II
Estaba furioso. La enana se había atrevido a pellizcarle ¡a él!, ¡en el trasero! Estaba perdiendo su autoridad, demonios. John se miró un momento las manos al percatarse que le temblaban. ¿Qué demonios le estaba ocurriendo? ¡Maldita sea! Se había tensado completamente al sentir esos deditos donde no debían estar. Hasta el punto de que su carga casi se le cae al suelo del respingo que dio.
Las últimas semanas tenía la sensación de que el control de la situación se le estaba escurriendo de entre los dedos y que por mucho que quisiera cerrar las manos, no conseguía evitarlo. Alzó la mirada y se enfrentó a su imagen. Vamos, John, la valentía es la madre de..., de lo que fuera. Has peleado en trifulcas, te han pateado el trasero y ¿no vas a poder con alguien más pequeño y vociferante? Retó un breve momento a la duda que asomó en sus propios ojos. ¡Has estado en la guerra, hombre! ¡La mejor defensa es un buen ataque!
Seguía intentando convencerse de lo que su mente rumiaba cuando escuchó abrirse la puerta y vio asomar la melena rojiza de Jared, quien al verle enfrentado al espejo, se le acercó quedando a su espalda.
¿Me vas a decir de una maldita vez, qué te pasa? Has salido espantado a cuenta de no sé qué acerca de cambiarte de ropa y estabas como un capullo en flor de lo guapo que se te veía una mueca socarrona apareció en la comisura de sus labios.
Déjalo ya, Jared.
No puedo, amigo. No puedes huir de la gente y refugiarte en Mere, simplemente porque eres jodidamente guapo y las mujeres se quedan embobadas mirándote los labios y, cuando estás desprevenido, el trasero. Bueno, y los hombres.
John lanzó a Jared una mirada envenenada e hizo un gesto con la mano dirigido al cuerpo y rostro de su mejor amigo.
Dijo la sartén al cazo.
Ya, pero yo hace años que lo he asimilado y me aprovecho de ello con gusto. Tú, por el contrario, eres un asno o como dice la peque ¿un podenco?
Jared se sentó junto a él en la cama y le pasó el brazo por los hombros. El resultado fue un codazo de John en plenas costillas.
De acuerdo. Ahora en serio, ¿qué te ocurre? Nos tienes preocupados. Seguramente mientras hablamos Dean y Thomas están encuclillas tras la puerta intentando escuchar y pasar desapercibidos, como si eso fuera posible.
La expresión de Jared era de determinación, así que era el momento de cambiar de tema y ninguno mejor que el preferido de la familia.
Mere me tiene preocupado ¿Qué demonios hacía sola en la librería? ¿Recuerdas la que organizó ella solita el año pasado? la mirada, por un breve momento angustiada, de Jared hablaba por sí sola Estoy empezando a pensar que lo hace para fastidiarme, para que me explote una vena de la ira y me impida controlarla.
¡Dios no lo quiera! lanzó el tontolaba mientras John le miraba de forma aviesa es sencillo, ve y pregúntaselo; quizá, si tienes mucha, pero que mucha suerte, te conteste añadió con una carcajada. Y apartando su rojiza melena de la cara se lanzó hacia la puerta. Te esperamos abajo, gruñón, y abróchate la camisa, por todos los santos, no vaya a darle una apoplejía a algún que otro invitado.
Sentado en la cama mientras se abotonaba la camisa y se tranquilizaba al comprobar que hacía rato que su erección había desaparecido, se frotó el empeine aun dolorido y decidió seguir el consejo. Era adulto y a veces a los hombres se les descontrola la libido. Ya verás como no ha sido nada, solo un acto reflejo. Pero una vocecilla imperiosa le retumbaba en la cabeza: y un cuerno, un acto reflejo.