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—Siento tener que molestarle, jefe —dijo el inspector Kramer—. Tengo novedades para usted. He hablado con el padre de nuestro escurridizo Número 37. Un hombre muy razonable. Está preocupado por su hijo. Cree que debe haber caído entre malas compañías. No comprende el motivo. Lo de siempre: bonitos juguetes, dinero, el primer coche a los dieciséis años. Fue a estudiar a Frankfurt, en sus visitas a casa durante las vacaciones sólo hablaba de política, y de pronto ya no apareció más por allí. El padre le envía cada mes un cheque cruzado a un apartado de correos de Frankfurt. El último lo mandó hace una semana. La descripción que da el cartero coincide totalmente con la del hijo que buscamos. Pero no nos servirá de nada. El cheque ya ha sido recogido. Tengo otra pista. El padre dice que su mujer recibió una postal de Sylt hace cuatro semanas, el día de su cumpleaños. No guardó la postal, pero recuerda que el chico daba a entender que estaba en compañía de una mujer y se hospedaba en un hotel caro. Al menos así cree haberlo entendido. Dentro de una hora cojo el avión con Henning y pienso pasarme la noche tomando el fresco con el portero de noche. Tal vez el nombre de la mujer nos dé alguna pista, suponiendo que logremos localizar el hotel y que realmente haya estado allí en compañía de alguien.