VI
John sonrió hasta que sus ojos se fijaron en sus dedos metidos hondo, muy hondo en el cuerpo de Mere. Su pene se contrajo completamente causándole dolor. Cómo una sencilla y totalmente sensual imagen podía ponerle a cien, era un misterio. Solo con ella le ocurría. Ver sus dedos dentro de ella e imaginar lo que tenía intención de hacer a continuación era suficiente para hacer que casi explotara. Intentó tranquilizarse pero le resultó imposible. Sudaba. Ese calor le aprisionaba los dedos y sintió nuevamente otra contracción del suave interior. Los curvó ligeramente y Mere alzó las caderas cerrando levemente las piernas de la impresión.
No. Déjame verte..., abre los muslos.
Maldita sea, pero necesitaba que estuviera expuesta, era la misma necesidad que sentía al comer o al dormir. Intentó abrir los dedos en su interior, pero, Dios, estaba tan apretada contra él... Finalmente decidió dejarlos quietos.