Nota de la autora

LA separación es una novela de ficción, ambientada en el período de la Emergencia, en Malasia, en la época de 1950. Aunque los personajes son imaginarios y no pretenden parecerse a ninguna persona viva o muerta, hay en ellos ecos de mi propia infancia en aquel país y aquella época.

Partes de la novela se inspiran en historias de mi familia. Por ejemplo, estuve en un museo de cera, como el personaje de Emma, y vi exactamente lo mismo que ella. Y mi madre cantaba en un hotel de Singapur. Conservo también el recuerdo de haberme bañado en una piscina natural de una plantación de caucho de la zona de Johor, y de ver cómo se amontonaban las escopetas en la mesa del vestíbulo cuando los hombres de la plantación acudían a una fiesta en la ciudad, y el color y el ruido del barrio chino, adonde iba con mi amah china, Ah Moi. Recuerdo las casas construidas sobre pilotes, las lagartijas con la cola cortada y muchos olores, sonidos y lugares de Malasia.

Los recuerdos de mi madre, sus recuerdos y sus magníficos álbumes de fotos, han sido la inspiración de muchos de los escenarios de la novela, principalmente la plantación de Jack, las casas de Cicely y Harriet Parrott y el Hospital Psiquiátrico. En YouTube he encontrado espléndidos vídeos de antiguos interiores coloniales y muchos detalles interesantes de la vida cotidiana en una plantación y de la vida en Malaca y Singapur en general. El catálogo de Cine Colonial cuenta con un rico archivo de imágenes de los tiempos del Imperio Británico.

Mi padre trabajaba en el servicio postal, en su mejora y su restablecimiento, de ahí que nos mudáramos de casa ocho veces en otros tantos años. No hablaba mucho de su trabajo, pero estaba enamorado de Malasia y sus recuerdos han dejado en mí una honda huella de cómo fue su vida en aquel país. A ellos, en parte, les debo la imagen que me he formado de la selva, de las aldeas malayas y de los campos de refugiados.

En Internet, Amazon y Google he encontrado todo un universo de blogs, libros y memorias de Malasia. A todos sus autores les doy las gracias por tantos datos de cómo era el país en aquel entonces y cómo era Malaca en particular, donde yo nací. Me siento muy afortunada de haber nacido en un lugar y un tiempo tan extraordinarios. Estoy convencida de que su influencia aún sigue viva en mí. Buena parte de Malaca, tal como aparece en la novela, se basa exclusivamente en mis recuerdos, y por tanto los errores son imputables a mi borrosa imagen del pasado. He querido ceñirme a esos recuerdos para ofrecer mis descripciones y por eso me he resistido a volver al país y verlo tal como es hoy. Así, he conservado en mi memoria el encanto que tenían ciertos rincones de Malasia en la década de 1950.

No obstante, la historia de Lydia, Alec, Emma y Fleur no es la historia de mi familia. Nosotros nunca nos separamos: volvimos juntos a Inglaterra, en un barco como el de Emma, aunque hicimos el viaje en 1957, cuando el canal de Suez aún estaba cerrado. Las escenas del barco sí responden en buena medida a mi recuerdo de cómo tuve que aprender a guardar el equilibrio cuando nos sorprendió un temporal.

Las historias de fantasmas y los cuentos que recuerda Emma se basan en parte en relatos que he encontrado en Internet y en parte en los siguientes libros:

1.Malay Magic, Walter Skeat, Macmilllan, Londres, 1900.

2.Shaman, Saiva and Sufi, R. O. Winstedt, primera edición, Singapur, 1925; reimpresión, Forgotten Books, 2007.

3.The Book of Chinese Beliefs, Frena Bloomfield, Arrow Books, Londres, 1983.

Para construir la situación a que se enfrenta el personaje de Lydia, me he basado en mi experiencia personal como madre que ha vivido la muerte de un hijo. Es algo que nunca se supera del todo. Por último, he querido incluir un poema, escrito por el que entonces era mi cuñado. De todas las tarjetas y cartas cariñosas que recibí en aquel momento, estas palabras me siguen haciendo un nudo en la garganta. Confío en que algunas palabras de esta novela sean capaces de hacer lo mismo.