II
El intrigante cerebro de la enana estaba planeando algo y, por todos los diablos, que tenía la intención de descubrirlo, aunque al final tuviera que recurrir a medidas drásticas. Ya decidiría cuáles más adelante.
Por el momento tenían cuestiones más acuciantes que tratar. Para ello debían organizarse con esmero y sobre todo olvidar el tema de las curvas voluptuosas de su mujer, diablos.
Tras el desconcierto inicial, el desayuno había transcurrido con normalidad. Bueno, lo que se podría llegar a definir como orden dentro del caos. Lo habitual y normal en su ajetreada vida junto a los Evers. Tras devorar varias empanadas, lanzar varias miradas de advertencia al peligro andante con el que se había desposado y esperar que los tíos y los hermanos de Mere, salvo Jared, dejaran el salón, entraron a tratar el tema que les interesaba. Los hermanos Brandon habían enviado una nota a través de uno de sus lacayos y el texto desprendía cierto tono de urgencia. Era escueto e... inquietante.
Noticias recientes. Convendría verse tan pronto os resulte posible. Si lo estimáis oportuno podríamos reunirnos en nuestra residencia a las cinco de la tarde. Ya hemos dado aviso a la señorita Brears, a la señorita Sullivan y a Edmund Norris.
Saludos
Apenas le dio tiempo a filtrar la información y ya se notaba cómo el pequeño cerebro de su mujer hervía de emoción. John decidió sortear el gasto de energías que tarde o temprano tendría que agotar, a fin de arreglar el posible desbarajuste que, en sus ansías de ayudar, organizaría Mere. Como decía la tía Mellie, con el tiempo se agudiza la astucia y el instinto de preservación. Una de las personas más inteligentes sobre el planeta, sí señor, sobre todo a la hora de manejar al torbellino.
Muy bien, ¿cómo lo hacemos?
Tenemos la reunión, John, y no podemos posponerla comentó Jared, asestándole un codazo. Ambos miraron disimuladamente a Mere.
¿Qué no me estáis contando?
Nada.
Nada.
La veloz respuesta surgió al unísono.
Ahora sé que me estáis ocultando algo se volvió hacia John, cruzándose de brazos. Le daba igual que su mirada se clavara en sus pechos, ¡que lo disfrutara!, ya que si seguía por ese camino no los iba a otear en mucho tiempo. En la salud y la enfermedad, en la riqueza y en la pobreza..., y en la verdad y sin mentirijillas hasta que la muerte nos separe y bla, bla, bla... Llevamos un día casados y ya estas ocultándome información privilegiada. Y para colmo sabes que me mata la curiosidad cuando me escondes información. Eso es perjudicial para mi cerebro.
Pues te aguantas.