III
¿Ya era por la mañana? Rábanos, tenía un dolor de cabeza que convertía en nimio el martilleante zumbido de oídos. ¿Y por qué no podía mover las manos para pasárselas por la cara? Algo le molestaba a un lado del rostro y no conseguía alcanzarlo. ¿Por qué no podía? Intentó mover las manos pero algo las mantenía firmemente sujetas.
Probó a entreabrir los ojos, pero la punzada que sintió fue como si le clavaran una aguja en plena pupila. Mejor esperar a que el dolor remitiera algo.
Intentó recordar qué había ocurrido, pero estaba todo tan borroso y lejano. ¡Los hombres! Los hombres se la habían llevado. ¿Y Jules?
¡Jules, Jules! el grito surgió espontáneo, sin pensar.
No hubo contestación, no se escuchaba el zumbido de una mosca, ni circulaba aire alguno, solo el repetitivo golpeteo de goteras.
Las ganas que sintió repentinamente de llorar le indicaron el problema en el que estaba metida. Pese al espantoso dolor de cabeza, abrió los ojos, con lentitud y recorrió el lugar en el que estaba. Parecía una zona abandonada, espaciosa, con maderos rotos y esparcidos por el suelo y paredes descubiertas, de piedra o de tierra, no podía apreciarlo del todo, llenas de moho. Olía a una mezcla extraña de humedad y alguna sustancia que le costaba identificar, intensa, que le invadía las fosas nasales. El único acceso al lugar era una pequeña puerta de madera con un par de robustos cerrojos. La habitación estaba vacía. Al menos seguía con la ropa en su sitio.
Las malas noticias eran que se encontrada en medio de la habitación atada con sogas a una silla de madera, las piernas firmemente sujetas a las patas y los brazos torcidos a su espalda, igualmente prisioneros. ¿Y si aparecían?
Agudizó el oído intentando captar lo que fuera y alcanzó a escuchar el golpe de una puerta cerrándose y pasos, suaves pasos que se acercaban. Tiró con desesperación del amarre que la mantenía quieta en el lugar, pero no se aflojó ni un ápice.
Las pisadas se oían más y más cerca y no sabía dónde estaba ni quién la retenía. De lo único que estaba segura es de que tenía un dolor de cabeza inmenso, avasallador y de que estaba aterrada. Pero ellos no se darían cuenta de su miedo, antes muerta.
Mala elección de palabras, por todos los demonios. Ya venían.