4
A seiscientos metros de la redacción del periódico, concentrada en lo que había sucedido muchos años antes, la agente de policía Anna Eiler estaba sentada delante del ordenador en su despacho de la comisaría. Había cerrado la puerta. No quería que la molestaran.
Imágenes de odio y muerte, de dolor e impotencia. Disponía de muy poco tiempo. Todas esas víctimas llevaban mucho tiempo esperando una reparación. Quería prestarles toda su atención.
Quería hacerles justicia. Ya.
Pero era difícil, por no decir imposible, concentrarse.
Como de costumbre, él ocupaba todos sus pensamientos.