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MARTES, 9 DE MARZO DE 2010

Algo le dijo en su interior que debía mantenerse a una distancia prudencial. Mientras Ing-Marie y Janne Flash estaban apostados justo delante de la puerta de entrada de la casa amarilla de los años cincuenta, Julia se encontraba sola tres casas más allá, observando el desfile de coches de la policía y de técnicos. Un gran número de hombres con el mono azul oscuro circulaban tanto dentro como fuera de la casa. Llevaban guantes de látex transparentes y portaban bolsas pequeñas. Se detenían en un sitio y en otro. Miraban con un poco más de detenimiento. Parecía irreal.

Oyó cómo se abría la puerta y vio que unos tupidos rizos castaños salían corriendo. Se dirigieron hacia ella.

—¡Me lo prometiste!

El niño, que iba descalzo y llevaba un pijama azul con aviones rojos, le dio un empujón en el estómago.

—Prometiste no decir nada del secreto. ¡Eres tonta! ¡Tontísima!

Ella le dejó que siguiera. Esperó hasta que se cansara, pero le preocupaba que cogiera un buen resfriado si no se tranquilizaba pronto. Le habló lo más tranquila que pudo:

—He guardado el secreto mucho tiempo, Elias. Pero la policía cree que el muñeco que hay debajo de tu cama puede tener algo que ver con que tu madre se fuera al cielo en la locomotora.

Él dejó de golpear y dar patadas. Se quedó con la cabeza baja. A Julia le pareció ver que el pobre niño asentía débilmente antes de empezar a llorar. Ella se puso en cuclillas para estar a la misma altura que él. Esperó a que él hablase.

—Es por el monstruo —dijo él—. El monstruo era malo con mamá.

Ella intentó abrazarle, pero él se soltó y se alejó corriendo, por el mismo camino por el que había llegado. Pasando por delante de Ing-Marie, Flash y de todos los modelos de coches de policía con los que a él le gustaba tanto jugar en su habitación. Cuando el niño llegó a la puerta, esta se abrió. Anna Eiler salió al mismo tiempo que Elias Hjort entraba corriendo.

Julia prefirió quedarse donde estaba y dejar que Ing-Marie se ocupara de la conversación. Sólo cuando Anna y Patrik se montaron en su coche y salieron acelerando bruscamente se atrevió a acercarse a su colega.

—Elias dice que el muñeco que había debajo de la cama tiene que ver con un monstruo que era malo con su mamá.

Ing-Marie asintió.

—Puede decirse que tiene razón. Parece ser que el niño empezó a hacerse pis en la cama cuando su madre desapareció. Klas Hjort cogió esa estatua, que era una de las preferidas de Elisabeth, y la colocó debajo de la cama del niño. Le contó a Elias que era un muñeco mágico que se iba a comer a todos los monstruos que habían sido malos con su mamá y que hicieron que mamá fuera tonta con él y que así podría dormir tranquilo. Lo convirtió en un gran secreto entre ellos para que Elias no se sintiera mal por hacerse pis en la cama.