III
El día se estaba convirtiendo en una caja de sorpresas y la mayor acababa de salir de los refinados labios de Jules.
Me habéis oído perfectamente: que Julia se nos casa.
El rojo tornado enfurecido se giró en dirección al foco de la noticia.
¡De eso nada! Y como alguien repita semejante patochada de nuevo, va a tener un serio problema conmigo. Eso, un problemón.
Pero, hija, te vas a casar.
¡Qué no! El energúmeno ese me ha tendido una trampa ladina y, y...
Imposible de arreglar...
Eso chilló Julia, derrumbada en medio del tresillo, con la cara colorada haciendo un espantoso juego con su roja y alocada cabellera ¡No eso, no! Le he planteado que digamos que por un golpe de calor extremo...
¿En invierno?
...interno o corporal o lo que sea, me da igual, se le fue la cabeza; pero, ¡se niega! y me dice que con el paso de los años ¡terminaré por comprenderle! se dirigió a la abuela ¡me va dar algo en cualquier momento! No me quiero casar, soy carne de soltería.
Vale, hija. No nos angustiemos y centrémonos. No te pueden obligar a casarte...
Eso díselo a mi madrastra. Ya está organizando la boda.
...aunque el novio sea muy guapo, rematadamente apuesto con esos ojos y ese trase...
¡Abuela!
Bueno, ¿y dónde está el apuesto presunto novio?
En su mansión, supongo. Maquinando y ¡disfrutándolo! Ayer noche, tras dejarnos sanas y salvas en casa, le dije que no quería verlo ni olfatearlo hasta que fuera estrictamente necesario. Creo que se me ofendió, ni que fuera una delicada amapola. Todo enfurruñado y tieso me dijo que más tarde, refiriéndose a hoy, imagino, se acercarían a compartir si había alguna novedad.
De acuerdo, ¿preparamos el plan para la sesión de ocultismo hasta que se incorporen todos?
Estuvieron de acuerdo y sus mentes ya comenzaban a trabajar febrilmente en ello. Todas menos la oculta por la melena roja más impactante de todo Londres.
¿No os doy ni un poquito de pena?
¡No!