jefe. Demasiado tarde — anunció.