XII
Abuela, come algo, anda. Rosie las ha preparado especialmente para ti las galletas llenaban las manos de Mere.
Su abuela seguía con la mirada fija en el horizonte. Llevaba al menos cincuenta minutos con la vista atravesando el empañado ventanal del saloncito y a Mere le estaban flaqueando las fuerzas para animarla. Era tonto lo que intentaba, si no se sentía con ánimo ¿cómo iba a lograr que otro lo tuviera?
Habían dejado a los padres de Mere, junto con Julia y Jules, atendiendo a los conocidos de Norris, a los que fueron amigos de Norris, pensó Mere con una punzada en el pecho.
Decían que la pena no se sentía físicamente. Menuda mentira podrida.
Abuela, quizá deberíamos buscar a John ¿no crees?, o ir una temporada al campo, o puede que...
Debemos cazarlos la mirada de la abuela era resuelta.
¿Cazar? Mere miró a su alrededor. Gracias al cielo estaban solas porque si la abuela perdía la cabeza, por todos los demonios, que solo lo presenciara ella.
Cazar a quien lo hizo volvió la mirada hacia su nieta los vamos a coger, y como me llamo Allison, que para cuando terminemos con esos malnacidos habrán maldecido el día en que decidieron matar al hombre que..., matar a...
Para su abuela había llegado el momento de enfrentarse a la cruda verdad. Le habían arrebatado al hombre con el que reía, hablaba y disfrutaba de la vida; y nada podía hacer, salvo hundirse o pelear hasta agotarse para no pensar.
Mere tenía claro que la ayudaría a pelear, porque la otra opción era impensable, simplemente impensable para ella.
Los ojos de su abuela estaban llenos de lágrimas por derramar y lo harían, una vez hubiera acabado todo.
Se levantó y se dirigió hacia la abuela con intención de sentarse a su lado pero la puerta de la habitación se abrió dando paso a Rob Norris. Parecía extrañamente calmo y no les dio tiempo a saludarle.
Señoras, ¿serían tan amables de acompañarme? a su espalda asomaba Jules y, algo apartada, Julia intentaba terminar una conversación con un canijo caballero con la mirada clavada en su voluptuoso escote. Debo mostrarles algo en el segundo piso.
Ambas se unieron al grupo. No tenían nada mejor que hacer.