XIII

No se había equivocado, salieron por otra casa cercana donde les aguardaba de nuevo otro carruaje o quizá el mismo. Estaba tan asustada que no podía centrarse en cuestiones nimias. Lo que debía hacer era escapar, como buenamente pudiera y cuanto antes.

A empujones los subieron de nuevo al carromato e iniciaron un nuevo recorrido que le alejaba más y más de todo lo que amaba. Movió la bota para asegurarse de que el puñal permanecía en el lugar. Era la sexta vez que lo comprobaba.

Según recorrían el camino de vuelta hacia las afueras imaginó adónde les llevaban. A la fábrica. Un escalofrío le recorrió la columna vertebral. Otra vez no. Si entraba de nuevo en la cueva, le daría un ataque de nervios.

Nadie vigilaba la parte trasera del carromato aunque no podía asegurar cuantos hombres lo llevaban. Y lo bueno era que no se fijaban en detalles ya que ninguno se había dado cuenta de que a tirones se había desprendido de la mordaza y la había dejado en aquella cocina. Si le descubrían sin ella, tendría problemas.

Prefería intentarlo ahora, al aire libre, no entre cuatro paredes que le impedirían escapar. Se dirigió a los chicos, quienes de vez en cuando le dirigían miradas atontadas, como si estuvieran drogados. Maldita sea, no lo había pensado. Peter dijo que a él le habían dado alguna sustancia...

Tras desdoblarlos en la casa, ahora eran siete. Tenía que intentarlo.

Chicos Dios, no le atendían. La palabra drogados retumbaba en su mente ¡Chicos! el susurro, algo más alto, llamó su atención. Cuatro eran muy jóvenes, calculó que de unos dieciséis años. Otro, algo mayor y el último mostraba unos claros ojos inteligentes y despiertos y en cierto modo viejos, hastiados. Tendremos que saltar del carruaje ¿me entendéis? ninguno dio muestras de haberle entendido ¿Me oís?

No podía dejarlos atrás y tampoco podía cargar con ellos. Un laberinto sin salida.

Repentinamente el muchacho de los ojos claros se inclinó hasta quedar arrodillado, con el costado apoyado contra la pared del carromato hasta estabilizarse. Se enderezó y comenzó a aproximarse a ella entre el resto de cuerpos, sorteándolos, con pequeñopasos que daba sobre sus doloridas rodillas. Mere esperó...

Se acercaba cada vez más hasta que su cara quedó a unos centímetros de la suya, otro poco más, hasta que sus mejillas se rozaron e hizo un intenso gesto indicándole que hiciera algo mientras giraba el rostro. Le urgía a hacer algo. ¿Qué quería?

De nuevo el gesto. ¡Por Dios! Estaba tonta. Quería que le ayudara a quitarse la mordaza.

Aproximó la boca y afianzando los dientes tiró hacia debajo de la sucia tela, con esfuerzo, hasta que esta se deslizó liberando los inmovilizados labios.

El muchacho se los humedeció y aprovechó el momento de inmediato.

Dos hombres conducen el carromato. Somos siete pero creo que cuatro están adormilados, por drogas. No podrán hacer nada, ni ayudar ni moverse. Otro chaval señaló con la cabeza al que había estado situado junto a él sí está en condiciones, igual que yo esos ojos se llenaron de aprensión ¿sabes a dónde nos llevan?

A una fábrica en las afueras.

¿Para qué?

No importa ahora. Lo esencial es escapar y pedir ayuda para el resto algo se le ocurrió. ¿Cuánto tarda la droga en despejarse del todo?

Un par de días.

Mientras hablaban, el otro chico, de rasgos más aniñados, había copiado el gesto del anterior y se estaba ubicando junto a ellos.

Esto nos va a doler. Estamos atados y caeremos de algo de altura. Tendremos que seleccionar un lugar que a ser posible haga curva para facilitar que no nos vean y tendremos que dejarnos caer seguidos. Si es posible una zona de tierra blanda y si no lo fuera tendremos que rodar. ¿Sabéis cabalgar?

No el otro contestó con un gesto negativo.

No importa, si caes en movimiento lo mejor el rodar para absorber mejor el golpe, ¿de acuerdo?

Sí.

Ayuda al chico a quitarse la mordaza de inmediato le obedeció.

Si supieran lo aterrada que estaba, lo torpe que se sentía e incapaz de dirigirles, pero esas miradas iluminadas no le daban otra opción. Saltarían y que el destino decidiera. Lo que no podían hacer era quedarse con los brazos cruzados, como corderos.

Toda su vida le habían enseñado a luchar si era necesario, a no dejarse pisar ni arrastrar y se juró a sí misma que pelearía.

Amor entre acertijos
titlepage.xhtml
sec_0001.xhtml
sec_0002.xhtml
sec_0003.xhtml
sec_0004.xhtml
sec_0005.xhtml
sec_0006.xhtml
sec_0007.xhtml
sec_0008.xhtml
sec_0009.xhtml
sec_0010.xhtml
sec_0011.xhtml
sec_0012.xhtml
sec_0013.xhtml
sec_0014.xhtml
sec_0015.xhtml
sec_0016.xhtml
sec_0017.xhtml
sec_0018.xhtml
sec_0019.xhtml
sec_0020.xhtml
sec_0021.xhtml
sec_0022.xhtml
sec_0023.xhtml
sec_0024.xhtml
sec_0025.xhtml
sec_0026.xhtml
sec_0027.xhtml
sec_0028.xhtml
sec_0029.xhtml
sec_0030.xhtml
sec_0031.xhtml
sec_0032.xhtml
sec_0033.xhtml
sec_0034.xhtml
sec_0035.xhtml
sec_0036.xhtml
sec_0037.xhtml
sec_0038.xhtml
sec_0039.xhtml
sec_0040.xhtml
sec_0041.xhtml
sec_0042.xhtml
sec_0043.xhtml
sec_0044.xhtml
sec_0045.xhtml
sec_0046.xhtml
sec_0047.xhtml
sec_0048.xhtml
sec_0049.xhtml
sec_0050.xhtml
sec_0051.xhtml
sec_0052.xhtml
sec_0053.xhtml
sec_0054.xhtml
sec_0055.xhtml
sec_0056.xhtml
sec_0057.xhtml
sec_0058.xhtml
sec_0059.xhtml
sec_0060.xhtml
sec_0061.xhtml
sec_0062.xhtml
sec_0063.xhtml
sec_0064.xhtml
sec_0065.xhtml
sec_0066.xhtml
sec_0067.xhtml
sec_0068.xhtml
sec_0069.xhtml
sec_0070.xhtml
sec_0071.xhtml
sec_0072.xhtml
sec_0073.xhtml
sec_0074.xhtml
sec_0075.xhtml
sec_0076.xhtml
sec_0077.xhtml
sec_0078.xhtml
sec_0079.xhtml
sec_0080.xhtml
sec_0081.xhtml
sec_0082.xhtml
sec_0083.xhtml
sec_0084.xhtml
sec_0085.xhtml
sec_0086.xhtml
sec_0087.xhtml
sec_0088.xhtml
sec_0089.xhtml
sec_0090.xhtml
sec_0091.xhtml
sec_0092.xhtml
sec_0093.xhtml
sec_0094.xhtml
sec_0095.xhtml
sec_0096.xhtml
sec_0097.xhtml
sec_0098.xhtml
sec_0099.xhtml
sec_0100.xhtml
sec_0101.xhtml
sec_0102.xhtml
sec_0103.xhtml
sec_0104.xhtml
sec_0105.xhtml
sec_0106.xhtml
sec_0107.xhtml
sec_0108.xhtml
sec_0109.xhtml
sec_0110.xhtml
sec_0111.xhtml
sec_0112.xhtml
sec_0113.xhtml
sec_0114.xhtml
sec_0115.xhtml
sec_0116.xhtml
sec_0117.xhtml
sec_0118.xhtml
sec_0119.xhtml
sec_0120.xhtml
sec_0121.xhtml
sec_0122.xhtml
sec_0123.xhtml
sec_0124.xhtml
sec_0125.xhtml
sec_0126.xhtml
sec_0127.xhtml
sec_0128.xhtml
sec_0129.xhtml
sec_0130.xhtml
sec_0131.xhtml
sec_0132.xhtml
sec_0133.xhtml
sec_0134.xhtml
sec_0135.xhtml
sec_0136.xhtml
sec_0137.xhtml
sec_0138.xhtml
sec_0139.xhtml
sec_0140.xhtml
sec_0141.xhtml
sec_0142.xhtml
sec_0143.xhtml
sec_0144.xhtml
sec_0145.xhtml
sec_0146.xhtml
sec_0147.xhtml
sec_0148.xhtml
sec_0149.xhtml
sec_0150.xhtml
sec_0151.xhtml
sec_0152.xhtml
sec_0153.xhtml
sec_0154.xhtml
sec_0155.xhtml
sec_0156.xhtml
sec_0157.xhtml
sec_0158.xhtml
sec_0159.xhtml
sec_0160.xhtml
sec_0161.xhtml
sec_0162.xhtml
sec_0163.xhtml
sec_0164.xhtml
sec_0165.xhtml
sec_0166.xhtml
sec_0167.xhtml
sec_0168.xhtml
sec_0169.xhtml
sec_0170.xhtml
sec_0171.xhtml
sec_0172.xhtml
sec_0173.xhtml
sec_0174.xhtml
sec_0175.xhtml
sec_0176.xhtml
sec_0177.xhtml
sec_0178.xhtml
sec_0179.xhtml
sec_0180.xhtml
sec_0181.xhtml
sec_0182.xhtml
sec_0183.xhtml
sec_0184.xhtml
sec_0185.xhtml
sec_0186.xhtml
sec_0187.xhtml
sec_0188.xhtml
sec_0189.xhtml
sec_0190.xhtml
sec_0191.xhtml
sec_0192.xhtml
sec_0193.xhtml
sec_0194.xhtml
sec_0195.xhtml
sec_0196.xhtml
sec_0197.xhtml
sec_0198.xhtml
sec_0199.xhtml
sec_0200.xhtml
sec_0201.xhtml
sec_0202.xhtml
sec_0203.xhtml
sec_0204.xhtml
sec_0205.xhtml
sec_0206.xhtml
sec_0207.xhtml
sec_0208.xhtml
sec_0209.xhtml
sec_0210.xhtml
sec_0211.xhtml
sec_0212.xhtml
sec_0213.xhtml
sec_0214.xhtml
sec_0215.xhtml
sec_0216.xhtml
sec_0217.xhtml
sec_0218.xhtml
sec_0219.xhtml
sec_0220.xhtml
sec_0221.xhtml
sec_0222.xhtml
sec_0223.xhtml
sec_0224.xhtml
sec_0225.xhtml
sec_0226.xhtml
sec_0227.xhtml
sec_0228.xhtml
sec_0229.xhtml