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A las dos menos diez aparqué junto a la entrada de Beijer-Materiales de Construcción, en la calle Kaplans de Skövde. Observé el cuadrado amarillo que era el logotipo de la empresa. Parecía como si de repente fuera a soltarse del tejado y caerme encima de la cabeza. Me sacudí, respiré profundamente y crucé la puerta. Fue como si el dependiente pudiera oler mi inseguridad.

—Hola, me llamo Björn. ¿Le puedo ayudar en algo?

El hombre recordaba ligeramente a Papá Noel con el pelo gris, la gran barba blanca y sus discretas gafas. Pero en lugar de una casaca roja llevaba una camisa de cuadros con el cuadrado amarillo en el pecho.

Traté de sonreír.

—Necesito una sierra.

Él asintió y empezó a andar a mi lado.

—Pasillo seis. ¿De qué tipo?

Lo miré tratando de que se me ocurriera qué debía contestar. Él esperó unos segundos antes de aclarar la pregunta.

—Tendrá que ser un poco más precisa. ¿Qué va a serrar? ¿Necesita una motosierra, una sierra de cadena, una sierra de arco, una sierra de calar, una sierra manual?

Tragué saliva.

—Yo… Voy a serrar un poco de todo. Había pensado algo que uno pueda tener en casa y que no ocupe mucho espacio, pero que sirva para cortar materiales duros y blandos.

Él me miró perplejo.

—¿Duros y blandos?

Yo asentí. Mejor estar callada. Aquello no iba bien.

—Bueno… Si la va a tener en casa para poder serrar cosas pequeñas, entonces le recomendaría la típica sierra de mano, el modelo 6000. Cuesta trescientas cuarenta y tres coronas, y corta y cala tablas, contrachapados y aglomerados sin problemas.

Miré la sierra de mano que el dependiente tenía en la mano y sentí que se me erizaba el vello de los brazos. No había ninguna posibilidad de que yo pudiera empujar aquella cosa hacia delante y hacia atrás serrando el cuerpo de mi padre. Además tenía que hacerlo deprisa.

—Había pensado algo con motor. ¿Qué me recomienda que corte con facilidad los materiales que acaba de nombrar?

—Esta.

Dio una palmada a un paquete.

—Sierra Sable 710W Toolmate. Cuatrocientas noventa y nueve coronas. Un precio estupendo, realmente. Se lleva además una hoja para serrar madera y metal. La Toolmate llega hasta dos mil quinientos cortes por minuto, si está de buen humor. Y tiene un pie regulable para serrar con seguridad y que no se escape y se corte uno una extremidad en un descuido.

«Pero eso es exactamente lo que yo quiero», pensé, y me fijé en la fina hoja. No estaba segura de que pudiera con el grueso cuerpo de Valdemar.

Me encogí de hombros. Quinientas coronas. Valía la pena probarla.

Le di las gracias amablemente a Björn por su ayuda, llevé la Toolmate hasta la caja y pagué al contado. Me temblaban las piernas al salir, y justo cuando iba a meter la sierra en el maletero oí unos pasos rápidos sobre el asfalto.

—¡Espere!

Me quedé paralizada. Me volví y vi que Björn venía corriendo hacia mí con un papel en la mano.

—Se ha dejado esto —dijo entregándome un papel.

Me quedé mirándolo fijamente.

—Si pasara algo, tiene dos años de garantía.

Le di las gracias de nuevo y cerré de un portazo la puerta del maletero. Me metí en el coche. Me podía imaginar mi próxima visita a Beijer-Materiales de Construcción.

—Oiga, Björn. El caso es que intenté descuartizar a mi padre, pero su sierra de mierda se estropeó. Se han quedado atascados algunos jirones de carne y está toda manchada de sangre, pero podrá cambiármela por una nueva, ¿no? El cuerpo de mi padre está cortado a medias en el cuarto de baño y tengo que terminar de serrar a ese hijo de puta antes de que se quede demasiado rígido.

«No es muy probable que llegue a usar esta garantía», pensé haciendo añicos el papel.