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MIÉRCOLES, 10 DE FEBRERO DE 2010
—¡Ven, Ing-Marie, ven, mira esto!
Julia parecía una niña la víspera de Navidad.
Ing-Marie se levantó, estiró el cuerpo hasta que le crujieron los hombros y la espalda y luego caminó los siete pasos que la separaban de la mesa del editor, Kenneth Sviréns, donde estaba Julia dando brincos.
—¡Tranquila, mujer! —exclamó, sonriendo a su colega.
Ing-Marie miró por encima del hombro de Kenneth la portada en la que estaba trabajando. Tres retratos alineados iluminaban la pantalla. El primero de Elisabeth Hjort, un rostro tristemente familiar. El segundo era de un hombre moreno de grandes ojos castaños y labios carnosos que sonreían bajo un bigote bien cuidado. El tercero era de una joven rubia de pelo lacio y ojos tristes profusamente maquillados. Y por encima de todos ellos el titular:
TÚ PUEDES RESOLVER
SUS ASESINATOS
Satisfecha, asintió a Julia, que le dio una palmadita en la espalda a Kenneth Sviréns.
—Estupendo, Kenta. Realmente queda muy bien.
—Lo mismo digo: ¡buen trabajo!
El editor volvió la mirada hacia Ing-Marie.
—También me refiero a ti.
Ella se encogió de hombros, avergonzada, pero sabía que él llevaba razón. Tanto Julia como ella habían hecho un fantástico trabajo la última semana.
Al principio le molestó un poco que a su joven colega se le ocurriera la idea de relacionar el caso de Hjort con otros asesinatos no resueltos en Västergötland.
—Aquí la reportera criminalista soy yo —replicó Ing-Marie sin poder contenerse cuando Julia soltó la propuesta el viernes anterior en la reunión matinal.
Julia se la quedó mirando. Al principio con asombro. Luego con una sonrisa torcida.
—¿Y? Nadie está poniendo eso en duda.
Ing-Marie se ruborizó. Se dio cuenta de que lo único que le pasaba era que le habría gustado que la idea hubiera sido suya. Debería habérsele ocurrido a ella. ¿Por qué demonios no se le había ocurrido? Ese era su asesinato. Su investigación. En Skövde trabajaba uno de los tres grupos de la policía sueca especializados en analizar e investigar antiguos homicidios y delitos graves no resueltos, y teniendo en cuenta que el asesinato de Elisabeth Hjort aún estaba sin resolver, no era mala idea relacionar aquellos crímenes. Al contrario. Se volvió a maldecir a sí misma. Ciertamente se le debería haber ocurrido a ella.
Sven Lindgren se puso a delirar en voz alta:
—Esto es lo que vamos a hacer. Vosotras aprovecháis todo el tiempo libre que tengáis a lo largo de la semana y, cuando los artículos de información diaria estén listos, trabajáis con eso. Lo quiero para el próximo fin de semana. Salimos a lo grande jueves, viernes y sábado.
Se sentaron a discutir la propuesta nada más salir de la reunión. Ing-Marie se apresuró a recuperar su papel de líder.
—Bien, ¿qué has pensado?
Julia extendió las manos, rendida.
—¿Es que no me conoces a estas alturas? No he pensado nada en absoluto. Estábamos hablando de la incompetencia de la policía y de pronto empecé a pensar en el capítulo de «Caso abierto» que vi ayer en el Kanal 9 y ¡zas!, algo empezó a bullir.
Miró tranquilizadora a Ing-Marie.
—De nosotras dos, tú eres la que piensas, ¿cuándo te lo vas a meter en la cabeza?
Ing-Marie frunció la boca, aunque se sentía satisfecha de que se hubiera restablecido el orden.
—Está bien, asesinatos no resueltos. Yo recuerdo perfectamente lo que pasó cuando desapareció Helena Andersson en 1992. No se hablaba de otra cosa.
Julia se echó a reír.
—Yo era pequeña entonces, tú eres una vieja, pero también lo recuerdo. Estábamos en casa de mis abuelos y los mayores hablaban en clave sobre lo que le podría haber ocurrido para que nosotros no lo entendiéramos.
Alzó las cejas.
—Como si no lo supiéramos.
—En cualquier caso necesitamos una entrevista con el grupo de la policía que se encarga de los asesinatos no resueltos.
Julia tragó saliva. Abrió la boca como para decir algo. Ing-Marie le lanzó una mirada.
—Tú decides si quieres aprovechar la ocasión. Puede ser una manera de que liméis asperezas.
Julia apretó los labios.
—No sabes lo que estás diciendo. No la conoces. No depende sólo de mí.
Ahora, apenas una semana después, allí estaban las dos. Mirándose de reojo por encima de los hombros del editor. Ing-Marie estaba contenta. Muy, muy, contenta.
La serie de artículos que empezaría a publicarse en el Västgöta-Nytt del día siguiente contaba a los lectores que en ese momento había en Suecia más de trescientos cincuenta y seis asesinatos sin resolver. Ni siquiera la policía tenía una relación completa a escala nacional de todos los asesinatos que seguían sin aclarar, pero Ing-Marie y Julia habían trabajado codo con codo para llamar a todos los distritos policiales y podían presentar en su diario el listado completo, provincia por provincia.
Setenta y siete de los asesinatos se habían cometido en la provincia de Västra Götaland. Dos de ellos en el municipio de Skövde. En uno de los casos, el de una joven, acababan de cumplirse los veinte años de prescripción del delito, y de otro, de un hombre, estaba próximo el día en que se cumplirían exactamente diez años y el asesinato seguía entre los casos no resueltos.
El primer artículo de la serie, escrito por Ing-Marie, se centraría en Elisabeth Hjort y en las pistas halladas hasta el momento. Que no eran muchas. Ing-Marie estaba convencida de que Julia y ella ya habrían resuelto el asesinato si hubieran tenido acceso a los informes que tenía la policía. Eso la irritaba. Estaba empeñada en resolver aquel asesinato.
El segundo día estaría dedicado a Nabhan Beydoun, un hombre de cincuenta años, padre de cuatro hijos, que desapareció hacía diez años. Se comunicó su desaparición en mayo de 2000, pero sus restos no aparecieron hasta seis meses después en un pozo de drenaje en Mölltorp. A pesar de que la policía inspeccionó ocho mil kilos de barro en busca de alguna prueba, no consiguieron detener al responsable del asesinato.
En el artículo, que ocuparía tres páginas del periódico, Julia describiría el relato de los hechos desde que el hombre desapareció, y mencionaría también al joven de veintidós años, residente en Karlsborg, a quien se había señalado como rival amoroso de Beydoun. El joven fue acusado del asesinato —cuando aún no habían encontrado el cuerpo de Beydoun—, pero el Tribunal de Primera Instancia lo absolvió. Cuando el caso llegó a la Audiencia Provincial, el joven de veintidós años fue condenado en cambio por un delito de profanación del cadáver, porque la policía había encontrado manchas de sangre en su coche. Pero cuando el caso llegó al Tribunal Supremo quedó de nuevo en libertad. La persona que asesinó a Nabhan Beydoun andaba libre en la calle.
Julia buscó al policía responsable de aquella investigación diez años atrás. Jörgen Hermansen ya estaba jubilado, pero tenía buena memoria. Compartieron una charla agradable.
—Fue una investigación larga, con muchos interrogatorios. Y al final su cuerpo apareció de pura casualidad. Lo encontraron unos operarios de la Red de Carreteras cuando iban a limpiar una zanja de drenaje justo al lado del lago Vättern.
El policía le contó que cuando los operarios echaron agua en la tubería notaron que había algo que obstruía su paso.
—Se formó un tapón. Y al observar con mayor detenimiento comprobaron que lo que impedía que el agua fluyera por la tubería eran restos humanos.
El sábado terminaría la serie. El artículo se centraría entonces en Kristina Larm. Ese artículo lo habían escrito juntas.
La víctima, a quien llamaban Kicki, apareció asesinada y tirada en una cuneta junto a la carretera de Gunnhaga, en las afueras del barrio de Tidan, el 11 de julio de 1989. También en ese caso hubo un hombre sospechoso, pero nunca fue juzgado.
Habían escrito el artículo del sábado basándose en el trabajo del grupo de casos no resueltos, el grupo de «Caso abierto», creado en 2005 y compuesto por tres policías para retomar los asesinatos que llevaban más de diez años sin esclarecerse en Västergötland. El nombre exacto del grupo, que actualmente, a causa de los recortes, había pasado de tener tres policías a tiempo completo a tener sólo uno a media jornada, era Grupo de Análisis e Investigación de Antiguos Asesinatos, pero Julia agradecía que las víctimas de sus entrevistas aceptaran el nombre de la serie de televisión «Caso abierto», porque así se evitaba repetir demasiadas veces el triste nombre sueco del grupo. Junto a la foto y el texto que narraba el trágico destino de Kicki Larm, Ing-Marie y ella adjuntaron también un mapa elaborado por ellas en el que indicaban los asesinatos en los que estaba trabajando en ese momento el grupo de asesinatos no resueltos, así como los tres casos que habían logrado resolver sus colegas en el resto de Suecia: el asesinato de una mujer de treinta años en Gotemburgo en 1997, el asesinato de una joven de dieciocho años en Höganäs en 1998 y el asesinato de un chico solicitante de asilo en Klippan en 1992. Tanto a la policía como a los lectores les gustaba que la realidad superase la ficción. Cuando el malo finalmente recibía su castigo.
—El asesinato es el delito más grave contemplado por la ley. Un suceso terriblemente traumático para los allegados. Todos quieren una respuesta a la pregunta: ¿por qué? La necesidad de resolver incluso los crímenes antiguos es una cuestión de justicia. Que no se aclare un robo, es algo con lo que uno puede vivir, pero no se puede vivir con un asesinato que sigue sin resolverse —le había explicado Anna Eiler.
No fue un reencuentro lleno de lágrimas. Anna incluso se negó a recibirla y fue necesario un correo electrónico en el que Julia la amenazaba con dirigirse al jefe de Anna quejándose de la falta de colaboración de la policía con la prensa por las trabas que ponía para conseguir una entrevista. Julia temblaba al recordar la entrevista.
Sabía todo sobre la persona que tenía enfrente en la sala de interrogatorios pintada de blanco. Todo y nada. Julia observó aquellos ojos castaños oscuros que cuando le miraban a uno de frente exigían respuesta, y comprendió que la persona que tenía sentada enfrente era una interrogadora competente. Nunca había visto a Anna Eiler como interrogadora. La había visto como su mejor amiga.