I
Llevaba retraso. La nota de los Brandon indicaba las cinco de la tarde y no había terminado de cuadrar las cuentas. Como no apretara el ritmo iban a comenzar la reunión sin su participación y siempre era mejor oír las noticias de primera mano. Además, se sentía sumamente intrigado con el contenido de la misiva.
Apenas transcurrieron unos minutos cuando escuchó la campanilla que anunciaba la entrada de un cliente. Miró brevemente los números y agradeció la distracción ya que las operaciones matemáticas jamás habían sido su fuerte. Dejó la trastienda para atender al visitante.
No le gustó. Tan pronto le vio supo que algo no iba bien o que algo iba a empeorar. Incluso su aspecto le desagradó. Un lobo con piel de cordero fue la impresión que le causó a primera vista. Norris se acercó con cautela.
¿Deseaba algo?
Incluso los oscuros ojos eran huidizos.
Querría hablar con el dueño.
Soy yo.
Bien..., bien titubeó Lo que vengo a tratar no es sencillo de plantear con la mano efectuó un gesto que abarcó la tienda ¿dispone de algún lugar donde hablar con tranquilidad?
Depende de lo que quiera hablar.
De Jonah Abrahams.
Era Worthington. Lo había presentido. Hubiera deseado no estar a solas en esos momentos, pensó con resignación, pero la vida no siempre le daba a uno lo que quería.
De acuerdo, pasaremos a un pequeño reservado que hay en un lateral de la tienda, pero antes cerraré la entrada.
El pequeño cubículo, porque no podía definirse de otro modo, estaba lleno de cajas y cambalaches pero poco le importaba ya que no estaba ahí para impresionar a nadie sino para recibir información de una vez por todas. Observó atentamente al hombre que sabía era clave en todo el maldito embrollo.
Usted es Cecil Worthington ¿verdad?
Este lo miró expectante y algo asombrado.
¿Cómo sabe de mí?
Eso no importa en este momento. Lo que sí importa es que tras hablar conmigo, Jonah Abrahams fue asesinado y créame, no fue una muerte dulce. No deseo que me ocurra lo mismo ni a alguno de mis allegados.
¿Qué sabe o qué le contó Jonah?
Me contó lo de los muchachos y que le seguían. No tenía aspecto de ser alguien asustadizo, pero parecía aterrado.
Está bien. Jonah y yo coincidimos trabajando en la fábrica textil de los Saxton. Mi tarea resultaba simple: dar el visto bueno a los trabajadores en potencia y cuando enfermaban, tratarlos. Jonah era el capataz.
¿Eran amigos?
No al principio, pero después las cosas se fueron... complicando y decidimos que la unión hace la fuerza por un breve momento su mirada quedó perdida claro que, para lo que sirvió...
¿Qué le ocurrió?
No estoy seguro. Las cosas se estaban poniendo tan feas que nos estábamos planteando acudir a la policía, pero carecíamos de pruebas. Decidimos atacar por dos frentes, yo recabaría cuantas pistas pudiera reunir y Jonah hablaría con alguien que tuviera acceso a la policía sin ser del cuerpo.
Yo.
Worthington le miró con detenimiento y asintió. Norris decidió dejarse de rodeos.
¿Qué demonios ocurre en la fábrica?
El médico se miró las manos. Temblaban.
¿Sabe qué es la esclavitud? No me refiero a la que obliga a un hombre a trabajar hasta terminar desfallecido, pero al caer la noche vuelve a su casa o habitación a dormir y recuperar fuerzas para seguir el día siguiente con el mismo ciclo, sino a la esclavitud física y mental, el derrumbe físico y mental de cuerpos o mentes aun no formados. Algunos, los menos, mueren al poco tiempo y no puedo hacer nada por ello. Otros aguantan y pierden lo humano que todavía les queda. Ninguno escapa. Ellos están enfermos.
¿Quiénes? ¿A qué demonios se refiere?
Worthington rehuyó la pregunta.
¿Quiénes son ellos, Worthington? este le miró como si mentara al diablo en persona y chistó para que callara.
Saxton y ella susurró con una voz apenas perceptible. La última vez que los vi...
Se sobresaltaron. En la tienda se había escuchado el nítido sonido de un cristal roto. Ambos quedaron paralizados..., y la mirada de Worthington brilló de pánico.
¿Tiene salida trasera la tienda? susurró el médico.
No desde este lateral.
Le miró fijamente a los ojos.
¿Lleva algún arma encima? apretó los ojos como si a fuerza de hacerlo Norris fuera a contestar lo que quería escuchar.
No.
Los ojos perdieron parte de su brillo y con ello las ganas de luchar.
Entonces estamos muertos. Vienen a por nosotros.
Norris ignoraba lo que estaba ocurriendo, pero, por los clavos de Cristo, no iba a morir sin pelear, por las muchachas, por su hijo y por Allison. Sobre todo por ellos dos.
¿Quién demonios ha venido y por qué dice a por nosotros?
Se escucharon pisadas cautelosas sobre los cristales rotos en el suelo.
La inquietud de Norris crecía por momentos y con ella la humedad en su frente. Notaba el corazón en un puño. Quienquiera que fuese la persona que les estaba acosando, lo hacía sin prisas, sopesaba el terreno, y Norris intuía que debía saber dónde estaban escondidos, que carecían de escapatoria. Iba lento, como si disfrutara con el miedo.
Worthington no contestó. En su lugar se desabrochó el abrigó rasgándolo casi y de su interior extrajo una pequeña libreta de piel de res, descolorida por el uso. La apretó contra su pecho para extender el brazo a continuación y ofrecérsela a Norris.
Aquí tiene todos los datos que he conseguido reunir. Solo es información, no son pruebas concluyentes pero podrán ser un punto de partida su rostro se volvió hacia la puerta. Los pasos se acercaban. Casi podía sentir la respiración al otro lado de la puerta.
¿Qué contiene, maldita sea? susurró Norris.
Lo que lo relaciona con las casas. Los muchachos y las casas, ¿entiende?
No, tiene que decirme más...
No hay tiempo. No nos queda tiempo... inclinó la cabeza agudizando el oído.
Worthington le aferró el brazo.
Si no salgo de esta, haga lo que yo no tuve el valor de hacer apretó ¿me oye? Júrelo, ¡júrelo!
Norris asintió con la cabeza y en ese instante supo lo que iba a ocurrir a continuación.
El cobarde había dejado de sentir miedo. Sin mediar palabra, Worthington se abalanzó sobre la puerta, la abrió de golpe y chocó con un enorme bulto que se perfilaba a contraluz. Algo pedía a Norris que se sumara a la pelea, pero otra pequeña parte le indicaba que debía esconder la libreta, que era lo único que les permitiría descubrir aquello que llevaban buscando tanto tiempo. Supo de inmediato dónde ocultar el libro.
Lo siguiente surgió de forma natural. Se adentró en la tienda porque no tenía otra posibilidad, no cuando la vida de alguien pendía de un hilo.