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La sombra que surgió del callejón en el que momentos antes había estado agazapado el médico, se movió con sigilo. Había tenido realmente mucha suerte al vigilar a los colegas del matasanos ya que le habían llevado justo a la diana y con un regalito añadido. Podría matar dos pájaros de un tiro.
Con los dedos acarició el cuchillo de mango de nácar que utilizaba para las ocasiones especiales.
Esta era una de ellas.
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